Jordi Pujol Soley, el 126º president de la Generalitat, se encuentra personalmente a sus casi 88 años, en una fase vital de contrición. Dice que está "insatisfecho y dolido conmigo mismo", pero, en el fondo, está muy orgulloso de lo que hizo como president. Porque también dice que "no se puede perder de vista que se ha hecho un muy buen trabajo que ha marcado el camino de la libertad y el bienestar de los catalanes". Hace toda la autocrítica que sea necesaria y más, pero parafraseando un cuento de Pedrolo sobre una travesía en el desierto, Pujol pide al país que "siga las huellas (suyas), que no se pierda, porque que su pueblo no puede morir en un oasis decadente". Y además Pujol advierte de los riesgos de perder demasiado el tiempo. "Hay que darse prisa —vino a decir— antes de que la tormenta borre las huellas en la arena".
Desde que confesó tener dinero en Andorra, Jordi Pujol se había negado sistemáticamente a recibir homenajes, pero este lunes por la noche, mientras unas decenas de soberanistas reclamaban libertad para los presos políticos y media docena de fascistas buscaban pelea en la Vía Augusta, apenas delante, en la Sala Juan XXIII del CIC, el 126º president se encontró, casi por sorpresa, con lo que podríamos considerar el primer acto de reivindicación estrictamente pujolista. Ante unas 300 personas, entre ellas muchos exconsellers de sus gobiernos y dirigentes históricos de Convergència y de Unió, siete ponentes llegaron prácticamente a la misma conclusión: "La historia no podrá ignorar la huella de Jordi Pujol". El historiador Jordi Casassas expresó su deseo de “no estropearla entre todos" y luego fue replicado por su colega Josep Maria Roig Rosich, que cree que la obra de Pujol ha sido tan sólida que "no se estropeará” y a la cual “no tiene que renunciar ni él ni nosotros”.
El homenaje a Pujol propició unas cuantas ovaciones, largas, con la gente en pie, pero no fue un acto reverencial de incondicionales ni mucho menos. Valoraron el trabajo realizado y la herencia política, hicieron un balance indiscutiblemente positivo de su mandato, pero, ya se sabe cómo es la gente católica, no faltó la flagelación en referencia a lo que Roig mencionó como "errores personales" y que el propio Pujol mencionó repetidamente con el cuento de la travesía del desierto. "A veces el que va delante cae en el pecado o en la deslealtad y se queda en un hoyo y los demás deben continuar". De todos modos, Roig Rosich tuvo una manera diferente de considerar el hecho de que Pujol tuviera dinero en Andorra. "Teniendo en cuenta que los presidents Macià, Companys, Irla, Tarradellas, Puig i Cadafalch y Puigdemont han acabado en el exilio, tal vez no era ético, pero la precaución era comprensible y realista".