Sentado tras el cristal del locutorio de Lledoners, Jordi Sànchez se muestra sereno, firme y convencido, dispuesto a plantar cara a un Estado que los ha encerrado en la prisión y a un Tribunal Constitucional que intenta impedir que su causa llegue al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Con un historial de activista, de luchas políticas y sociales a las espaldas, el expresidente de la ANC y diputado de JxCat acaba de empezar un nuevo pulso desde su celda del centro penitenciario: una huelga de hambre. Este sábado es el primer día.
La mañana se ha despertado gris y anieblada en Lledoners. Hace frío y, para llegar al centro penitenciario, hay que penetrar en una inquietante nube de niebla que impide llegar al sol que a esta misma hora brilla en Barcelona. La mayor parte de las cabinas donde los internos reciben las visitas están vacías. En las que están ocupadas, hay presos hablando con familiares y amigos. También hay chiquillos. Pocos. Pero no hay ruido. Una madre carretea un bebé en brazos. Se adivinan muchos mundos y muy diferentes entre estas paredes. También dentro de las celdas de los presos independentistas.
La huelga de hambre es la noticia del día. La noche del viernes se ha hecho pública una fotografía de los siete presos en el patio del centro penitenciario. Aparecen los siete juntos, sonrientes. Es la primera imagen de todos ellos dentro de la prisión. En el patio. La voluntad de la foto es precisamente transmitir unidad. Los presos políticos se preparan para un nuevo giro estratégico. Tienen que dejar claro que lo hacen juntos.
A la misma hora en que El Nacional habla con Jordi Sànchez, su abogado Jordi Pina y el presidente del Colegio de Médicos, Jaume Padrós, están explicando en rueda de prensa la voluntad de poner en marcha la huelga de hambre.
El exlíder de la ANC habla convencido. Todo está pensado. Nada se ha improvisado. Él y Jordi Turull comunicaron el viernes a última hora al director del centro penitenciario y al director médico su decisión. Las prisiones tienen un protocolo para estos casos. Hay un seguimiento. Se tiene que comunicar al juzgado de vigilancia penitenciaria.
¿Cómo afronta esta situación? "Con la máxima tranquilidad. Sabemos que no es un juego. Es serio. No son fuegos artificiales", asegura Sànchez. La tranquilidad son el equipo de médicos interdisciplinar que los controlan y que a partir de ahora se convertirán en referente de cada uno de los pasos que emprendan.
La huelga de hambre es indefinida. No tiene fecha de finalización. A partir de hoy sólo beben agua. Probablemente algún otro preso se añadirá en los próximos días. Quien está explícitamente indicado que no se sume son Carme Forcadell y Dolors Bassa, que están solas en Mas Enric y Puig de les Basses, lo cual desaconseja claramente una medida tan drástica como esta. La próxima semana se anunciarán otras iniciativas.
Todos son conscientes de que esta decisión sólo puede ser personal. No es una opción que se pueda adoptar de manera colectiva. "Eso no es una secta. El respeto es absoluto con las decisiones que tome cada uno. Es muy importante", insiste.
Remover conciencias
El objetivo es, sin embargo, compartido: denunciar la actitud del Tribunal Constitucional que bloquea sistemáticamente sus recursos. Sànchez explica que para conseguirlo "desde la prisión lo único que queda es la huelga de hambre". "Y el momento de hacerlo es ahora", subraya, dado que con las sentencias la percepción será muy diferente. Esta nueva ofensiva se plantea, además, en el medio las celebraciones del 40 aniversario de la Constitución.
"La voluntad es remover las conciencias y llamar la atención. Poner el foco en una situación injusta", insiste.
Jordi Sànchez tiene las ideas muy claras, sabe qué quiere hacer y como hacerlo. Habla rápido. El tiempo es muy limitado. Después de trece meses en la prisión ya está entrenado al administrar momentos. Las explicaciones fluyen mientras observa con los ojos atentos a sus interlocutores, escrutando las reacciones, escuchando las respuestas.
El exlíder de la ANC está más delgado, viste un polar gris y un jersey de cuello alto también gris. Tiene que hablar a través de un teléfono. En el otro lado del cristal, además de El Nacional, dos periodistas y el catedrático de derecho penal Joan Queralt, escuchamos a través del pequeño altavoz dentro del estrecho cubículo más bien pensado para dos personas.
En el box de detrás de él, dándonos la espalda pero visible a través de las paredes de cristal, está Jordi Turull con familiares. Al principio de la hilera, Jordi Cuixart. Más allá, Raül Romeva. Todos más delgados. Tranquilos. Contentos de saludar a caras conocidas. A través del cristal. Ponen la mano encima mostrando la palma. Desde el otro lado, otra mano recibe el saludo en un choque imposible. Intentando explicar muchas cosas con los ojos, con la expresión, con una sonrisa... Con un saludo extrañamente intenso. Como si no hubiera una barrera física. Pero la barrera está. Y ahoga las voces y las palabras.
