Josep Rull ha vuelto este viernes a la celda número 61 del módulo 2 del centro penitenciario de Lledoners donde vivió su encarcelamiento. Ha vuelto al aula de teatro donde consumió horas y horas de su privación de libertad; y también a la sala de comunicaciones donde se reunía con su familia, al mismo rincón donde tuvo que explicar a su hijo pequeño que aquel lugar no era una fábrica sino una prisión, y donde le leyeron la sentencia que le condenaba a 10 años y seis meses de prisión por su participación en el procés.

Los presos políticos llegaron a la prisión de Lledoners en julio del 2018 y, después de conseguir el tercer grado en enero del 2021, abandonaron definitivamente la carcel en junio de aquel año gracias al indulto parcial concedido por el gobierno de Pedro Sánchez. Tres años después, Rull ha vuelto al centro penitenciario. Ha entrado no como un preso político sino como presidente del Parlament, custodiado por la consellera de Justicia en funciones, Gemma Ubasart, y saludado por los responsables del centro; y por primera vez ha pisado de nuevo y sin filtros espacios a los cuales, a pesar de las visitas posteriores, no había accedido desde que salió en libertad.

Impacto

En la puerta del centro ha asegurado que la visita tenía una "fuerza simbólica excepcional", dado que demuestra que "no se pueden amordazar las ideas legítimas y nobles defendidas pacíficamente porque estas ideas siempre prevalecen". Pero el impacto emocional, que este político de Terrassa no es capaz de esconder, ha ido mucho más allá de la victoria política que representa volver a la prisión como presidente.

Rull se ha vuelto a reencontrar con rostros que le impresionaron la primera vez que los conoció y que hoy le han hecho revivir momentos duros del encarcelamiento. El traje y la corbata, que marca una clara diferencia entre el preso político que fue y el presidente que es ahora, no le ha impedido abrazarse emocionado a excompañeros de prisión, de brazos musculosos y cargados de tatuajes, que se encontraban en plena actividad deportiva en el gimnasio.

Taller de teatro

"En las prisiones hay toneladas de humanidad", ha asegurado Rull, que este viernes ha empezado la visita por el taller de teatro. Allí ha seguido la última obra que preparan a los presos, escrita por ellos mismos a través de monólogos en que reflexionan y se rebelan ante las etiquetas que les ha atribuido la sociedad. Mientras el presidente del Parlament se encontraba en este espacio, uno de los presos ha recibido la comunicación sobre su salida de la prisión después de 12 años dentro del centro, la cual ha sido recibido con aplausos de sus compañeros.

Acto seguido, la visita al módulo 2, en que estuvieron encarcelados los presos políticos. La celda 61. Un espacio que ha sorprendido a sus acompañantes por la oscuridad y la pequeñez. No obstante, la parte más dura ha sido volver al módulo de comunicaciones, el espacio donde se encontraba con sus hijos, donde jugaban al pica-pared o a la pelota, y donde tuvo que explicar a su hijo la realidad de aquel espacio en qué se encontraba.

Agradecimiento

Al acabar la visita, el presidente ha explicado que había aprovechado para "dar las gracias a los servidores públicos", responsables del funcionamiento del centro, desde la seguridad hasta los servicios sanitarios, "que hacen un trabajo impagable" para el cual ha reclamado un reconocimiento. Pero también ha querido señalar los sentimientos que se mueven en torno a estas instituciones. "Este puede ser un lugar de sufrimiento, para las familias de los agraviados por los delitos que se han cometido, el sufrimiento para las familias de los presos, o para los mismos presos privados libertad", ha explicado a la vez que ha celebrado el funcionamiento de un sistema penitenciario concebido para dar seguridad a la ciudadanía, pero también para abrir la puerta a la rehabilitación y la inserción y la esperanza.

Al terminar la visita, Rull ha vuelto a su vehículo oficial para seguir con su agenda del día, sorprendido y conmovido por la impresión de observar como espectador lo que había sido un momento de su propia vida.