El juicio al procés se acabará el 12 de junio. Y habrá durado 4 meses clavados. Como si de un guion preestablecido se tratara, nadie se ha alejado ni un ápice de lo que estaba previsto. La Fiscalía no se ha movido ni un centímetro. El resto de acusaciones son poco relevantes a la hora de dictar sentencia. Y las defensas no han querido arriesgar y quizás en algún momento se han quedado cortas. Con todo, nada de lo que hubieran podido hacer parece que hubiera tenido efecto ante un juicio que sigue su curso hacia un camino muy directo.

El martes empezará, ahora ya sí, el tramo final. A las 9:30h. Las defensas tendrán que hacer su informe final. Y después cada uno de los procesados tendrá su último turno de palabra. Cada abogado dispone de una hora para defender a su acusado. Como algunos tienen a más de uno, sumarán los tiempos. Pero también cederán minutos a sus colegas. En total tienen 12 horas para exponer los informes finales, entre todos. Pero, por ejemplo, Andreu van den Eynde cederá un cuarto de hora a Xavier Melero. El tribunal también ha previsto 10 minutos para que cada uno de los acusados exponga su último turno de palabra. Eso en total son 2 horas.

El martes y miércoles, serán por lo tanto, dos días intensos y perfectamente calculados con las pausas que fija el tribunal y que es implacable a la hora de hacerlas, así como lo ha sido a lo largo de todo el juicio, también con los horarios de empezar y acabar.

La sentencia

El miércoles el juicio quedará visto para sentencia. La sentencia se dictará en otoño. Y nada parece hacer pensar, a nadie, que rebaje mucho las penas que se piden. Manuel Marchena y el resto de magistrados de la Sala Segunda se encerrarán a valorar todo lo que han visto y oído durante estos cuatro meses. La sentencia se espera en otoño.

Durante estas 16 semanas de vistas se ha visto una fiscalía rotunda. Los cuatro fiscales, sobradamente criticados por la poca preparación del juicio, sacaron pecho la última semana y hablaron por primera vez del procés como "golpe de estado". Cargaron contra los acusados por "haber intentado liquidar la Constitución" en Catalunya y provocar un enfrentamiento entre "miles de ciudadanos contra los servidores del orden público", una situación que, según la Fiscalía, no solo admitieron "antes de abortar la vía unilateral", sino que promovieron.

La violencia ha sido el centro del debate durante todo el juicio. ¿Hubo o no? ¿Y la que hubo, por parte de quién fue? ¿Quién la motivó? ¿justifica el delito de rebelión? La violencia ha sido siempre un motivo de discrepancia entre las dos principales acusaciones, la Fiscalía y la Abogacía. De hecho, es el principal elemento que diferencia el delito de rebelión del de sedición, los dos delitos que piden cada una de las acusaciones.

Mientras el ministerio fiscal tiene claro que en el otoño del 2017  hubo violencia "suficiente" para los "objetivos" de los acusados —que la aceptaron e impulsaron— y que "sin violencia física no habría sido posible cruzar caminos necesarios" en su hoja de ruta. La Abogacía considera que no fue "uno de los elementos estructurales del plan" ni fue "idónea, suficiente o proporcionada" para conseguir sus fines.

La Fiscalía acusa de rebelión a nueve encausados, para los que pide entre 16 y 25 años de prisión; la Abogacía opta por la sedición y solicita condenas de entre 8 y 12 años.

Junqueras vs Puigdemont

El tribunal no ha podido juzgar a Carles Puigdemont. Pero a falta de pan buenas son tortas. Y Oriol Junqueras ha pasado a ser "el motor de la rebelión".

Impasible, como lo ha estado a lo largo de todo el juicio, y sentado en su esquina como si la cosa no fuera con él. Ha escuchado las duras palabras del fiscal Javier Zaragoza, que lo acusó de ser el "motor de la rebelión" y ejerció el "liderazgo" del procés, un papel que seguramente no rehúye el líder de ERC, "quien ha empujado desde hace muchísimo tiempo para que eso se produjera".


