Después de cuatro meses de juicio, el último turno ha sido para los acusados. Los doce, sentados de nuevo en el centro de la sala, han tomado la palabra para reiterar sus convicciones, para defender devolver el procés a la política, para reclamar diálogo, para agradecer el apoyo a sus familias...y para advertir al tribunal de la transcedència de la decisión que deberan tomar.
La sala, llena hasta los topes. En la primera fila, el president de la Generalitat, Quim Torra, y el presidente del Parlament, Roger Torrent, al frente de una amplia representación política que hoy ha obligado a desalojar bancos que habitualmente ocupaba la prensa.
Apenas ha tomado la palabra, Oriol Junqueras ha evocado los versos del Canzoniere de Petrarca, aprendidos en la infancia en el Instituto Italiano, para advertir que de poco sirve hablar si nadie escucha. Y el tribunal ha escuchado con atención. A todos y cada uno de los presos, a los cuales el presidente de la sala, Manuel Marchena, ha ido llamado uno tras el otro advirtiéndoles, previamente, que no podían hablar más de los quince minutos que se han acordado.
Junqueras ha consumido apenas cinco de los minutos que le tocaban para acabar reclamando devolver el pulso catalán a la política. Al diálogo, la negociación y el acuerdo. Raül Romeva ha advertido que en el banquillo de los acusados no hay sólo 12 personas sino, más de dos millones, por lo cual ha reclamado a los jueces que sean "valientes" a la hora de tomar su decisión.
A la derecha de la sala, los fiscales Jaime Moreno y Fidel Cadena, que han tenido que encajar reproches de los acusados, han seguido las intervenciones con más educación que interés. Javier Zaragona y Consuelo Madrigal, no estaban. Sí ha seguido los parlamentos la Abogada del Estado, Rosa María Seoane. Los dos representantes de la acusación popular, los diputados de Vox Javier Ortega Smith y Pedro Fernández, han evitado ni siquiera mirar a los acusados. De hecho, Ortega ha dejado escapar algún bostezo.
Joaquim Forn ha recordado al tomar la palabra que lleva casi 600 días en la prisión, ha reprochado que se le condena por sus ideas, pero que sigue luchando por la democracia y la libre determinación de Catalunya. "No creo que sea delito", ha remachado.
Lo escuchaban entre el público su esposa y su hija, sentados con las familias, esposas, marido, hijos y compañeros del resto de acusados. A medida que avanzaban las intervenciones la emoción se ha ido concentrando en la sala de plenos del Supremo.
También en la voz de los acusados. Jordi Turull ha advertido al tribunal que Catalunya la palabra resignación no la conoce, pero se le ha roto la voz cuando ha agradecido el apoyo de su familia. Josep Rull ha evocado "el Govern del presidente legítimo, Carles Puigdemont". "Saldremos adelante", ha asegurado.
"No me gustaría estar en su piel", ha advertido a los jueces Jordi Sànchez, que ha citado a Sócrates y Hannah Arendt, y la norma Lamardi creada por un preso que conoció en Lledoners, según la cual al final ninguna puerta se resiste. Ha sido un momento curioso en que, a pesar de la tensión, Sànchez ha conseguido arrancar una sonrisa de los presentes, incluido entre los jueces, antes de advertir del convencimiento al 100 por 100 que también Catalunya conseguirá abrir la puerta.
La carga más directo contra la Fiscalía ha sido la de Carme Forcadell que, vestida con chaqueta y pantalón amarillo, ha recordado que ha sufrido ya "447 días de prisión injusta" antes de dar repaso a las inexactitudes y errores del informe de las acusaciones. "Espero que tengan en cuenta todas estas circunstancias y juzguen todos los hechos comprobados y no las falsas especulaciones que falsean la realidad", ha reclamado.
También Dolors Bassa ha reiterado sus convicciones a la vez que advertía a los jueces de la trascendencia de la decisión que tienen que adoptar ya que la sentencia que dicten no solos marcará el final de su vida sino "el principio de la solución para muchas personas".
La mayor parte de las intervenciones no han consumido el tiempo asignado, pero las frases que iban dejando caer resonaban en las paredes rojas y adamascadas de una sala que otro mes de junio de hace 84 años vivió un juicio inquietantemente similar.
El último de los presos que ha hablado ha sido Jordi Cuixart. Ha dejado claro que se considera un preso político y que siempre ha actuado con conciencia y coherencia. "Todo lo que hice lo volvería a hacer", ha asegurado tanto al empezar como al acabar. Mirando al tribunal ha replicado a la pregunta de si alentó a la gente a salir a la calle exclamando en catalán: "Catalans, movilizació pacífica, democràtica, permanent i cívica".
Santi Vila ha abierto el turno de los encausados que se encuentran en libertad. Cuando Vila ha tomado la palabra, Torra ha abandonado unos momentos la sala, lo cual ha provocado todo tipo de comentarios. Después de un breve receso, han acabado Meritxell Borràs y Carles Mundó, que ha insistido en que este juicio es un fracaso de la política y ha pedido el deseo -"seguro que compartido por millones de personas"- que los presos salgan el libertad.
Mucho antes de la hora prevista y después de cuatro meses de sesiones, el juicio al procés ha acabado y el Marchena ha pronunciado el esperado visto para sentencia.