Montserrat y Ricard son de les Franqueses del Vallès. Han venido a Madrid con su vehículo para participar en la manifestación del sábado. Antes de las ocho ya estaban en la puerta del Supremo para conseguir un lugar entre el público. No han tenido problema eran de los primeros de la fila. Las madrugadas en el Supremo ya no son lo que eran. Ya no hay aquellas colas de los primeros días agitados por la expectación del comienzo del juicio y la declaración de los acusados.
Hoy el tema en el tribunal del 1-O sigue siendo la malversación. Después de dos días de ir y venir de palets de cartas de Unipost, y de carteles que pasan por las manos de diseñadores gráficos e imprentas, las acusaciones no han conseguido exhibir ante la sala ni un solo testimonio que demuestre que se destinó dinero público para pagar el referéndum. No hay cobros y tampoco encargos.
Un cierto zumbido de mosqueo resuena en la sala. Hay quien habla de actitudes evasivas de algunos testigos. Curiosamente se trata de una reacción que no han provocado otras intervenciones que se han escuchado estos días en el juicio y que han dejado a tribunal y acusaciones tan fríos como el mármol de las paredes. Sin ir más lejos, la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, aseguró ante el tribunal que no sabía si se había publicado o no la declaración de independencia, justamente la declaración que desencadenó el 155. No obstante, es el exministro Juan Ignacio Zoido quien se lleva la palma con la espectacular y caudalosa cascada de "no sé" y olvidos con que inundó la sala y que generó todo tipo de comentarios más allá del Supremo.
En cualquier caso, y después de cinco semanas de proceso, Manuel Marchena ha considerado que hoy tocaba recordar las reglas del juego. Ha sido un aviso a navegantes, según algunos. Y le ha tocado recibir la andanada al responsable de Difusión de la Generalitat, Jaume Mestre.
El testigo recordaba con claridad meridiana que nadie había pagado nada, pero aseguraba haber olvidado muchos de los detalles que le pedía la fiscalía, además de negar en redondo que hubiera hablado con la presidenta de la CCMA, Núria Llorach, sobre el anuncio del referéndum que se emitió en los medios públicos, tal como ella sostiene.
En el enésimo no lo sé, Marchena le ha interrumpido para leerle no la cartilla sino el artículo 460 del Código Penal. Ha querido advertirle que el falso testimonio no consiste sólo en no decir la verdad y que "cuando un testigo altera sustancialmente la verdad con inexactitudes o silenciando datos relevantes que conoce incurrirá en responsabilidad penal". "Es evidente que hay preguntas que está eludiendo", ha remachado.
El chubasco no ha cambiado el tono de la declaración, aunque el fiscal, Jaime Moreno, ha insistido asegurando que le daba una nueva "oportunidad" al testigo. Pero las respuestas no han variado. Y la voz irritada del fiscal ha ido creciendo hasta que ha decidido entrar a rematar el toque de atención de Marchena. Moreno ha pedido que se deduzca testimonio por delito de falso testimonio en el juzgado de guardia, pero el presidente de la sala ha recordado que no se puede anticipar, más allá de inexactitudes y evasivas, hasta que termine el proceso.
Una parte de los acusados sigue el juicio desde el centro de la sala, mientras el resto lo hace desde detrás de sus abogados. La expresidenta del Parlament Carme Forcadell, con una chaqueta rosa chiclé habla a menudo con su abogada, a su lado, Dolors Bassa toma notas constantemente. En el fondo de la sala, también Oriol Junqueras, escribe y lee, mientras Raül Romeva escuchaba con atención la intervención de los testigos, que este miércoles ha cerrado el que fue responsable del Diplocat, Albert Royo. Entre el público, el corresponsal en Madrid del New York Times.
Cuando se levanta la sesión Montserrat y Ricard observan a distancia cómo los presos saludan a algunos de los presentes antes de marcharse. La sesión se ha parado al mediodía y ya no se reprenderá hasta mañana, jueves, cuando está prevista la comparecencia uno de los testigos más esperados, el mayor Josep Lluís Trapero.