Las declaraciones institucionales fueron la primera señal. El 24 de febrero, sólo unas horas después del inicio de la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas, el Parlament de Catalunya (como el de tantos territorios de toda Europa) decidió pronunciarse en contra de la invasión. El texto, leído por la presidenta de la cámara catalana, Laura Borràs, al inicio de la sesión de tarde del pleno, no parecía que tuviera que ser demasiado controvertida: sencillamente condenaba el ataque ruso, que describía como "una violación flagrante del Derecho Internacional, que tiene graves consecuencias a escala regional y global, y que debe comportar la asunción de responsabilidades por parte de sus promotores", mientras que apostaba por la diplomacia como herramienta para resolver la situación.
El grupo parlamentario de Vox, sin embargo, prefirió desdecirse y emitir su propio comunicado de rechazo. La decisión evidenciaba que los de Ignacio Garriga priorizaban sus intereses partidistas: la ultraderecha no estaba dispuesta a firmar ninguna declaración institucional ni en la cámara legislativa catalana ni en la vasca (donde tiene solo un diputado) sobre la cuestión bélica. Lo argumentaba así: "Vox no firmará ninguna declaración institucional al lado de aquellos partidos que promueven abiertamente la violencia y los ataques a la unidad nacional", en una referencia evidente y nada innovadora a los independentistas y a aquellos que siempre intentan vincular con ETA. En esta línea, la formación aprovechaba para cargar contra estas "fuerzas separatistas que amenazan la unidad de las naciones", antes de referirse a la invasión rusa para condenar "la violación de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania" y exigir a Vladímir Putin que parara el conflicto.
No es el único ámbito institucional en que han actuado así. También en Aragón evitaron firmar una declaración contra el ataque militar. "Las Cortes de Aragón condenan el ataque de Rusia a la integridad y la soberanía de Ucrania. Asimismo, muestran su solidaridad con el pueblo ucraniano y solicitan una respuesta coordinada en el marco de la Unión Europea y la OTAN", leía el comunicado. Un texto bastante austero, pero insatisfactorio para la ultraderecha, que se justificaba afirmando que se trataba de un tema "complejo" y no querían "improvisar". La declaración quedó sin aprobarse, ya que necesitaba un apoyo unánime de todos los partidos.
Más de 200 tuits borrados
Más allá de las críticas, queda claro que la invasión de Ucrania por parte de Rusia no es vista con buenos ojos por parte de Vox. No es de extrañar: sería difícil para la ultraderecha española argumentar su apoyo al ataque militar de Vladímir Putin en el contexto actual. Incluso los aliados más tradicionales del gobierno ruso, como la China, se han alejado de sus posicionamientos habituales para mostrarse críticos con la acción. Los de Santiago Abascal, que tan solo saltaron a la primera plana política en 2018 con el éxito en Andalucía, tienen todavía un recorrido demasiado prematuro en Europa para contar con una afinidad fuerte por el mandatario ruso. Pero eso no evita que, en el pasado, el líder de la ultraderecha española haya tenido vínculos con Putin.
Hasta ahora, Abascal se ha mostrado reticente a reunirse con él "por prudencia", y ha dudado públicamente sobre los beneficios de aliarse con Moscú. "Vuelvo a preguntarme: ¿qué gana Vox acercándose a Putin?", sentenció el español en una entrevista. No obstante, la hemeroteca revela todo lo contrario. En 2015, Santiago Abascal publicaba un tuit en que citaba al presidente ruso, haciéndose suya una frase absolutamente contundente: "Os iremos a buscar al fin del mundo y, allí, os mataremos". Unas palabras expresadas en relación con la explosión de un avión ruso en Egipto, y acompañadas de un proverbio latino: "Si quieres la paz, prepara la guerra". El tuit, premonitorio de la deriva bélica que ahora ha seguido Vladímir Putin, ya ha sido borrado de las redes sociales, pero el rastro no se ha perdido. Y tampoco ha pasado con los más de doscientos tuits suprimidos por la cuenta oficial de Vox el 8 de febrero, en plena escalada de la tensión con Ucrania.
Tampoco se han podido esconder los tuits del presidente de Vox en Ceuta. Tan solo un mes antes de la invasión de Ucrania, Juan Sergio Redondo hacía una defensa férrea del mandatario ruso y de su retórica. "Putin no tiene nada de interés en hacer nada de eso. Solo pide respeto por sus fronteras, algo que ni los Estados Unidos ni la Unión Europea ni la OTAN están haciendo," decía, antes de añadir: "Ya está bien provocar y después intentar quedar como víctimas". También compraba el discurso del presidente eslavo afirmando que Crimea, anexionada en 2014, "por derecho pertenece a Rusia", y describía Volodímir Zelenski como un "oligarca corrupto".
DENAES y HazteOir no engañan
Hay más. En 2019, la Fundación para la Defensa de la Nación Española, fundada trece años atrás por Santiago Abascal y presidida por él mismo hasta 2014, publicó un artículo lleno de alabanzas para el mandatario ruso. En el texto, la entidad, profundamente vinculada aún en la actualidad con la ultraderecha de Vox, se pronunciaba sin escrúpulos: "Vladímir Putin, que, guste o no, es un estadista como la copa de un pino, tiene muy claro algo que no expresan de manera tan precisa o contundente la mayoría de los políticos españoles: los traidores tendrían que ser castigados". La DENAES iba más allá, definiendo a Putin como un "líder patriota" y el "mayor genio geopolítico".
También el lobby ultracatólico y ultraconservador HazteOir, próximo a Vox hasta hace solo unas semanas por las diversas discrepancias surgidas entre la entidad y el partido, ha sido vinculado con el gobierno eslavo. HazteOir habría sido financiado por el oligarca ruso Konstantin Maloféyev a través del grupo CitizenGo, un hombre que manifiesta un apoyo abierto a Vladímir Putin. Incluso el tesorero del lobby, Álvaro Arsuaga, ha reconocido que el dinero que reciben beneficia indirectamente a Vox a través de campañas y acciones varias. Con todo, se evidencian los vínculos de la ultraderecha de Santiago Abascal con el entorno del presidente ruso.
Los aliados ultras en Europa, en la misma situación
Santiago Abascal no es el único que se ha encontrado inmerso en esta complicada situación. Sus aliados ultras más próximos en el continente habían compartido durante muchos años una cierta afinidad por Vladímir Putin, impulsada por unos principios ideológicos similares: el rechazo del feminismo y del movimiento LGBTI+, la defensa del patriotismo más acérrimo, y una mentalidad marcadamente cristiana. Ahora, sin embargo, todo ha cambiado. Y ninguna figura de la ultraderecha europea lo ha comprobado más que la francesa Marine Le Pen. La líder de Reagrupamiento Nacional se reunió en 2017 con Putin para trasladarle su apoyo a la anexión de Crimea y el rechazo a las sanciones europeas. El encuentro quedó inmortalizado en algunas fotografías que ahora la francesa quería aprovechar como reclamo de cara a los comicios de abril, haciéndolas aparecer en un folletín electoral. Hasta que Vladímir Putin decidió invadir Ucrania. Giro de 180 grados: Le Pen ya ha ordenado parar la difusión y destruir todos los ejemplares disponibles. Se habían imprimido más de un millón.