Lo que ha pasado este miércoles en el Parlament con Junts per Catalunya y Esquerra Republicana tirándose los trastos por la cabeza es un nuevo episodio de la batalla por hegemonizar el espacio político del independentismo. Todo el mundo reclama unidad, pero los cuchillos vuelan. Hoy todo apunta que el Govern de Quim Torra no durará más allá del año que el reglamento obliga, pero, como decía Churchill, el tiempo es más importante en política que en gramática. De aquí al 27 de octubre, que es cuando podrían convocarse nuevos comicios (en vísperas de Navidad), vete a saber dónde estaremos y dónde estará cada uno. Por lo que se ha visto en las redes, muchos soberanistas fastidiados ya han empezado a darse de baja.
Y lo más jodido es que la dificultad venía determinada en este caso por las diferencias de estrategia entre los presos y los exiliados y eso sí que es triste. Probablemente es inevitable y todo apunta que cada vez lo será más. No hay que olvidar que la dirección política de los grupos de la mayoría parlamentaria se está haciendo desde Lledoners y desde Hamburgo. Había quien aseguraba en el Parlament que Puigdemont y Junqueras habían dado vía telefónica por la mañana y durante la reunión de la Junta de Portavoces las instrucciones que provocaron la pelea. Tiene que ser muy complicado funcionar de esta manera.
El juez Llarena ha tomado una decisión no sólo discutible sino difícilmente aplicable. Es una barbaridad suspender diputados de pleno derecho que no son terroristas, ni han utilizado explosivos, ni son el tipo de rebeldes que ha descrito el Tribunal Constitucional para poder aplicar el artículo 384 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal (Lecrim). Sustituirlos temporalmente es otro, porque no hay ninguna ley, ni reglamento, que prevea cómo se hace. Como todo es tan dudoso lo más lógico desde la óptica soberanista era aplazar el último pleno de la temporada y en otoño ya hablaremos
Resulta, sin embargo, que después de la resolución del tribunal de Schleswig-Holstein, de la conclusión de la instrucción y del relevo en la fiscalía general, los abogados de los presos tienen ahora una brizna de esperanza de conseguir la libertad bajo fianza de sus clientes y en su estrategia de defensa consideraban que aceptar la suspensión temporal dictada por Llarena podría amansar la fiera. Si están suspendidos, Llarena no podrá argumentar la teoría de la "reiteración delictiva".
Posible investidura de Puigdemont
Eso que vale para los presos, no vale tanto para los exiliados, que, de entrada no están en la prisión, como exige la Lecrim, y en el caso de Puigdemont, la acusación de rebelión ha sido tumbada por el tribunal que consideraba la petición española de extradición. Se entiende perfectamente que el presidente exiliado no piense dejar el escaño ni un minuto, convencido, como debe estar, de que si lo hiciera se produciría una convergencia de intereses comunes que impedirían que volviera nunca más al Parlament. Sobre todo, teniendo en cuenta que en la propuesta del presidente Torra el tiempo de suspensión no estaba precisado. Y tenían razón política los diputados de Junts per Catalunya de insistir en no aceptar la suspensión de su líder justamente ahora, cuando juristas y magistrados españoles consideran que Puigdemont podría ser extraditado en unas circunstancias que incluso quedaría en libertad y tendría vía libre para someterse a la investidura y asumir nuevamente la presidencia que le arrancaron con la aplicación del 155.
Hay que decir que lo que haría felices a muchos soberanistas, amargaría la existencia a unos cuantos republicanos que, como todo el mundo sabe, lo tienen atravesado. Precisamente, el hecho de que ERC y PSC votaran juntos la misma propuesta alimentaba las tesis de los más malpensados sobre quién molesta más a quién.
Después de todo ello, se tiene que decir que así no habrá manera de gobernar como Dios manda y el desbarajuste se empieza a notar en los ámbitos sectoriales. La gente ha callado muchas críticas debido a la situación excepcional de represión, pero todo tiene un límite. Tantas ganas que tienen de disputarse el favor de la gente, si siguen estando abiertos y abstraídos en miserias partidistas, quizás se quedarán sin él.