Los 94 años de Jordi Pujol, y especialmente los diez últimos, pesan y mucho en el ánimo del expresident. Le limitan la movilidad de forma evidente y entorpecen su proverbial habilidad oratoria. No obstante, después de conocer la frialdad de un ostracismo implacable a raíz de la confesión de la herencia de su padre, el veterano político no desperdicia ninguna ocasión para retornar a espacios donde durante décadas había sido protagonista. Pujol acudió el viernes por la mañana en Castellterçol a un homenaje que le dedicó la vieja guardia convergente y por la noche fue junto con los presidentes Artur Mas, Quim Torra y Pere Aragonès al acto por el 125 aniversario del Fútbol Club Barcelona en el Liceo barcelonés. Pero el domingo su actividad tuvo un cariz bien diferente, Pujol volvió a Santa Coloma, un municipio que dejó huella en su etapa como president, y al cual retornó para asistir en el Campo del Peixauet al partido entre La Gramanet y el Badalona, el derbi del Barcelonès Nord.

Pujol fue invitado al campo por el presidente del Grama, Antonio Morales, que le entregó una placa en recuerdo de la visita e informó de su presencia en la tribuna desde la cuenta del club en la red X. "Hoy nos acompaña el Muy Honorable Señor Jordi Pujol, president de la Generalitat (1980-2003)," explicó.

Piedras contra la comitiva

Precisamente, Santa Coloma fue hace más de 30 años escenario de uno de los episodios más sorprendentes de la presidencia de Pujol, cuando el entonces president se enfrentó con vecinos del municipio que tiraron piedras contra los vehículos de la comitiva oficial en que viajaba. Los hechos se produjeron el 7 de noviembre de 1988 en el barrio de Can Franquesa después de que Pujol participó en una inauguración. Los vecinos reclamaban la construcción de un muro de contención, para evitar desprendimientos, y transporte público para el barrio, cuando uno de los manifestantes fue atropellado por el vehículo de los escoltas y resultó herido leve, lo cual provocó golpes contra los coches y el lanzamiento de piedras.

Pujol salió de su vehículo visiblemente indignado e interpeló al vecino que había sido atropellado y había tirado una de las piedras. "¿Aquí todo el mundo puede hablar y el president no puede hablar, qué se han creído ustedes?", riñó a los presentes. Después de reprocharles la actitud violenta y advertirles que no era competencia del Govern el transporte público, Pujol se marchó sin aceptar ninguna discusión con la advertencia que: "en este país hablaremos en catalán o castellano, pero seremos civilizados".

Can Franquesa, que había vivido los años 70 y hasta a principios de los 80 diferentes episodios de secuestros de autobuses como el que evoca la película El 47, referida a un episodio en Torre Baró, ha experimentado muchos cambios en estas casi cuatro décadas, también en el perfil de sus vecinos. Pujol volvió a visitar Santa Coloma siendo president. También cuando ya no lo era. Incluso después de su confesión de la herencia, cuando asistió el 2015 al entierro del alcalde comunista de la ciudad, Lluís Hernández. También entonces tuvo que escuchar los reproches de un asistente a la ceremonia. Con la visita del domingo a Santa Coloma, Pujol ha querido dejar claro que busca el retorno a todos los espacios que tuvo que abandonar a raíz de su penitencia pública, incluidos los barrios de Catalunya o en el césped de Peixauet, que ya había pisado durante la campaña de las europeas de 1999, acompañado del exbarcelonista Javier Urruticoechea, Urruti.

La visita de Pujol a Santa Coloma de este fin de semana ha tenido, no obstante, un carácter muy diferente de aquella incursión entre las protestas vecinales de hace 36 años. Tampoco el president está para muchas discusiones. El partido en Can Peixauet, acabó con la victoria de la Grama, que ganó al equipo de Badalona, por 4 en 1.