Si hay alguna cosa que caracteriza hoy en día el discurso de la derecha y la ultraderecha españolista es, sin duda, su beligerancia. Las palabras, expresadas a menudo con dureza e incluso odio, contra los migrantes, los musulmanes y las culturas nacionales minoritarias, son una constante. El fenómeno se ha acentuado recientemente con la irrupción de Vox, y un Partido Popular que se ha sumado con ganas de seguirle el hilo, incrementando su ya tradicional radicalidad. Hoy en día, los conservadores han acabado escorados a la derecha, profiriendo, a menudo, el mismo relato que la ultraderecha.
Pero había un tiempo en que pedían perdón por su extremismo. Hace falta tirar de hemeroteca y retroceder hasta el año 2010. En una línea de total normalidad para Xavier García Albiol, líder de los populares en Badalona, preparaba su mejor arma para robarle la alcaldía al PSC. Siguiendo la estrategia de vincular inseguridad con inmigración (que culminaría algunos años después con su infame campaña 'Limpiando Badalona'), Albiol optó por repartir dípticos a los vecinos en que aparecía una fotografía con el mensaje 'No queremos rumanos' al lado de una promesa: 'Más seguridad'.
La clara alusión racista no fue lo bastante evidente, en un primer momento, para el partido. Hacía solo unos días, Albiol se había apresurado a aparecer en la televisión para afirmar que los rumanos habían venido a Catalunya "exclusivamente a ser delincuentes", y los tachaba de "plaga" para la ciudad. La entonces líder del PP en Catalunya, Alícia Sánchez-Camacho, acompañó al badalonés a repartir el panfleto por las calles, en plena campaña para las municipales del año siguiente.
La dirección se desmarca
Las críticas, sin embargo, no tardaron en llegar. Y venían de la cúpula del PP nacional. Ana Mato, vicesecretaria de Organización y Electoral en aquel momento, se apresuró a desmarcarse de la apuesta de Albiol, aclarando que no compartían su lema y que no se hacían "responsables" de este. Inmediatamente, Sánchez-Camacho siguió la línea oficial, pidiendo públicamente perdón y retirando su apoyo del mensaje. "La delincuencia no tiene nacionalidades", aseguraba.
Y es que la polémica llegó más allá de las fronteras catalanas y de las oficinas de Génova. El entonces vicepresidente de las Canarias y líder del PP en las islas, José Manuel Soria, exigió la dimisión del candidato badalonés si no rectificaba y pedía disculpas por el mensaje de odio contra los rumanos. Incluso se atrevía a especular que "la inmensa mayoría de dirigentes y militantes" popular tampoco compartían la posición de Albiol.
El naufragio de los populares
Eran, definitivamente otros tiempos. Aquel mismo año, Catalunya celebraba elecciones en el Parlamento, y Sánchez-Camacho conseguía los mejores resultados de los populares en Catalunya con dieciocho escaños, uno más que los que obtuvo Alejo Vidal-Quadras en 1995. La líder repetiría en el 2012 y volvería a romper el récord, rozando todavía más la veintena de diputados. Pero entonces empezaba el naufragio.
Tres ciclos electorales después, el Partido Popular es, hoy por hoy, una fuerza irrisoria en Catalunya. Los datos lo constatan. Los tres escaños que ganó hace un año es la cifra más baja en toda su historia, y la dejó como última fuerza parlamentaria, condenándolo, incluso, al grupo mixto de la Cámara. En el ámbito local, no puede decirse que la situación sea mucho mejor. Los populares cuentan hoy con un total de 67 concejales repartidos por todo el territorio, que es también el número más bajo desde la transición. La única presencia destacada, claro está, es en Badalona, donde el populismo personalista de García Albiol todavía permite llevarlo a la alcaldía.
El PP, escorado a la derecha por la ultraderecha
Es precisamente esta la estrategia, que escora el PP capa vez más hacia la derecha, a la cual se ha visto condenado el partido en los últimos años. La irrupción de Vox en el panorama político ha barrido a los conservadores en territorio catalán. La ultraderecha ha arrasado, convirtiéndose en cuarta fuerza en sus primeros comicios en Parlament, mucho por delante de las cifras alcanzadas por los populares. Pero para intentar evitar la desaparición, estos han tenido que seguir el camino de Vox.
