El irónico "no sé qué pasa que siempre se saltan palabras" que ha reprochado la presidenta del Parlament Carme Forcadell ante las inexactitudes de diferentes declaraciones que le atribuye la fiscalía ha provocado sonrisas y comentarios esta tarde en la sala del Supremo donde se juzga el procés. También una nuevo toque de atención del presidente, Manuel Marchena, al público. Y ya van cuatro.

No ha sido el único momento en que se ha producido reacciones y murmullos. El fondo de la sala se ha removido, cada vez que la fiscal, Consuelo Madrigal, atribuía una declaración o un tuit a Forcadell que la presidenta desmentía, y del cual pedía ver la prueba sin que Madrigal pudiera presentarsela. "Los argumentos de la acusación son como pólvora mojada, cuando tiene que estallar no funcionan", argumentaba un espectador de la sala.

Una funcionaria del Supremo se encarga desde la primera fila del público de controlar la disciplina. Sobre todo los móviles. Una mirada escrutadora, un auténtico ojo de halcón con mano de hierro, que no ha tenido inconveniente a llamar la atención a la consellera Alba Vergès porque hacía un comentario al oído al president, Quim Torra, y que ha cruzado la sala para advertir por segunda vez al vicepresidente del Parlament, Josep Costa, que dejara de utilizar el móvil.

Cuando en pleno interrogatorio a Forcadell ha sonado un teléfono, la funcionaria ha estirado el cuello y ha abierto unos ojos como platos buscando al sacrílego que osaba romper el silencio de aquella manera. Pero la persona propietaria del aparato ha mantenido el móvil dentro de la bolsa que tenía entre los pies y ha optado por disimular y no mover ni un músculo de la cara. La llamada ha seguido sonando hasta que Marchena ha reclamado que se apagara el aparato. El móvil, más por acción del contestador automático y no por la orden del juez, se ha detenido.

El episodio no ha conseguido romper el hilo del cara a cara entre Forcadell y Madrigal. Ni la contundencia. La presidenta del Parlament, que ha querido subrayar el carácter pacífico del movimiento independentista hasta el punto de asegurar en el turno de respuestas a su abogada que "renunciaría" a sus convicciones "si comportaran un ápice de violencia", se ha escudado en el cumplimiento del reglamento del Parlament para explicar que su función era ordenar el debate y no entrar a valorar el contenido de las iniciativas parlamentarias.

Precisamente con la declaración del 27-O ha llegado el último pique entre la acusada y la fiscal después de que Forcadell ha explicado que sólo se votó la parte expositiva porque el resto era una declaración política.

"¿Cuando dice que era política a qué se refiere a que era de mentira, de broma, teatro, sainete, farsa, a que se refiere?", ha reprochado Madrigal visiblemente descontenta con el rumbo que había tomado un interrogatorio con que tenía que argumentar los 17 años de prisión que pide en Forcadell por rebelión.

"Que era política, no sé si considera que la política es una farsa y un sainete. Yo considero que es una cosa seria", ha replicado la presidenta.

El turno de las acusaciones no ha mejorado con la abogada del Estado, Rosa Maria Seoane, que ha protagonizado una entrada triunfal confundiendo al president Artur Mas con el president Carles Puigdemont. Un error que, cuando lo ha enmendado Forcadell, ha encajado con una mueca y uno "bueno", y del cual no se ha recuperado.

Con Forcadell ha acabado los interrogatorios a los acusados. Este miércoles empiezan las declaraciones de los testigos.