La Fiscalía lo situó en todos los sitios y le atribuye decisiones clave del procés independentista, especialmente en la reunión en la que el Gobierno desatendió las advertencias de los Mossos sobre el riesgo de violencia el 1-O. Después el fiscal cogió la retórica para criticarlo para convertir el "monólogo" de su declaración ante el tribunal en un "ejercicio de cinismo sin precedentes".

El 'cortijo' de la Generalitat

La Fiscalía también dedicó tiempo a condenar el "inmenso despilfarro" y "espolio" de fondo públicos llevado a cabo por el Gobierno de Carles Puigdemont, que actuó según su opinión como una "organización criminal" que hizo de la Generalitat su particular "cortijo".

Unos tres millones de euros calcula la Fiscalía que salieron de los fondos públicos catalanes para financiar el procés y hace responsable de eso a los nueve consellers que se sientan en el banquillo por haber firmado, al lado de los otros que se encuentran exiliados, un acuerdo solidario en lo que asumían los gastos del referéndum, declarado ilegal.

Pero no hay pruebas que demuestren los pagos. Los testigos del delito de malversación, los responsables de las empresas proveedoras y personal liberal, han sido los que mejor lo han hecho en este juicio. Relatos tranquilos, despreocupados, alineados en una misma tesis y manera de hacer, que hicieron arrancar a más de uno una sonrisa, y a más de otro una mueca de rabia y desesperación.

Cine sin palomitas en el Supremo

A quince días para el final del juicio, después de 3 meses y medio de sesiones y 500 testigos, por fin llegaron los vídeos al tribunal del procés. Bajo la dirección de las acusaciones y con algún traspié de la Fiscalía, el Supremo se convirtió en una sala de cine con la exhibición de imágenes de escarnios, cacheos del 20-S y episodios de violencia ciudadana en los colegios del 1-O.

Todo se resume en dos imágenes: La de Cuixart, con un perfil bajo a lo largo del juicio, encima en los coches de la Guardia Civil y en un escenario ante el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya animando a la gente a seguir contra el Estado. Y la de aquellos ciudadanos que toman la iniciativa de impedir la entrada en colegios y dificultar los cacheos a las fuerzas de seguridad del Estado que desembocan en episodios violentos, claves en la rebelión de la que le acusa la Fiscalía.

En medio del pase de los vídeos... el descontrol. Un vídeo que se le coló a la Fiscalía de una tertulia del programa El gato al agua que rápidamente el presidente del tribunal pidió sacar. Vídeos que estaban repetidos no una vez sino hasta tres veces, sin que la Fiscalía hiciera un filtro previo. O los que exhibieron que tuvieron lugar después del 27-O, sin conexión con los hechos.

Un nuevo capítulo de un juicio que desde el tribunal se ha querido vender como riguroso y con todas las garantías pero que en algunos momentos ha rallado el ridículo. Como el testigo repetido de lo que advirtió el abogado Jordi Pina.

Entre bambalinas

La otra cara del juicio es la que se vive entre bambalinas, en los pasillos. El público ha ido bajando y ha vuelto a remontar durante las vacaciones de Semana Santa y los días finales, con los testigos de la defensa, la exhibición de las imágenes y los alegatos finales.

Los presos han podido recibir la visita de familiares y amigos durante la pausa del mediodía, casi siempre, de dos horas. Algunos acusados han perdido el AVE algún día llegando tarde a la sesión. Entre la cotidianidad habido las carrerillas de abogados y periodistas los jueves, al acabar la sesión, para poder coger el AVE de las 20 h. Las maletas en las diferentes salas del Tribunal Supremo. Los camareros de los restaurantes de la zona que ya sabían incluso el orden de comparecencias. Los policías de la puerta que dejaban pasar sin enseñar la acreditación, y los que todavía siguen sin dejar pasar ni una. Los encuentros con abogados en el Claustro...

Los resfriados, alergias, la fiebre, contracturas y dolencias varias de 4 meses de juristas, periodistas de Madrid, de Catalunya y abogados. Y el cólico nefrítico de Andreu Van den Eynde que lo ha obligado a dar paseos por los pasillos.

Cuatro meses de juici que se cierran esta semana y que conlcuirán en una setencia este otoño que se espera dura y ejemplar.