"Se debe hacer un reconocimiento del president Puigdemont, pero conviene no alargar la transición. Sí, Alemania ha estado cinco meses sin Gobierno, pero Catalunya no es Alemania. Lo más urgente es tener Govern y que funcione". Ya hace tiempo que Jordi Pujol i Soley, el 126 president de la Generalitat, insiste en que está absolutamente fuera de la política, pero si alguna actitud es incompatible con su talante es la indiferencia con lo que sucede a su alrededor. Y a sus 87 años sigue interesado por los acontecimientos políticos de Europa y del mundo y sigue escribiendo sus reflexiones sobre los asuntos que más le importan. Hay alguien que le cuelga los escritos en forma de blog en https://associacioserviol.cat. El último se titula "Nostàlgia" y a pesar del escasísimo apoyo que ha encontrado el proceso soberanista en el Viejo Continente, Pujol, en tanto que nacionalista catalán, sigue confiando en Europa. Según su opinión los valores europeos "forman parte de nuestro código genético, somos hijos de Europa y no podemos renegar de ello".
Pujol mantiene el contacto con los amigos de los viejos tiempos y de vez en cuando comen juntos y comentan las jugadas.
Un martes de estos, uno de los reservados de Ca l'Isidre parecía el túnel del tiempo
Un martes de estos, uno de los reservados de Ca l'Isidre parecía el túnel del tiempo. Como cualquier martes de hace 30 años –día de reunión de Consell Executiu- comían alcachofas, habitas, suquet de rape y bacalao tres jubilados en otros tiempos poderosos: Jordi Pujol, Macià Alavedra y Lluís Prenafeta. Hablaban de todo una pizca, sobre todo de política, absolutamente ajenos a los avatares judiciales que han estropeado su biografía, y ya que hablaban catalán, no es seguro que Dios les dé gloria, pero escuchamos lo que decían.
"Una vez reconocido Puigdemont, se debe escoger lo más pronto posible un president que pueda ejercer con pelos y señales y se tiene que nombrar un gobierno muy potente, tiene que ser un equipo muy cohesionado, porque hay mucho trabajo que hacer y los tiempos serán difíciles", añade el expresident.
Pujol se ha leído el artículo de José Luis Álvarez, aquel que lo presenta como "el político ibérico más brillante del siglo XX", pero no le conmueve el presunto elogio, le preocupa mucho y mucho la conclusión del académico, que espolea al constitucionalismo a llevar a cabo "la confrontación máxima, concentrada, final" contra el catalanismo. Pujol cree que como en otros momentos de la historia tendremos que resistir y admite que serán necesarias movilizaciones, pero alerta: "La calle, el apoyo de la gente, es muy importante, pero sólo con manifestaciones no saldremos adelante, tenemos que trabajar y hacer funcionar con inteligencia y audacia las instituciones".
Yo creo que no tendríamos que haber ido a una ruptura tan evidente"
Jordi Pujol nunca fue partidario de la reforma del Estatut, que es cuando empezó todo. Varias veces dijo que Catalunya corría el riesgo de marcarse un "autogol". Ahora no lo quiere decir, pero en el sustrato de su pensamiento se percibe un lamento por haber perdido algunas conquistas ganadas durante su mandato. En todo caso, él nunca habría cogido el camino de la ruptura. "Cuando en un concurso hípico el caballo llega con demasiada velocidad a saltar el obstáculo, si frena queda eliminado y si salta tropieza...yo creo que no deberíamos haber ido a una ruptura tan evidente".
Alavedra y Prenafeta escuchan al president con tanto o más respeto que en los viejos tiempos y, por descontado, le dan la razón en casi todo, pero con aportaciones personales.
Alavedra cree que lo peor que se puede hacer ahora es intentar sacar provecho de la derrota. Recuerda su tiempo en el exilio cerca de ilustres patriotas como Pau Casals y otros prohombres catalanistas, intelectuales de prestigio. "Tenían razón, pero habían sido derrotados...cuando volví, apoyé primero a Trias Fargas y después a Jordi Pujol porque el suyo era un discurso constructivo, optimista y ganador...nada de lamerse las heridas, el catalanismo debe recuperar el discurso y la propuesta ganadora".
Prenafeta, siempre más escéptico, pero igualmente pragmático, cree que del adversario no se tiene que descartar nunca ninguna ferocidad imaginable y recuerda algunas "notas dispersas" de Josep Pla recogidas en el libro Fer-se totes les il·lusions possibles, especialmente cuando dice que el catalán "tiene miedo de ser él mismo y al mismo tiempo no puede dejar de serlo".