"Corrí Rambla arriba y avisé a los policías de que habían atropellado a mi hijo". De esta manera ha empezado uno de los relatos más conmovedores del juicio de los atentados en Barcelona del 17-A.
Javier Martínez, el padre de Xavi, era uno de los testigos más esperados. Pero tampoco se ha librado de las advertencias habituales del juez Guevara, que le ha recordado que es un testigo y que se remita a los hechos. La emoción y el relato de revivir aquellos momentos le han pesado.
Martínez llegó después de recibir una llamada de su mujer. Se desplazó en taxi y pidió que lo acompañaran al centro asistencial para reencontrarse con su hijo. El silencio descrito es impactante: "No lo olvidaré en mi vida, más que estar en una iglesia. Me abracé con la familia y me dijeron: 'están con Xavi, lo han atropellado'".
Al cabo de media hora llegó la trágica noticia: al pequeño lo habían trasladado al Hospital Sant Joan de Déu intentando luchar por su vida pero le faltaba oxígeno. El padre ha recordado que "revivirlo es muy duro" y ha necesitado parar su relato y tomar un vaso de agua. Por eso ha pedido ponerse en la piel de las víctimas y aclarar todos los hechos y todos los implicados hasta el final.
El día después
El padre ha agradecido la tarea de los Mossos, que siempre se pusieron de su lado y estuvieron dispuestos a ayudarlo. Pero también ha explicado la dureza que supuso que no le dejaran llevarse el cuerpo del pequeño para enterrarlo: "Me pidieron que le hacía falta una autopsia; para qué, si estaba entero, con un carnet de identidad y ya lo había identificado?".
Realmente impactante. En este momento, la defensa le ha pedido que se centrara en los hechos concretos que vivió.
La morbosidad del momento
Además, también ha dado otros detalles que nunca olvidará, como que la gente hacía fotos al pequeño "en las puertas del Liceo mientras intentaban salvarlo y se hizo pis". O que su hijo "salió disparado 50 metros" por el fuerte impacto.
Martínez ha admitido que vio la furgoneta pasar por delante suyo el mismo día de los hechos. Y concluye su relato con una frase demoledora: "Los sueños, como padre, se quedaron rotos en el suelo de la Rambla".
El precio de la vida de un niño
El padre dice que no quiere dinero, le dijeron que le darían y él se pregunta si hay un precio "para pagar la muerte de un hijo". Además, asegura que "lo tasaron en 150.000 euros".
Un relato directo, pero en ningún momento Javier Martínez ha perdido el hilo de la argumentación y se lo ha entendido perfectamente. Porque asegura que de todo esto "quiere hacer una causa para proteger a las dos hijas que le quedan y que no vuelva a pasar".
A modo de ejemplo, lucha por cambiar los protocolos de atención a la víctima o analizar qué falló: "Todos hemos perdido a mi hijo, ya nunca sabremos qué será mi hijo, esto quiero que sirva para alguna cosa buena, no para empezar una guerra". Javier Martínez se presenta como acusación particular porque considera que no se han hecho bien las cosas. El juez lo ha cortado y ha sentenciado su discurso: "Suficiente".