Ya hace dos semanas que Pedro Sánchez se llevó su peor porrazo desde que es presidente del Gobierno. En Ferraz y en La Moncloa se notan cada vez menos los efectos del estruendo, y el presidente español ya ha engrasado su maquinaria, que hace días que funciona con normalidad, a pesar de la sacudida. Las líneas maestras del manual de instrucciones para encarar el mes de junio parecen, de momento, claras: amenazar con la llegada del PP de Feijóo al Gobierno con el apoyo de la extrema derecha de Vox, comparar las dos formaciones con el 'trumpismo', e interpretar el 23-J como un plebiscito. ¿Y a partir de julio, qué puede marcar la agenda del presidente? Sánchez tendrá que probar un cóctel agitado en Bruselas en que se mezclan la presidencia rotatoria europea con el presidente Carles Puigdemont.

El mes de julio de Pedro Sánchez será de infarto, y eso ya se nota en sus gestos. No solo en el tono de sus intervenciones, que ha perdido aquella película de confianza que caracteriza al presidente del Gobierno, sino también en aquello que deja en negro sobre blanco: las papeletas de las elecciones generales. A pesar de la voluntad de intentar ganar el 23-J y mantenerse en La Moncloa, Pedro Sánchez ha querido antes blindar a sus ministros e incluirlos a prácticamente todos en las listas electorales del PSOE para que, en caso de una victoria de PP y Vox, estos tengan igualmente sus escaños asegurados al Congreso de los Diputados.

El 23-J genera, en sí mismo, varios obstáculos a Pedro Sánchez. En primer lugar, la voluntad del líder socialista de convertirse en el imán del voto útil puede chocar con un buen obstáculo: la fatiga del votante. Hará menos de dos meses que fue llamado a las urnas, y ahora siente que tiene que ir a votar en pleno verano por una estrategia electoral de Sánchez.

El presidente del Gobierno, además, tendrá que girar por territorios que el 28-M dejaron de lado al PSOE y reencontrarse con barones que han perdido sus gobiernos autonómicos a causa de la derrota de las elecciones del mes de mayo. Todos los periodos electorales son agónicos, pero este lo será especialmente, por el riesgo que tiene Pedro Sánchez de caer en desgracia y tener que hacer las maletas y marcharse de La Moncloa. La vista, además, la tendrá que fijar también en Bruselas.

Presidencia europea

La noche del 28-M, en La Moncloa, Pedro Sánchez y su equipo tuvieron que resolver una ecuación muy complicada. Muchos de los fortines socialistas por todo el territorio se hundían y eran conquistados por el PP. Su laboratorio consideró, finalmente, que el camino que daba más opciones a Pedro Sánchez de sobrevivir y de mantener el Gobierno en manos del PSOE era convocar unas elecciones anticipadas.

En sus cálculos se analizaron muchas variables. Y una de las que había sobre la mesa es la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea. Antes de la derrota de las elecciones municipales y autonómicas, la idea era celebrar las generales en diciembre. Y al estado español le toca, precisamente, ostentar esta presidencia europea desde julio hasta diciembre. Como Sánchez es un presidente que se siente especialmente cómodo en la escena internacional, la intención del líder socialista era aprovechar este escenario para hacer campaña electoral. No podrá ser. Su sala de máquinas, a último momento, consideró que de todas las variables esta era de las menos valiosas, y, para promocionarse, Sánchez solo hará uso de esta presidencia rotatoria un máximo de 23 días.

Pedro Sánchez en Bruselas rodeado de varios líderes internacionales / Foto: Europa Press

No solo podrá hacer muy poco uso a escala propagandística, sino que incluso parece que ahora mismo le moleste un poco. El presidente español ha salido muy tocado de la debacle del 28-M, en Europa se lo huelen, y el PP quiere hacer el máximo de sangre posible. Es por eso que Sánchez ya se ha visto obligado a hacer su primer paso atrás en relación con esta presidencia europea: para evitar que el presidente español utilizara el pleno en la Eurocámara como ventana para el 23-J, el Partido Popular Europeo pidió a la presidenta de la cámara que aplazara hasta septiembre la comparecencia ante el pleno en la que se presentarían las prioridades de la presidencia española del Consejo.

Antes de que la sangre llegue al río, o que La Moncloa se tuviera que llevar una bofetada por parte de las instituciones europeas si Roberta Metsola le daba la razón al PP, Sánchez ha decidido aparcar el tema. El Gobierno ha pedido ahora que se aplace el discurso inicial de Pedro Sánchez sobre esta presidencia, a fin de que no coincida con la campaña del 23-J. Paralelamente, sin embargo, el ejecutivo de Sánchez ha pactado con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, avanzar la visita del Colegio de Comisarios al 3 de julio en Madrid, para abordar los temas de interés de esta presidencia rotatoria.

La inmunidad de Puigdemont

Dos días después, a las nueve y media de la mañana, llegarán a Madrid noticias provenientes de Bruselas. La sentencia del Tribunal General de la Unión Europea sobre la inmunidad del president de la Generalitat en el exilio, Carles Puigdemont, se hará pública el miércoles 5 de julio. Cualquier pronunciamiento del TGUE sacudirá la imagen de España en Europa.

Carles Puigdemont, en el Parlamento Europeo / Foto: Eurocámara

Si el tribunal mantiene la inmunidad de Puigdemont, el presidente podrá pasearse por el continente sin tener que sufrir por ninguna euroorden y, según cómo, habría que ver si podría incluso pisar el estado español. Ahora bien, si Puigdemont perdiera la inmunidad, empezaría un nuevo proceso judicial en Bélgica que tendría que analizar si hay que extraditarlo o no, teniendo como base el pronunciamiento que hizo el TJUE el pasado mes de enero; y España volvería a centrar todas las miradas para perseguir a un presidente por el hecho de haber puesto las urnas.

Por mucho que estos escenarios podrían estropear la imagen de España a Europa, es bien cierto que el 28-M ha demostrado a Sánchez que al electorado español no le han gustado sus pactos con el independentismo, de manera que podría salir airoso de cualquier bofetada relacionada con la situación del presidente en el exilio. Ahora bien, sí que podría hundirle parte de sus planes en Catalunya, un territorio donde este 23-J puede funcionarle con éxito el discurso del miedo, del trumpismo y del 'Si tú no vas, ellos vuelven'. Con el estruendo sufrido por los independentistas el 28-M, el electorado catalán es un buen saco para recoger votos útiles contra el PP y Vox.