En la tribuna de invitados del Congreso de los Diputados hay tantas butacas vacías como cualquier pleno en el cual se debaten asuntos de trámite. Teresa Cunillera, la delegada del Gobierno del Estado en Catalunya, es la invitada más ilustre, por no decir la única. En el hemiciclo también se veían escaños vacíos, señal de la trascendencia que sus señorías daban al acontecimiento.
A Pedro Sánchez le daba tanta pereza el debate monográfico sobre Catalunya que, ya con antelación, se sacó de la manga la cuestión del Brexit para hacer una mezcla que le permitiera cambiar el foco de atención sobre el asunto político que más le incomoda.
Ha sido una actitud a la defensiva que el presidente del Gobierno ha mantenido a lo largo de su discurso. Más pendiente de contrarrestar los ímpetus de los adversarios que de plantear iniciativas para salir del callejón sin salida, Sánchez ha intentado presentarse como un gobernante "firme y sereno" que piensa actuar "con proporcionalidad y contundencia" para reprimir cualquier movilización, amenazando con volver a enviar a Catalunya a policías y guardias civiles, por no ser menos que Rajoy cuando lo del "a por ellos".
El presidente español solo propone más piolines en Catalunya
El resto ha sido un continuo desmarque de las reivindicaciones catalanas, basadas "como el Brexit", en "una gran mentira". Sánchez no ha hecho ni una sola propuesta que facilite el diálogo con los independentistas, excepto reclamar apoyo a los "presupuestos progresistas", que no tienen ninguna posibilidad de prosperar. Tampoco le ha servido para nada para apaciguar a la retórica beligerante de sus contrincantes, a los que ha acabado suplicando "la misma lealtad" que tuvo al PSOE con Rajoy.
En resumen, el debate no está sirviendo para nada, un déjà vu, que en Madrid solo se valora en función de cómo afecta en las encuestas de cara a las elecciones generales y en cada coladita, Sánchez tiene una rasgadita. Mientras le preocupe más lo que dirán sus adversarios, en vez de presentar iniciativas que le permitan al PSC "ampliar la base" y volver a ser la fuerza principal de Catalunya en las elecciones generales que completaba las mayorías parlamentarias socialistas en el Congreso, Sánchez no saldrá adelante. Podrá alargar su mandato tanto como pueda, pero a este paso el final será agónico.