El análisis sobre el comportamiento y las estrategias de los partidos convencionales no sirven en el caso de las CUP, precisamente porque no se trata de un partido convencional. Es tan poco convencional que no siempre hace lo que más le conviene y aquí radica buena parte de su encanto.
Si la CUP fuera un partido como los convencionales, es decir, que sólo mirara por sus intereses electorales, ni que decir que lo que debería hacer es aferrarse a la consigna Puigdemont o Puigdemont, que tiene suficiente lógica política, y forzar unas nuevas elecciones. Justamente ayer, parece que para añadir más emoción al debate de investidura, el Centre de Estudis i Opinió (CEO) presentó un estudio demoscópico según el cual, en unas nuevas elecciones, la CUP casi triplicaría sus escaños actuales y sería absolutamente determinante para cualquier decisión de un Govern soberanista.
Ahora, las territoriales cupaires del Barcelonés, el Baix Llobregat y Tarragona, casualmente las menos carlistas, exigen la convocatoria de un consell polític para ver qué hacen con la investidura de Quim Torra. No sería de extrañar, por muy antisistema que sean, porque todo el mundo es humano, que caigan en la tentación de tener en cuenta las encuestas y por una vez actúen en consecuencia.
Pero también se puede mirar la cosa del revés. Quim Torra como president de la Generalitat es seguramente el mejor candidato posible desde el punto de vista de la CUP. No encontrarán otro más independentista ni más legitimista —que no sea Puigdemont—. El grupo de diputados que lidera Carles Riera se comprometió a mantenerse en la abstención por "solidaridad contra la represión". Esto asegura la investidura de Quim Torra en segunda vuelta. Si la CUP fuera un partido convencional, sus dirigentes se preguntarían a sí mismos si puestos a facilitar la investidura de Quim Torra no sería más rentable hacer valer los cuatro votos decisivos —o aunque sólo fueran dos— y elegir al candidato en primera vuelta, a cambio de lo que sea o, cuando menos, para dejar claro que el president de la Generalitat le debe el cargo a la CUP. No sólo sacarían provecho de una eventual negociación. Si el sábado dos diputados de la CUP apoyan la investidura de Quim Torra, todos los titulares del domingo serían para ellos y, ¡ostras! cómo rajaría la prensa del régimen.
Pero bien, bajemos a la realidad, la CUP es la CUP y hace lo que hace hasta el punto de hacernos equivocar siempre. El artículo más equivocado de mi vida lo escribí no hace mucho y se titulaba De hecho la CUP no hace falta. El amigo Tatxo Benet me hizo ver cuán equivocado estaba y lo estaba tanto que al cabo de una semana rectifiqué. De hecho, hoy la CUP sí hace falta. Ahora me trago todos los sapos y admito: la CUP es decisiva y además ha venido para quedarse. Eh, para bien o para mal. Ahora que, puesto a añadir leña al fuego, creo recordar que alguien dijo que “abstenerse es de cobardes” y los de la CUP siempre se han reivindicado como los más valientes del barrio.