"Son ellos quienes lo pusieron sobre la mesa, no nosotros", comenta un peso pesado de Esquerra Republicana sobre el grado de solidez que hay que dar a la apuesta de un gobierno de Pere Aragonès sin Junts per Catalunya, con una escasa minoría de 33 diputados. El lunes de la semana pasada los republicanos elevaron el tono, anunciando un ultimátum que expira este sábado 1 de mayo. Las consecuencias que el vencimiento de este plazo tendrá sobre la negociación las harán públicas el lunes, aunque fuentes del partido dan por descontado que tendrán que seguir sentados en la mesa con Junts. "La alternativa también pasa por ellos".
Entenderse con el PSC es una línea roja que ERC tiene claro que no traspasará. El fantasma del tripartito fue uno de los dardos de campaña que utilizaron los junteros para desgastarlos, aunque Aragonès y el resto de dirigentes republicanos se hartaron en desmentirlo. Mantener su promesa de campaña deja a ERC sin más capacidad de maniobra que ligar la investidura con los socios independentistas.
Aunque la cumbre de Lledoners fue un punto de inflexión, las posiciones están todavía demasiado alejadas como para cerrar nada el fin de semana, pero el equipo negociador republicano presiona para escenificar, por lo menos, un principio de acuerdo antes del lunes. De momento, esperan la respuesta a la propuesta de diseño del nuevo gobierno que les trasladó Aragonès en persona. Mientras tanto, los comunes se ofrecen, pero sus 8 diputados seguirían siendo inútiles sin Junts o el PSC.
Coalición en diferido
Quedan tres semanas y media antes de que se active -automáticamente- el botón rojo de la repetición electoral, el 26 de mayo. Avistando el precipicio, los republicanos intentarán imprimir un volantazo a la negociación. Si hasta ahora las conversaciones se basaban en el objetivo de repetir la coalición, a partir del lunes la posibilidad de gobernar en solitario pasará de ser una especulación a una propuesta firme. La cúpula de ERC lo define como "otro formato".
Se trataría de abordar -ya oficialmente- la viabilidad de un acuerdo de estabilidad con Junts que garantizara que Aragonès llegue a la presidencia y, en la medida del posible, blindara los primeros presupuestos del gobierno. En este caso, se dejaría abierta la posibilidad de que Junts se sumara al gobierno con la legislatura ya en marcha, cuando hubiera pasado el tiempo suficiente para acabar de madurar el acuerdo definitivo sobre la hoja de ruta independentista. Una suerte de coalición en diferido. Básicamente cómo se ha hecho con la CUP. "Tenemos gente para todas las conselleries", aseguran. Eso sí, en paralelo admiten que construir un gobierno sólido soportado sólo con 33 diputados en el Parlament sería una operación de alto riesgo.
Quién lleva la batuta
Hace dos meses y medio que los dos grandes partidos del independentismo -que cohabitan todavía en el gobierno en funciones- intentan liberarse de la mochila de recelos del pasado y hacer convergir las respectivas propuestas estratégicas para avanzar hacia la República. Aquí está el núcleo del desacuerdo.
Como fuerza ganadora dentro del independentismo, ERC tiene vía libre para explorar su apuesta por la mesa de diálogo. Junts se resigna, de hecho se tendrá que sentar en ella a disgusto si acaba entrando en el gobierno. Por eso presiona para clarificar qué pasará si se constata el fracaso de la negociación con el Estado. En este punto se multiplica la distancia. Mientras el partido liderado por Jordi Sànchez plantea que la batuta del procés se lleve desde fuera del gobierno, ERC no está dispuesta a aceptar que haya ningún órgano con poder de decisión por encima del -futuro- president Aragonès.
Sea como sea, los de Junqueras admiten que su prioridad es y será volver a compartir gobierno con Junts. A pesar de las turbulencias. Aunque las tentaciones de formalizar el divorcio sean recurrentes entre muchos de sus dirigentes. Por si acaso, tienen a punto los nombres para llenar los vacíos que dejaría Junts en las 14 conselleries que ha proyectado Aragonès. Cuando menos, en las capas superiores.
En la imagen principal, Aragonès ocupa todavía el escaño del vicepresidente. / EFE