El filólogo y escritor Jordi Amat (Barcelona, 1978) ha ido construyendo, libro a libro, una obra centrada en el estudio de la cultura y la política catalanas en la segunda mitad del siglo XX, con una especial dedicación a las vidas de algunos protagonistas de esta etapa clave. Su biografía de Ramon Trias Fargas Els camins de la llibertat le valió el Premio Gaziel, 2009, lo situó como uno de los jóvenes ensayistas de referencia, con títulos como Las voces del diálogo, El llarg procés o La primavera de Múnich. Autor de las biografías de Josep Benet y Josep Maria Vilaseca Marcet, también se dedica al análisis político y de actualidad desde su tribuna en La Vanguardia y el año 2018 publicó el panfleto La conjura de los irresponsables. Ahora acaba de publicar El hijo del chófer, una biografía del periodista Alfons Quintà, creador y primer director de TV3 que asesinó a su mujer antes de suicidarse, en el que da un paso más en su carrera, con un texto que bebe de autores clave de la narrativa de no ficción europea y que quiere narrar las relaciones de poder en la Catalunya de la Transición. Nos sentamos a hablar con el autor.
El 29 de enero de 2017 publicas en La Vanguardia un artículo que es el origen del libro, donde destapas el chantaje que "el hijo del chófer" hizo a Josep Pla. ¿Qué sabías hasta entonces de Alfons Quintà?
Sabía que había una pregunta no respuesta en la historia del periodismo y la política catalana: Por qué el periodista que destapa el caso Banca Catalana es el primer director de TV3. Había olvidado, sin embargo, que lo citaba en la biografía de Ramon Trias Fargas, de quien no recordaba que había tenido una relación importante.
También tenía una relación estrecha con Josep Benet, otro de tus biografiados.
Las tres últimas personas que ven vivo a Benet son su mujer, el abad de Montserrat y Alfons Quintà. Quintà tiene en las manos el ejemplar de las memorias, que Benet llegó a ver y dio al abad, y en la necrológica pone la habitación donde murió Benet. En este artículo hay una frase que me dejó congelado: "Josep Benet podría haber escrito mi vida con detalle, como yo lo podría hacer con respecto a una gran parte de la suya". ¿Por que no hablé? Además, todo se encabalgó con la lectura de las memorias de Juan Luis Cebrián, donde describe una comida en Zalacaín, donde directivos de Banca Catalana le pidieron a él y a Jesús de Polanco que El País no publicara más artículos de Quintà sobre el banco. Aquella escena tenía tanta potencia como el arranque de El orden del día de Éric Vuillard y era como la constitución privada de un régimen: banca, periodismo, política. Estirar este hilo era muy potente.
¿El orden del día de Vuillard, el Limónov de Carrère, Läetitia o El fin de los hombres de Jablocka dices que son referentes a la hora de escribir El hijo del chófer?
¿Quién no querría escribir Limónov? Quintà es el catalán que se parece más a Limónov, tanto por la excentricidad como porque permite explicar un mundo.
Habías biografiado a hombres admirables como Josep Benet o Ramon Trias Fargas, y un personaje ejemplar como Josep Maria Vilaseca, y ahora haces un libro sobre un tipo execrable. ¿Si un biógrafo se acaba enamorando una pizca de su biografiado, ¿cómo te lo has hecho para no caer en la empatía con Quintà?
En el biopic de Hannah Arendt dirigido por Margarethe von Trotta, hay una escena donde ella explica que entender no es comprender y la necesidad, para poder tener una idea clara de los dramas que has vivido, de adentrarse en el mal. En ningún caso se trataba de hacer un ejercicio de empatía con el Quintà, pero entenderlo a él era entender un mundo.
En ningún caso se trataba de hacer un ejercicio de empatía con Quintà, pero entenderlo a él era entender un mundo
Un mundo que de muy pequeño observa. Él, a través de su padre, tiene acceso a lo que has dicho El camelot de Pla.
Pla tenía poder intelectual y hay gente que lo sabe hacer valer. Por ejemplo, Baltasar Porcel sabe sacar provecho de ello y entiende que tener relaciones con otros poderes prestigia su obra. Yo no sé si en el caso de Pla era lo mismo, pero quiere estar al corriente de todo lo que pasa. Y los otros quieren entender cómo funciona el mundo. Se normaliza una cosa realmente infrecuente: algunas de las personas que están transformando el país -Sardà Dexeus, Estapé, Ortínez, Duran Farell, etc. – quieren ver tantas veces como sea posible al escritor. Y si hay un mediador que lo hace posible este es Josep Quintà, el padre. Aquí hay un niño que crece, y lo puede ver por el ojo de la cerradura.
