Sólo El País y La Vanguardia abren sus portadas con el fiasco de la comisión del Congreso que estudia la reforma de las pensiones. La Razón lo lleva en un segundo piso. De la comisión todo el mundo salía fastidiado. "Estoy triste y jodida", decía la diputada Celia Villalobos. Tres años de negociaciones ásperas y pesadas a la basura. En el resto de diarios, ni mu de este asunto. En fin. Quizás no hay para tanto. Algún malpensado gruñón ya comenta que toda excusa es buena para esconder el juicio al procés en el Supremo, donde ayer declararon a los consellers Turull y Romeva.
Puestos a ensañarse con la poca presencia del juicio en las portadas, se podría decir que si la fiscalía y la abogacía del Estado no hicieran un papel tan triste otras portadas les cantarían. El Periódico, que se esfuerza todo lo que puede, no acaba de salirse con la suya y pasa penas y trabajos para encajar las declaraciones de los acusados en el relato policíaco-judicial del 20-S, el 1-O y etcétera. Ves los titulares y comentarios (Turull vivía en la higuera, sic) y parece que se sientan al lado de los fiscales o, peor, quizás no entienden que un juicio es una confrontación de relatos que se sustancia con pruebas. ¿Qué quieren? ¿Una declaración de culpabilidad? Quizás el periodismo les parece ejercer la acusación por otros medios, parafraseando a Von Clausewitz sobre la guerra y la política.
Ciertamente, las pensiones pueden decidir una elección. Es quizás la prestación social más importante en los estados del bienestar occidentales. Los pensionistas, además, son un segmento del electorado que vota de verdad, como la española cuando besa. La comisión del Congreso que estudiaba la reforma saltó por los aires cuando estaba más cerca que lejos de llegar a un acuerdo sobre las 21 recomendaciones con que querían concluirla. Se ve que Podemos presentó enmiendas a cada una de las recomendaciones —una enmienda a la totalidad por fascículos— y el PP aprovechó la ocasión para acusarles de electoralismo y abrirse de la comisión. Ya regresaremos con la cámara que salga del 28-A, dijo su portavoz. La Vanguardia lo resume en un subtítulo: "Podemos cuestiona partes [del acuerdo] y el PP bloquea la negociación".
El resto de la prensa de Barcelona está por el juicio al procés, cosa que no puede extrañar a nadie.
El resto de la prensa de Madrid, sin embargo, va a la suya, que es la demolición metódica, sistemática y calculada de Pedro Sánchez y del PSOE porque la patria está en peligro y votar Sánchez es votar indepe, etcétera.
No se privan de nada. El Mundo, un día más (otro), hace un argumento ad hominem como un templo, con el que te hacen pensar que Sánchez es a un vanidoso porque explica en su libro que tiene buen rollo con Felipe Vi i Letizia.
ABC, surrealista, mezcla una foto del conseller Romeva en el Supremo con un titular mentiroso (otro): "El PSOE no ve delito en los referéndums ilegales". ¿Y qué? Un titular alternativo sería que sólo el PP lo ve. Ya reformó el código penal en este sentido en 2003, aprovechando la mayoría absoluta de Aznar. En 2005 se deshizo aquella reforma y sus diputados fueron los únicos en oponerse.
El motivo de fondo de la derecha para reformar el código penal era castigar con siete años de prisión al lehendakari Ibarretxe si sometía a referéndum su famoso plan para transformar Euskadi en estado asociado. A eso se le llama "derecho penal del enemigo" —lo ha explicado en esta casa Joan Josep Queralt tantas veces: hacer normas a medida contra tu adversario. Para más inri, el PP introdujo los cambios durante el debate en el Senado de la ley de arbitraje, una práctica legislativa tramposa que tanto reprobaron el año pasado cuando el PSOE quería modificar la potestad del Senado sobre el techo de gasto de los presupuestos.
Todo encaja con el diagnóstico que la fundación Konrad Adenauer, el think tank de la CDU alemana, ha hecho de la democracia y la cultura política españolas. Ayer lo llevaban abriendo su web a toda castaña (El Confidencial habla largo y tendido de la cosa). El autor del informe es relativamente fiable, pero vale la pena traducir un par de frases demoledoras. Una: "En España] negociar es perder. Todo o nada. Para un observador extranjero, especialmente de un país orientado al consenso como Alemania, no siempre es fácil de entender. Pero es el estilo político típico de España". Dos: "...es cuestionable que los líderes políticos [españoles] tengan grandeza suficiente para poner los intereses del país por encima de sus intereses particulares". En esta última puedes cambiar "líderes políticos" por "prensa" y sirve lo mismo. Es para estar tristes y jodidos como la Villalobos.
Bonus track
Ayer falleció Karl Lagerfeld, uno de los modistos más influyentes del siglo XX, tal vez el que más. A los diarios catalanes y a la prensa de Madrid (salvo el suplemento Papel de El Mundo), le hacen un entierro de cuarta. Libération, el diario súperprogre francés, en cambio, le celebra un funeral de primera premium, como hace invariablemente siempre que muere una figura de la cultura contemporánea: