Jordi Turull escribe a El Nacional una carta durante las últimas horas que pasan en la prisión de Lledoners y su traslado hasta Brians 2, donde se reencuentra con Carme Forcadell y Dolors Bassa.

Jueves, 31 de enero de 2019

Hoy ha sido un día raro. Las esperas y las despedidas se hacen largas. Por temas de protocolo carcelario hasta última hora no nos comunican a qué hora saldremos mañana.

Muchos funcionarios, a medida que los he ido encontrando, se han ido despidiendo. Algunos emocionados. Igual que los presos de otros módulos que he ido encontrando en el polideportivo o de camino a comunicaciones.

Al mediodía, después de comer, hemos tenido que embalar el ordenador que tenemos en la celda autorizado por el Tribunal Supremo (para evitar tener los 60.000 folios de la causa) y la televisión. El silencio, el frío, la soledad... se adueñan de la celda. Todo lo que podemos llevarnos a Madrid con el traslado tiene que caber dentro de dos petates talegueros. ¡Imposible! Hace falta escoger y priorizar. Lo que no cabe ya lo vendrá a recoger un día la familia.

Me he guardado llamadas para hoy para hablar hasta cuatro veces con Blanca y mis hijas. Sensación de despedida extraña, pero de gran fortaleza compartida. Mis padres tienen una gripe fuerte y mi hermana está con ellos. Les hago llegar que estoy bien, firme y con ganas de empezar el juicio. A lo largo del día seguimos sin saber qué día empieza el juicio.

Los presos nos han dedicado unas palabras y unos largos aplausos a los "siete magníficos"

En el comedor, en medio de la cena, los presos nos han regalado una libreta a cada uno de los presos llena de dedicatorias muy bonitas. Nos han dedicado unas palabras y unos largos aplausos a los "siete magníficos", como nos han llamado hoy. En Estremera éramos "los catalanas"; en Lledoners, "los políticos". Pero hoy nos han llamado los "siete magníficos".

Justo después de cenar, abrazos y más abrazos con cada uno de los presos. Algunos muy emocionados. También tenía un nudo en la garganta.

A las nueve menos cuarto exactas, los siete en el patio esperando la señal de Joan BonaNit llenos de emoción. Después nos han comunicado que tendríamos que salir de la celda a las 5.30 de la mañana.

Nos acabamos de despedir y a las 20.50 ya estamos en la celda. Un preso me ha hecho el inmenso favor de dejarme su radio para que la noche no se haga tan larga en la cela.

Escucho las noticias, parece que se confirma que el juicio empezará el día 12. ¡Mejor! Tendremos una semana para adaptarnos a la nueva prisión y tiempo para repasar papeles para no dejarnos ningún detalle de los que desmontan la farsa de estas acusaciones.

Por la noche me ducho y me afeito. Mañana iremos de deporte, con americana con la insignia de conseller. Que no se olvide el porqué estamos en prisión.

Espero no dormirme mañana.

 

Ahora en la celda todo es silencio. Una sensación muy extraña. No sabemos el traslado como será. Ganas de ver Montserrat, de ver gente, de ver esteladas. Impotencia absoluta por no poder abrazar a la gente en señal de la inmensa gratitud que tengo.

Pero fuerza, mucha fuerza. Nos marchamos de Lledoners más firmes, más fuertes que cuando llegamos.

Viernes, 1 de febrero de 2019

A las 4.30 nos avisan por megafonía interna de la celda.

He dormido lo bastante bien. El reto de poder cerrar los macutos talegueros con todo lo que podemos llevar a Madrid está alcanzado. No ha sido fácil.

Me miro con emoción y coraje interno la insignia de conseller de la solapa de la americana

Me pongo camisa y americana. Me siento raro. Hace muchos días que no llevaba ni una cosa ni la otra. Me miro con emoción y coraje interno la insignia de conseller de la solapa de la americana. Hago tiempo y escucho la radio hasta que nos abran la puerta de la celda para bajar e ir hacia a ingresos para esperar allí a que lleguen las furgonetas y empezar el periplo hacia Soto del Real.

En Lledoners llueve. ¡Vaya! Supongo que va bien para los campesinos, pero puede deslucir la salida. Es oscuro y llueve. Suerte que la niebla tarde o temprano acaba desvaneciéndose.

A pesar de ir al juicio injusto, no vamos con el ánimo de los vencidos. Al contrario. Vamos con la fuerza y el coraje que de haber defendido una causa noble, justa, pacífica, legítima y democrática, y enfrentarnos a un relato que es una farsa absoluta. Ahora son ellos y todo el mundo quien nos tendrán que escuchar.

Oímos 'El cant dels ocells' en la explanada. ¡¡¡Qué emoción, no os fallaremos!!!

La espera hasta salir de la sala se hace larga. No sé si durante el trayecto podré escribir. Oímos El cant dels ocells en la explanada. ¡¡¡Qué emoción, no os fallaremos!!! ¡No somos violentos, somos el país de Pau Casals! Hacemos papeles de salida, recogida del peculio, etc.

Vamos con dos furgonetas. Quim, Raül, Josep y yo vamos juntos; los Jordis y Oriol van en la otra. Hace frío en la furgoneta. No sé si veremos demasiado. Hay una pequeña ventana. Es oscuro y no se ve bien. Oímos gente gritando "¡No estáis solos!". Vemos una fila de luces de coches de policía.

El camino a Brians es oscuro; no he podido ver Monistrol. De hecho, no hemos visto prácticamente nada.

Muchas ganas de ver a Carme y Dolors. Supongo que las veremos y las abrazaremos. Pasamos por Terrassa y Sant Cugat, los pueblos de Josep y de Raül, a quien les vienen muchos sentimientos juntos.

Al llegar a Brians tendré que dejar de escribir.

Ver el Govern será un honor. Trataré de hacer salir este escrito y compartirlo. Pepe Antich me lo sugirió y pidió, y me siento con ganas de hacer llegar este relato a todo el mundo como muestra de mi agradecimiento.

De Brians a Madrid ya será otra historia, supongo.

Cómo echaremos de menos el "bona nit" de Joan. Y tanta gente y los medios de comunicación de Catalunya. Pero ahora tenemos que convertir la añoranza en firmeza y determinación. Ya es de día, son las 8 y al llegar a Brians ¡ya hemos visto gente!

¡Hasta pronto, Catalunya! ¡Siempre en el corazón!

Jordi Turull