Lo ve y tiene una relación ambivalente: Ser hijo del chófer le permite descubrir este mundo y comprender que la información es poder, pero, al mismo tiempo, se produce una ruptura con su padre que dedica toda su vida a Josep Pla, abandonando a la familia y manteniendo a otra familia en Palafrugell. El drama se provoca en torno al Camelot.
Ortínez habla de Quintà como el chevalier servant de Pla. Hay una especie de pacto de vasallaje entre Pla y Quintà. Que la prioridad de un padre no sea su familia es difícil de comprender por un hijo. El precio que paga para tener acceso al gran mundo es tener una arquitectura emocional enormemente complicada y truculenta.
Celos, chantaje, crueldad, venganza... Desde la niñez. De hecho, dices que el chantaje acaba siendo un elemento constitutivo de su personalidad.
Lo más importante es saber hasta qué punto esta psicología lo convierte en un buen o mal periodista. ¿Si eres un amoral que eres consciente del valor de la información, qué tipo de relación estableces con la fuente? En estos años clave hay mucha gente que queda atrapada en la influencia de Quintà y a la que él usa de manera pérfida. Y paso porque Quintà tiene una tribuna en El País que le permite ser la voz de referencia de la Transición en Catalunya.
Él tiene el scoop de la negociación entre Suárez i Tarradellas, por su proximidad al president en el exilio.
Pero lo más importante es que la exclusiva la tiene él. En la crisis del PSUC es un periodista muy importante. Y el artículo de Banca Catalana es clave.
Con este libro haces un cambio de registro con respecto a tu obra anterior. Te acercas más a la narrativa de no ficción.
Hasta qué punto una biografía convencional permite una explicación como esta o bien un discurso narrativo es el que facilita que podamos entender todo eso. Este era el principal desafío. Hasta ahora había hecho cosas muy ortodoxas, pero hay cosas donde la ortodoxia historiográfica no llega. Hay dimensiones morales donde hay unas fronteras que no nos atrevemos a traspasar. Hay niveles de la realidad oscuros donde decidimos no acceder, porque la disciplina nos blinda.
Aquí la has traspasado.
Lo he intentado sabiendo que eso era posible gracias al suceso trágico del asesinato, consciente de que removía mierda y que hacía daño, pero que sólo así podíamos ver una cara de la realidad que no queríamos ver.
El libro acaba siendo un retrato de la sociedad, de la política, del periodismo...
Quizás más del establishment que de la sociedad en general. Y, sobre todo, de las disfunciones morales de una profesión periodística en un momento en que no hay unos hábitos democráticos consolidados y de las relaciones que no queremos ver, pero sabemos que están, entre el poder político y el poder periodístico.
El libro es un retrato de las disfunciones morales de la profesión periodística y de las relaciones que no queremos ver, pero sabemos que están, entre el poder político y el poder periodístico
Cuando hablas del famoso artículo sobre Banca Catalana, de 1980, dices que "el artículo es un ejemplo de la función democrática del cuarto poder, pero el cuarto poder sólo es independiente en teoría. No lo es en la práctica. Al fiscalizar los otros poderes, en especial los poderes duros –el dinero, la ley, la política–, ejerce una función en la batalla que tiene lugar dentro de cada uno de los poderes y en la relación que se establece entre ellos creando una trama que garantice su estabilidad pero también su impunidad. Los ingenuos no sirven para este trabajo. No es un territorio para la moral. Es una batalla destructiva. Quema a quien juega y pierde, encarama a quien gana".
Sería bonito que ser periodistas nos hiciera mejores personas, pero no es cierto. En la arrancada de El periodista y el asesino de Janet Malcom, ya se dice que todos sabemos que haciendo este trabajo estamos mintiendo a los otros y no somos buenas personas, porque queremos obtener una información que a los otros les hace daño. La cosa es si das el paso o no lo haces. Hacerlo es arriesgado y premiado al mismo tiempo y ya te diré cómo me va (río). Puedes pagarlo, pero intentar decir la verdad es necesario. Si no, se normaliza el silencio y se puede acabar pudriendo la sociedad.
¿Por qué Quintà y todo lo que representaba era un tabú y, al mismo tiempo, un enorme rumor?
Primero porque daba miedo. Durante unos años tiene poder y, como actúa de manera despótica, da miedo. Hacía falta mucho coraje para plantarle cara y lo que hace la gente normal es apartarse. Por eso cuando deja TV3 hay un gran alivio.
Explicas que era un acosador sexual, un personaje violento, colérico, tiránico, déspota, profesional del maltrato...
El maltratador si no lo paras, no para. Cuando alguien se enfrenta se acerca a retirar. Por eso cuando deja de ser influyente la gente quiere olvidar el trauma. El único que vive convencido de su propio mito es él, pero la gente le hace muy poco caso.