El exlíder de la Assemblea niega en redondo que sea la ANC quien ha propuesto esta huelga. "Es mentira", sentencia visiblemente disgustado. También lo ha negado públicamente la presidenta de la organización, Elisenda Paluzie. Saben que este tipo de intoxicaciones informativas forman parte de la estrategia para resquebrajar la unidad del independentismo. Para desprestigiar el movimiento. La batalla de los presos tienen muchos frentes. Y demasiadas trincheras.
Los presos políticos se reúnen en la prisión, habitualmente los sábados, para preparar el juicio. Fue en este contexto donde surgió la idea de plantear esta estrategia de denuncia. A partir de aquí hubo la reflexión colectiva y, sobre todo, la voluntad de dejar clara la imagen de unidad.
Los partidos políticos han sido informados en el último momento. El presidente Carles Puigdemont y el presidente Quim Torra lo sabían desde hace pocos días.
Los días críticos
¿Tienes miedo? "No es un tema de miedo. No he hecho nunca huelga de hambre y no sabes qué te puedes encontrar".
Sabe que los días más críticos serán el domingo y lunes. Qué pasados estos tres primeros días la sensación de hambre queda dormida porque el cuerpo se acostumbra a no ingerir alimentos sólidos. Sabe que el reglamento de la prisión los obliga a ir igualmente al comedor a la hora de comida.
No obstante, insiste que están preparados, que tienen un equipo de seguimiento, con los médicos del centro, además de los doctores Jaume Padrós y Jordi Vilarasau. "Nada está improvisado. No es un juego", asegura Sànchez. Tampoco pretenden –ni lo querrían- que eso desencadene una oleada de huelgas de hambre, aunque sabe que se repetiran los ayunos de hace un año.
La decisión es contundente. Y tiene un riesgo enorme. No obstante, Sànchez subraya que no es un salto al vacío, que no pretenden emular a Bobby Sands, en referencia al militante del IRA muerto en 1981, a los 27 años, después de 66 días de huelga de hambre. "No pretendemos poner en riesgo nuestras vidas. No hemos perdido el juicio", asegura.
Lo importante será calibrar las fuerzas. Admite que no se plantean una huelga de 60 días, pero deja claro que aparte de esta determinación, la única cosa que les haría desistir sería que el TC sacara del cajón sus recursos y los resolviera o bien los inadmita para permitir desbloquear el camino de sus gestiones hacia instancias europeas.
Estrategia de bloqueo
Esta es la razón de la huelga: denunciar una estrategia de bloqueo del TC que aparca todos sus recursos para entorpecer el acceso al Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, al cual no se puede acudir hasta que este tribunal no se ha pronunciado. El objetivo del Estado, denuncia, es dilatar estos procedimientos para conseguir que cuando haya sentencias internacionales que apoyen a los independentistas, los presos ya estén en la calle, como ha pasado en el caso Otegi. "El impacto que quieren evitar es verse obligados a abrir las prisiones", sentencia Sànchez.
Son conscientes de que también en el Tribunal Constitucional todo está pensado, que hay un magistrado detrás, Cándido Conde Pumpido, que desde el alto tribunal coordina todos los escritos del procés, que se admiten a trámite y no se resuelven. Quedan bloqueados. No es nuevo. Hay recursos de Bildu que han llegado a estar siete años escondidos en algún cajón de aquel tribunal.
Es contra esta actitud dilatoria y bloqueadora que actúan. Quieren denunciar que la misma partitocracia que ha enfangado el CGPJ hasta colapsarlo, está también enquistada en el TC. "Queremos que se hable, que la gente tenga conciencia de lo que hace el TC, al igual que han visto lo que pasa al CGPJ", advierte.
Una voz avisa desde los altavoces que sólo quedan cinco minutos de visita. Y las últimas palabras se precipitan a empujones mientras se agota el tiempo del encuentro.
Jordi Sànchez confiesa que se prepara para pasar la segunda Navidad en la prisión y sin juicio. Lejos de la familia. De hecho, es la familia lo que más lo preocupa en este momento y ante esta nueva decisión. La Navidad será con huelga de hambre.
Se acaba el tiempo y toca marcharse. En las cabinas se intenta de nueve despedidas imposibles.
Al salir del centro penitenciario la niebla y las nubes se han desvanecido. Las mismas personas que nos hemos encontrado en la entrada volvemos a salir por los mismos pasillos, atravesando un patio. Sin ruido. El bebé ha quedado dormido en los brazos de la madre. Hace sol. Pero el frío continúa.