Nunca en los cuarenta años de democracia ha habido un president de Esquerra Republicana. Pere Aragonès pondrá fin a esta tendencia en las próximas horas. Con sólo 38 años, se convertirá en el president más joven. Todos sus predecesores —Pujol, Maragall, Montilla, Mas, Puigdemont y Torra— superaban la cincuentena cuando llegaron al cargo. A las cuatro de la tarde de este jueves, el líder de ERC dará el pistoletazo de salida al debate de investidura que tiene que culminar con su proclamación, este viernes al mediodía, gracias al voto a favor de la mayoría absoluta de 74 escaños independentistas. Todos ellos estarán sentados en el lado izquierdo del hemiciclo, que quedará claramente partido por el eje nacional en dos bloques. Nadie sabe cuánto durará la frágil reconciliación entre ERC y Junts, ni siquiera muchos de los protagonistas del nuevo Govern, pero de momento servirá para volver a investir a un president independentista.
Hace ocho meses. desde la inhabilitación de Torra, que Pere Aragonès ostenta el título de president sustituto. El nombre técnico que acordaron para que quedara claro que no se apropiaba un cargo de propiedad de Junts fue vicepresident con funciones de president. A partir de su toma de posesión, prevista para el lunes por la tarde, dejará atrás la provisionalidad y pasará a ser president con todas las funciones. Uno de los primeros movimientos será volver al despacho de president del Palau de la Generalitat.
Desde que él mismo oficializó el pacto con Junts que allana el camino para la investidura, Aragonès se ha recluido para centrarse en preparar su discurso de este jueves, durante el cual tendrá que presentar su programa de gobierno. Será, a la fuerza, una síntesis de aquello acordado con los junteros, pero incorporará también aspectos clave comprometidos con la CUP. Los anticapitalistas han garantizado sus 9 votos al líder de ERC, pero tienen la mosca detrás de la oreja porque en el documento hecho público con Junts se obvian puntos importantes como la municipalización de servicios básicos o apartar a la Brimo de los desahucios. En cualquier caso, darán, de entrada, un voto de confianza a Aragonès.
El papel de la oposición
Con respecto al resto de actores, el socialista Salvador Illa —ganador de las elecciones— ha asumido finalmente que su sitio estará en la oposición, como le sucedió a Arrimadas. Un papel que ejercerá, ha prometido, con contundencia y constructividad. Es decir, con la mano tendida para acompañar al Govern en todo aquello que tenga que ver con la gestión de la pandemia y los fondos europeos.
Los comunes, por su parte, han visto frustrado su intento de alejar a ERC de Junts y erigirse en socios estables de los republicanos. Aragonès les volverá a pedir colaboración. A la derecha, Cs y el PP buscarán no quedar eclipsados por la apisonadora de Vox, que cuenta con más diputados (11) que la suma de populares y naranjas (9).
Un camino pedregoso
El camino hasta la presidencia habrá sido pedregoso. Desde que la noche del 14 de febrero las urnas entregaron la batuta del independentismo a ERC —que se impuso a Junts por sólo un diputado—, la política catalana se subió a una montaña rusa negociadora que en varios momentos ha estado al límite del abismo electoral. Y eso que por primera vez en la historia las fuerzas independentistas consiguieron superar el 50% de los votos, una hazaña que hacía años que perseguían.
La desconfianza cultivada entre ERC y Junts desde 2017 ha pasado factura y ha estado a punto de costar una repetición de elecciones. Finalmente, conscientes de que el riesgo de volver a las urnas era demasiado elevado, los dos grandes partidos del independentismo han acabado sellando un pacto para repetir coalición.
Un acuerdo modelado durante tres meses que han acabado rematando Aragonès y Sànchez tras una cumbre maratoniana de casi veinte horas. El documento final recoge toda una serie de espacios y comités de coordinación que tienen que servir para lubrificar la relación y minimizar los choques para evitar que se conviertan en grandes crisis de gobierno.
En la imagen principal, Aragonès en el Parlament. / S. Alcàzar