Su mito es la pregunta inicial: Cómo el periodista que había destapado el caso Banca Catalana consiguió ser el primer director de TV3. Él cultivó la idea de que se debía a la información que atesoraba. Tú desmientes la idea de chantaje.
Él siempre decía que lo habían hecho director de TV3 porque sabían lo que él podía explicar. Esta idea de que él tenía una caja fuerte llena de dosiers secretos la fue haciendo pública e incluso después del crimen se especuló con ello. Pero todo es mucho más simple. El grueso de la información sobre Banca Catalana está en el primer artículo. Parece que no tenía más información, y en el libro de Enric González, Jaume Reixach y Francesc Baiges se dice que no tenía más, pero contrastaba con el hecho de que el resto de medios no decían nada sobre un caso que me parece fundacional de la democracia a Catalunya, en su complejidad. Un caso que habla de nuestros márgenes de libertad y de cuál es el sistema de funcionamiento de nuestro poder, teniendo en cuenta que en Catalunya te puedes encontrar a cualquier persona en el ascensor. A Quintà le era igual encontrarse a cualquier persona en el ascensor. Los despreciaba. Su impunidad era su amoralidad.
Él siempre decía que lo habían hecho director de TV3 porque sabían lo que podía explicar sobre Banca Catalana. Pero la realidad era más simple
De hecho, estamos hablando de una vida desatinada desde la niñez, con problemas en la escuela, la formación en la marina mercante, la politización radical, un paso por el TOP, pero también sobornos a profesores para aprobar exámenes, una vida sexual truculenta...
Dos personas que tuvieron relación con él me dijeron que si no hablaba de su vida sexual, no se comprendería el personaje. La procacidad y la vulgaridad con que hablaba de su sexualidad son fundamentales para el personaje.
Para definir al personaje, tienes la suerte de encontrar un artículo de Jaume Miravitlles que lo define como un personaje freudiano que mata a todos los padres que encuentra y que quiere matar a Catalunya. De hecho, Jaume Miravitlles es una de sus víctimas, a quien acusa de ser de la CIA.
Sentís, Ibáñez Escofet i Miravitlles son tres víctimas del parricidio dentro de la profesión. Tres padres que quiere matar. El artículo de Miravitlles es extrañísimo pero fundamental. Uno de los riesgos era hacer un análisis excesivamente psicoanalítico para entender al monstruo. No lo habría hecho sin la cobertura de este artículo, que me legitima para hacer este tipo de interpretación. Él dice que Quintà es un gran periodista pero que tiene muchos problemas. Como Dalí, no sólo quiere matar a su padre sino a su país. Esta idea de matar al padre y matar el país la acaba encarnando Jordi Pujol. La resolución de su trauma implica "matar" a Pujol, con quien pacta, pero con quien acaba completamente obsesionado.
La idea freudiana de matar al padre y matar el país para Quintà la acaba encarnando Jordi Pujol
Quintà dices que apuntala el mito que quería destruir, pero la obsesión por el mito lo acaba destruyendo a él.
Él acaba queriendo redimirse cuando aparece la confesión de la deixa de Jordi Pujol, en julio de 2014. Piensa que entonces podrá explicar todo lo que sabe y "matar" al padre del país. Entonces enloquece.
Dices que saca porquería del estercolero de la memoria. No datos, no información, ni dosiers. Recuerdos.
Él había ido hablando de ello cuando empieza a ser una especie de ogro contra el procés, pero entonces empieza a escribir unos artículos caóticos y decadentes, donde no hay datos, sólo recuerdos. Dice que la creación de TV3 fue el principal error de su vida, y que le ha permitido entender los Mossos d'Esquadra, el sistema sanitario. Dice que quiere explicar el sistema para hacer tabla rasa, pero no lo consigue.
¿Realmente era un buen periodista? Pones en duda que escriba bien, que sea cuidadoso con sus fuentes, que compruebe la información que publica...
Tendríamos que decidir qué es un buen periodista. Por ejemplo, en el caso Banca Catalana, como me decía Andreu Missé, no es que no tuviera razón, es que eran artículos mal hechos. Deontológicamente hablando, mal hechos.
El recuerdo que tenemos de Quintà, que podemos tener tú y yo eran los artículos ilegibles en el Avui, donde está obsesionado con Francia y el comunismo.
Yo creo que llega un momento en que lo lee muy poca gente. Y creo que los artículos del Diario de Girona no los debió leer nadie.
De todos modos, sus artículos se usan en la disputa política de los inicios del procés.
El tema de la privatización del sistema sanitario no es tema menor; por lo tanto, seguía teniendo nariz periodística, pero creo que había perdido cualquier crédito.
