Hay un piso en el centro de Madrid que funciona como un club privado. Para ser socio, se tiene que pagar una cuota única de inscripción de unos veinte euros. Cada noche se hace una fiesta, hasta las seis de la mañana, cuando el toque de queda vuelve a permitir salir y circular por las calles. El aforo es de unas quince personas y se accede si hay sitio. Los "socios" forman parte de un grupo de WhatsApp a través del cual se pide el acceso. La entrada diaria también se mueve en torno a los veinte euros, e incluye barra libre. Solo se puede acceder por recomendación de un cliente. Si no fuera por las normas sanitarias que imponen el coronavirus, que también están vigentes en la capital del Estado, nada de todo esto sería sorprendente.
Lo mismo pasaba en el restaurante La Favorita, un palacete en la calle Covarrubias, en el acomodado barrio de Chamberí en Madrid. El Ayuntamiento ya había iniciado el procedimiento para precintar el establecimiento después de incumplir reiteradamente la normativa, con fiestas ilegales de madrugada con mucho alcohol, el volumen al máximo y sin mascarillas ni distancias de seguridad. El pasado fin de semana, la policía volvió a recibir llamadas de los vecinos y accedió rompiendo un cristal, porque nadie abría la puerta. Lo mismo ha pasado en otros establecimientos, como las discotecas Cibeles y Teatro Barceló, que han tenido que ser desalojadas durante los últimos meses.
Solo en el último fin de semana de marzo fueron desmanteladas 353 fiestas ilegales en domicilios por parte de la Policía Municipal de Madrid. Son solo las que fueron intervenidas, que acabaron con cuarenta detenidos y hasta mil propuestas de sanción a participantes. Una cifra que mantiene una tendencia estable en las últimas semanas. El fin de semana anterior fueron 322 las fiestas y reuniones ilegales desarticuladas por los cuerpos de seguridad en la capital del Estado, y el otro fueron 421. Las fiestas ilegales desarticuladas se cuentan por miles. Solo las desarticuladas.
A eso hay que sumar las ya recurrentes imágenes de turistas franceses por las calles de Madrid borrachos, aglomerados, sin mascarillas y sobrepasando largamente el horario del toque de queda (que es muy generoso en esta ciudad). Según los datos de AENA publicados por El Español, entre los meses de enero y febrero de este año aterrizaron 60.131 franceses en la capital del Estado, que huyen de las medidas estrictas implantadas en las grandes urbes francesas. Para este fin de semana había programados 16 vuelos directos de París a Madrid, cuatro vuelos directos desde Lyon y dos más desde Marsella. Sólo por las grandes fechas se han incrementado los controles en el aeropuerto de Barajas.
En cierta manera, el gobierno de Isabel Díaz Ayuso ha generado un efecto llamada. La Comunidad de Madrid no solo es un paraíso fiscal dentro de España, sino también un paraíso con respecto a las restricciones del coronavirus. La laxitud de las medidas se evidencia en la comparativa. Si el toque de queda en Catalunya se sitúa a las diez de la noche —y en Francia a las seis de la tarde—, en Madrid se sitúa a las once de la noche. Si los bares y restaurantes tienen que cerrar a las cinco de la tarde en Catalunya, en Madrid lo hacen también a las once de la noche. Si prácticamente todas las comunidades autónomas han estado cerradas perimetralmente, la capital del Estado es la excepción a la norma: lleva abierta desde después de las fiestas de Navidad. Si por Semana Santa está cerrada es porque lo ha impuesto el Estado, como le tuvo que imponer un estado de alarma sólo para la Comunidad el pasado otoño.
¿Cómo están los datos de coronavirus? La Comunidad de Madrid ya acumula más de 627.000 contagios confirmados por PCR, 90.000 más que Catalunya. La capital del Estado también suma 14.500 muertos por covid-19, 63 en la última semana (en Catalunya, 16). Durante los últimos días ha vuelto a superar el umbral de lo que se considera como "riesgo extremo", es decir, una incidencia acumulada superior a 250 casos por cada 100.000 habitantes en las últimas dos semanas. Hace casi dos semanas que la incidencia sube día tras día. En enero, llegó a rozar los 1.000. Los contagios se suman cada día por miles.
