Escribí hace unos días que los votos de la CUP no eran imprescindibles para la investidura, pero hoy sí que lo son. Y hay que decirlo. O los cuatro diputados anticapitalistas votan sí al programa que presente a Jordi Turull, o todo se va al garete.
Los votos de la CUP no eran del todo necesarios para elegir presidente partiendo de la base de que en ningún caso se planteaban votar en contra como los grupos antisoberanistas que apoyaron al 155. La abstención cupaire habría obligado al presidente Puigdemont y al consejero Comín a renunciar al escaño y hacer correr la lista para asegurar la investidura en segunda votación.
Sin embargo la situación está tan envenenada que ni siquiera es seguro que haya segunda votación. Así que para asegurar la elección de Jordi Turull como presidente hace falta una mayoría absoluta y sólo se llega a los 68 diputados si votan a favor los cuatro de la CUP. Si las bases anticapitalistas no se ponen de acuerdo -no es probable que surja otro empate- y no encargan a sus diputados el voto afirmativo, Jordi Turull no será presidente, irá el viernes a Madrid y quizás el juez Llarena no lo deje volver para someterse sábado en la segunda votación. Sería un escándalo, pero sólo otro más. Si Turull resulta elegido hoy, quizás el juez Llarena tampoco le deje volver el viernes, pero no tiene la misma trascendencia política encarcelar al presidente electo de la Generalitat que encarcelar un diputado sin quorum.
Que las instituciones del Estado español quieren evitar a toda costa que el Rey de España tenga que firmar la elección como presidente de un hombre como Jordi Turull procesado por delitos de rebelión y sedición es una obviedad. Ya lo ha dicho el propio Rajoy. Y la citación del juez Llarena no puede tener más intríngulis. Hace sólo 20 días el magistrado, de acuerdo con la fiscalía, declaró "compleja" la causa contra los soberanistas catalanes, para poder alargar hasta dieciocho meses la instrucción. Y justo cuando se propone la investidura de Turull, Llarena da por terminado el trabajo y lo cita para comunicarle el procesamiento.
Es obvio que si la CUP veta la investidura de Turull la carcajada españolista sería tan histérica como histórica. Ya lo consiguieron con Artur Mas cuando el candidato de Junts pel Sí se había convertido en el principal quebradero de cabeza del establishment español. "Debo confesar que con lo de Artur Mas he disfrutada como un gorrino zampando mazorcas en un charco". Así agradeció Arturo Pérez-Reverte la gesta de la CUP. Si ahora tumban la candidatura de Turull, quizás los condecoren con la Gran Cruz de Isabel la Católica, que al fin y al cabo es como se agradecen los servicios prestados a las colonias.
La responsabilidad de los cupaires es enorme e inversamente proporcional a su representatividad. Teniendo en cuenta que la decisión definitiva no la tomarán hasta poco antes del inicio del pleno, ya no queda margen para ninguna negociación. Como dijo el general Prim, “Caixa o faixa”.