¿Cuándo lo perdió?
Quintà es un señor que se va pudriendo y el episodio de El Observador es definitorio. Después de haber creado TV3 con un proyecto de éxito y de una gran ambición, intenta replicarlo en El Observador y fracasa. La gente que trabaja con él ya ve que ha perdido la cabeza y que no saldrá bien. A partir de entonces ya es alguien que puede decir cosas interesantes pero a quien no se toma en consideración.
El hecho de que sea mala persona me imagino que también fue clave en esta irrelevancia.
Cuando eres mala persona y tienes poder, das miedo. Pero para los jóvenes del Avui era un plasta y un maleducado. Un mito en decadencia y del que al final sólo queda la decadencia.
No tiene compañeros ni sucesores.
No reconoce a sus contemporáneos, se siente por encima de ellos, y no da el relevo. No tiene discípulos. Vive en un proceso de aislamiento progresivo y daba miedo, pero como da miedo un loco.
Él quería ser un gran periodista como los que admiraba...
Él quería ser Josep Pla.
Su vida acaba en tragedia, asesinando a Victòria Bertran y suicidándose después. ¿Sin ser deterministas, piensas que sólo podía acabar así?
La gente que lo conocía pensó que era un final posible para alguien como él. ¡No conozco a nadie de quien pueda decir eso!
La gente que conocía a Quintà pensó que el crimen era un final posible para alguien como él. ¡No conozco a nadie de quien pueda decir eso!
Había perseguido a mujeres con una pistola y todas las mujeres lo habían abandonado.
El drama es que, aprovechándose que su mujer vuelve para cuidarlo, la asesina. No se puede ser más mal animal.
El final debe haber sido la parte más difícil de escribir.
Es donde éticamente soy consciente de que hago más daño. He ido con cuidado pero con la conciencia de que sólo este final es el que activa la investigación. Nada de lo que digo es nuevo, pero he intentado ser tan cuidadoso como fuera posible. La víctima acaba siéndolo porque vuelve cuando todo el mundo huía.
Cuándo mató a su mujer, se discutió mucho qué era lo noticiable, si la muerte de ella o el asesinato de él. ¿Se volverá a discutir eso a raíz del libro?
La discusión es típica de nuestros tiempos, que gracias a Dios estamos concienciados para la ignominia de la violencia sexista. Somos mejores porque discutimos al respecto. Hay un artículo interesante de Jordi Graupera en ElNacional.cat en que habla de este tema. Él viene a decir que la noticia, a pesar de todo, es que él la asesinó. Louis Althusser asesinó a su mujer y hemos olvidado a la víctima. Lo recordamos porque él era un filósofo. La controversia habla sobre nuestra susceptibilidad por un tema que sabemos que es una tragedia no tolerable. Hay una entrada de Ada Colau diciendo que la noticia era la víctima, pero el que era relevante es quien la había matado. Me emocionó la necrológica de Patrícia Gabancho, paciente de su mujer, cuando dice que se tenía que haber matado él.
Mata a la única persona que no ha huido de él.
Es la muestra más salvaje de la maldad.
De hecho, a su madre la envía a un asilo y muere sola.
Hay rumores extraños sobre otras posibles víctimas del Quintà. Un periodista de TV3 dijo que Victòria Bertran no era la única víctima de Quintà.
Hay rumores extraños sobre otras posibles víctimas de Quintà
¿Por cierto, qué pensaría Manuel Cuyàs?
Yo creo que le parecería bien el libro, pero le provocaría una gran incomodidad. Volvería a pensar que la nobleza con qué escribió las memorias de Pujol no estuvo bien recompensada con la nobleza que merecía. Le habría incomodado, pero hubiera entendido que era necesario que existiera.
¿Hablaste con Jordi Pujol?
Sí, pero Pujol tiene una versión consolidada sobre los hechos desde que tiene sus memorias. Él siempre dice que tuvo el final que tuvo, pero sin él TV3 no habría existido, aunque fue muy violento proponerle que fuera Quintà el director. Pienso que sobre Banca Catalana hay una verdad periodística pero no una verdad judicial. Banca Catalana es el ángulo muerto de la democracia en Catalunya. Y, como si fuera una película, quien escribe la definición de ángulo muerto en la Enciclopedia Catalana es Alfons Quintà.
Dices que la estabilidad del estado requería que fuera así.
Hay dos libros que lo explican de manera clara y que son fundamentales. El dietario de Francesc Cabana y El virrey de José Antich. Lo que explica Antich sobre el papel de la monarquía en la resolución del caso es importantísimo. Este libro sigue siendo un libro fundamental para entender el pujolismo. El problema es que la gente hace tiempo que no lo lee.