¿Y los datos económicos, cómo están? Sin duda mejor que en el resto del Estado, que no es difícil. Según los datos de El Confidencial, como consecuencia de sus medidas más laxas, la Comunidad de Madrid ha sido el único territorio de toda España que ha creado empleo durante el actual estado de alarma, que se decretó el pasado noviembre y que se alarga al menos hasta el 9 de mayo. Son más de 26.000 los puestos de trabajo creados. Si bien el PIB madrileño cayó un 10% el año pasado, durante el último trimestre rebotó un 4,4%, liderando la leve recuperación del Estado.
Todo esto se mezcla con una campaña electoral. La hostelería, uno de los sectores más castigados por el coronavirus desde hace un año, parece estar satisfecha con las políticas de Isabel Díaz Ayuso, que se ha erigido en la abanderada de la economía, aunque sea con un coste epidemiológico más elevado. Incluso algunos bares y restaurantes han colgado carteles en favor de la presidenta madrileña. El mensaje: ha salvado miles de puestos de trabajo, a diferencia de otros puntos del Estado (ella se fija sobre todo en Catalunya). Y ha plantado cara cuando ha hecho falta, convirtiéndose en la jefa de la oposición de facto a Pedro Sánchez. Tanto, que le tuvieron que imponer un estado de alarma en otoño y ahora le han tenido que imponer el cierre perimetral. También dio el pistoletazo de salida a su campaña prometiendo una serie de ayudas a pymes y autónomos que semanas más tarde siguen sin concretar. Aquellas ayudas que supuestamente no llegan del Gobierno, del comunismo/socialismo.
Los hostaleros madrileños están aparentemente agradecidos. Otra cosa muy diferente son los vecinos. Las asociaciones vecinales denuncian "impunidad" y dejadez de las instituciones, que han convertido Madrid en "la capital europea del coronavirus". Muchos ciudadanos ven con perplejidad cómo no pueden visitar a sus familiares más próximos que viven en otras comunidades autónomas (incluso en algunas zonas básicas de salud confinadas), mientras aterrizan en la ciudad centenares y centenares de turistas.
Poco margen de maniobra tiene el Gobierno en plena precampaña electoral madrileña; era una posibilidad factible de implantar la cogobernanza. "Esta no es la imagen de mi país. La imagen de mi país es de gente responsable que cumple con las medidas", se limita a decir a la ministra Carolina Darias. Si Ayuso emula la gestión de Donald Trump, el candidato socialista Ángel Gabilondo actúa como si fuera Joe Biden. Esta misma semana ha presentado su propio plan sanitario alternativo. Entre otras cosas, plantea adelantar el toque de queda a las diez de la noche en municipios con una incidencia alta o destinar hasta 1.300 millones de euros a ayudas directas para la hostelería. También propone cribados masivos en zonas especialmente afectadas, que se han dejado de lado en la capital del Estado.
De momento, a dos semanas del inicio de la campaña electoral, la batalla parece ganarla a Isabel Díaz Ayuso. No sólo en las urnas, donde podría arrasar, pero estaría a expensas de la extrema derecha de Vox, o incluso de sus antiguos socios de Ciudadanos. También parece ganarla con respecto a su gestión del coronavirus. Según un barómetro de Invymark para La Sexta, hecho público esta semana, hasta el 56,8% de los madrileños aprueba la gestión de la pandemia que ha hecho la presidenta de la Comunidad. En cambio, los que la desaprueban serían el 39,3%. Habrá que esperar en las urnas del 4 de mayo para tener el veredicto final.
En plena pandemia y descontrol, la capital del Estado se ha convertido en un campo de batalla electoral que también se mueve por coordenadas españolas. Desde la periferia, lejos del centro, se observa todo con cierta perplejidad. Ponía voz a ello el presidente valenciano Ximo Puig, después de ver cómo el futbolista madridista Marcelo se paseaba y fotografiaba por el País Valencià: "Quizás en otras comunidades haya una especie de ley de la selva, pero aquí las normas se cumplen".