El odio de los de Ignacio Garriga hacia el independentismo se ha evidenciado repetidamente, y de hecho ha sido el principal pilar sobre el cual se ha asentado su éxito electoral. Ya como acusación popular contra los presos del 1-O, los ultras forzaron la maquinaria judicial. Más adelante, y ya después del 14-F, Garriga aprovechó la ronda de reuniones con la presidenta del Parlament, Laura Borràs, para amenazarla con los tribunales. Y el jefe del ejecutivo catalán, Pere Aragonès, también recibió, advertido que, si impulsaba un nuevo procés hacia la independencia, la ultraderecha le enviaría a él y al resto de políticos de su órbita a la prisión.
La inmersión lingüística, en el ojo de mira del PP
Pero una cuestión que Vox ha relegado a un segundo término ha sido, sorprendentemente, el debate de la inmersión lingüística. La formación convocó una protesta ante el Parlament hace un par de meses que fracasó, con solo un centenar de manifestantes. Garriga aprovechó la oportunidad para dirigir sus habituales palabras duras y llenas de odio, acusando a los miembros del Govern de ser unos "matones" por "perseguir" a la familia que pidió aplicar la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, que impone un 25% de castellano en las aulas, en una escuela de Canet de Mar. Pero, más allá, ha dejado la puerta bastante abierta.
Es por aquí donde ha entrado el Partido Popular. Aprovechando el debate, la formación ha decidido posicionarse con la misma beligerancia que lo ha hecho Vox en otros temas. Cabe decir que la sección catalana del partido no se ha tirado mucho en la piscina. Alejandro Fernández, líder popular en el Parlament, se ha referido en contadas ocasiones al caso de Canet de Mar, acusando a los defensores de la inmersión lingüística de "apedrear la casa" de la familia. Más allá, criticó la "pérdida de calidad democrática" que estaba causando el debate.
Beltrán, Casado y Aznar incendian el discurso
Pero el belicismo más violento se ha importado principalmente de fuera de Catalunya. En medio de un tira y afloja con Ciutadans y Vox para ver quién la decía mayor, el PP se llevó el oro gracias a la vicesecretaria de Organización y presidenta de los conservadores en Navarra, Ana Beltrán. Para ella, la situación en Canet de Mar era plenamente comparable con el nazismo. ¿"Qué nos queda para ver? ¿Llegaremos a ver en Catalunya a los que piden que se pueda estudiar en castellano con un brazalete marcado, para que puedan ser señalados en la calle, cómo hacían a los nazis con los judíos?", preguntaba en una visita a Barcelona. Y añadía, tajantemente: "Es el más puro estilo fascista".
El máximo dirigente de los populares, Pablo Casado, tampoco pudo evitar la tentación, tirándose también de cabeza en el debate. Desde Santiago de Chile, afirmaba que el Gobierno estaba impulsando "un apartheid lingüístico en Catalunya"; desde Montjuïc, amenazaba al conseller de Educación, Josep González Cambray, y al resto del ejecutivo catalán con los tribunales, e instaba al presidente español, Pedro Sánchez, a aplicar el artículo 155 en el territorio. Y, en una de sus intervenciones más destacables, Casado aseguraba sin pelos en la lengua una nueva mentira: "En Catalunya hay profesores con instrucciones de no dejar ir al lavabo a niños porque hablan en castellano".
La última muestra de la radicalización del relato del Partido Popular ha venido de uno de sus históricos, José María Aznar. En una visita hace solo unos días en la capital catalana de la mano del Círculo Ecuestre, el exjefe del ejecutivo español aprovechaba su repaso de la actualidad para lanzar un dardo a la inmersión lingüística y a la sentencia del TSJC. Así explicaba qué está pasando en las escuelas del país: "No se está discutiendo cómo se protege el catalán, estamos hablando de qué se quiere exterminar el castellano". Y añadía, con cierta soberbia, que "el castellano es inexterminable, aunque se empeñen".
Mientras Vox dure, la estrategia del PP será esta
Entre los hechos racistas de Albiol del 2010 y el debate de la inmersión lingüística actual hay un puñado de años, pero la evolución del partido tiene un responsable claro: la aparición de Vox ha obligado claramente los populares a transformar su discurso y alejarse de la 'corrección política'. En Catalunya, los conservadores siempre se habían situado en los límites de la opinión pública, profundizando en el racismo, la islamofobia y la persecución de las culturas nacionales minoritarias sin escrúpulos, pero el hecho de estar solos en este espacio ideológico les permitía disculparse cuando la realidad lo obligaba (cómo pasó con los hechos de Badalona). Ahora, la situación es completamente diferente, con una ultraderecha que lo adelanta y lo obliga a hacer de la radicalidad su punta de lanza. El discurso de los populares sobre la inmersión lingüística lo demuestra. Mientras el fenómeno Vox dure, la estrategia de la derecha españolista seguirá siendo esta.