La estrategia ha sido sencilla: desbordamiento. Si el lunes el público que seguía el juicio desde la sala de plenos del Supremo tenía un perfil claramente unionista, o sencillamente, simpatizantes de Vox que lucían un pin verde en la solapa, después de tres días, el independentismo ha aprendido la lección.
A las cinco de la mañana los primeros en llegar a la puerta donde hace cola el público han sido un grupo de miembros del grupo parlamentario y de amigos de Jordi Turull que estan desde el lunes por la noche en Madrid. La ANC y los Madrileños por el derecho a decidir han venido detrás. Entre los simpatizantes de Vox el judici en este momento ha perdido interés. Ya volverá. Cuando se han repartido los 40 números para entrar, estos grupos tenían más de 30.
A los miembros de la ANC se han sumado los representantes de las familias e incluso algun miembro del Govern, como el conseller Damià Calvet que a pesar de no figurar entre los dos representantes asignados por el ejecutivo para acompañar hoy a los presos, está en Madrid para estar presente cuando intervenga al conseller Josep Rull.
También los diputados de Madrid se han espabilado. La semana pasada el banco reservado al Congreso había quedado a menudo sin ningún representante porque pedían las plazas diputados de otros grupos para dejarlas vacías. El diputado republicano Joan Olòriz ha conseguido identificar al parlamentario del PP que tenía hoy entrada para reclamarsela.
Todos ellos han podido asistir a la confesión con que Jordi Turull ha arrancado su declaración tan pronto como el fiscal Jaime Moreno le ha preguntado si era socio de Òmnium Cultural o de la ANC: "Yo soy socio de Òmnium Cultural, de Cáritas, de la Fundació Catalana de l'Espai, de Intermon Oxfam, del RACC de la asistencia automovilística... De Òmnium soy socio desde hace más de 20 años y no me consta que sea ningún delito. No lo era durante el franquismo, me sorprende que se me haga esta pregunta ahora", ha replicado.
Dentro de la sala hace frío, como la semana pasada. Hay una especie de aire acondicionado que va soltando oleadas de una frialdad intensa. "Té quedas pajarito", describe uno de los asistentes a la vecina de banco. Jordi Cuixart no se quita la bufanda en todo el rato. Entre el público hay gente con chaqueta.
La declaración de Turull se sitúa en una estrategia a medio camino entre la de Oriol Junqueras y Quim Forn. Responde al fiscal y la abogada del Estado, pero también expone un contundente alegato político. Recuerda una y otra vez que hacer un referéndum no es ilegal, insiste en los repetidos intentos para pactar con el Estado y que la determinación ciudadana no contemplaba la posibilidad de resignarse.
El fiscal Jaime Moreno, muy incisivo en todo momento, no muestra las imprecisiones con que había sorprendido Fidel Cadena la semana anterior. El fiscal "martillea" en palabras de un experto jurista presente entre el público. Intenta sus ofensivas una vez y otra... Como un tiburón rodeando la presa. Incluso, el mismo Turull reclama el amparo de Marchena porque no se le permite acabar las respuestas.
La tensión en la sala se puede palpar mientras interroga al fiscal, lo cual no impide algún -sorprendente- momento de distensión. Turull tiene que traducirle al fiscal un documento en catalán e ironiza que no se lo esperaba tener que hacer este papel mientras el fiscal intenta leer el texto. "Voy haciendo mis pinitos", le replica Moreno para recordar a continuación que intervino a la causa del 9-N. Y la broma pierde la gracia. Son pequeñas treguas aparentes. Porque las ofensivas no se detienen en ningún momento. Y son implacables.
Incluso el abogado de Junqueras, Andreu Van den Eynde y el de Turull, Jordi Pina, tienen que intervenir ante alguno de los envites.
No obstante, el tono cae en picado cuando aparece la abogada del Estado. A penas arrancar, el presidente del Tribunal la tiene que interrumpir ante una pregunta larguísima e incomprensible. "A ver, a ver, ya me he perdido", se exclama Marchena, provocando risas entre el público, a pesar de la amenaza que lanzó la semana pasada ante este tipo de reacciones.
Cuando el presidente levanta la sesión para el receso del mediodía y de la comida, los presos también tienen la lección aprendida, se acercan a la primera fila del público para saludar al gobiern y a las familias. Hoy, sin embargo, ha mucho más público que se intenta acercar. Turull se acerca a su hija y la abraza. "Aprovecho para felicitarte que el sábado haces 18 años", le dice al oído. Y se marcha saludando a cuantos puede. El interrogatorio todavía no ha acabado. Después de la comida continuará.