Ni una tímida voz discordante se atrevía a quebrantar la aparente pax mariana imperante en el Partido Popular durante la Junta Directiva Nacional de este lunes. Varias encuestas señalaban hacía días la pujanza de Ciudadanos –en detrimento del PP– impulsados ahora por el efecto arrastre del 21-D. Pero Mariano Rajoy ya había enterrado en diciembre la idea de renovar el Gobierno y depurar así posibles responsabilidades. Por eso, los genoveses esperaban indicaciones del líder para relanzar una potente ofensiva contra Cs, que tampoco se materializó, redoblando pues el malestar creciente.
"Habrá más competencia y es normal. No pasa nada", anunciaba Rajoy, en un intento de calmar los ánimos de los más de 300 cargos reunidos en Génova. El dirigente resta importancia a los barómetros electorales y se aferraba al crecimiento económico, además de la capacidad de gestión de los populares, como garantía de su resurgimiento potencial. Asimismo, prometía una convención nacional en Andalucía en marzo y diferentes encuentros sectoriales para el "rearme programático" del PP. Todo eso, con la mirada puesta ahora en los comicios autonómicos y locales de 2019, y también en las generales 2020.
Pero los ánimos de ciertos dirigentes territoriales estaban ya muy caldeados, "ante el temor a perder el puesto de trabajo", en palabras de un antiguo miembro del Ejecutivo. La situación de alarma se instaló tras la proclama electoral de Albert Rivera la noche electoral del 21-D, cuando prometió un proyecto "reformista e ilusionante" para toda España: cero impunidad con la corrupción y combativo con el independentismo. La máxima fue acompañada de un anuncio en la prensa sobre que se estaría intentado una opa a antiguos diputados desencantados con el PP –como Cayetana Álvarez de Toledo.
Las filas populares ansiaban este lunes algo más que promesas de futuro: nuevos perfiles y un proyecto para España con el que derribar a Ciudadanos
Y es que a las antiguas críticas de algunos jóvenes diputados a la corrupción, se sumaba el malestar por la gestión de la carpeta catalana. El silencio de su responsable, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, se había hecho notar los últimos días, mientras sus detractores se cebaban con el fracaso –aunque a Rajoy no le afectó, pues fue visto comiendo con la vicepresidenta en Segovia, inmutable. "La gente ha valorado la prudencia y templanza, no hemos hecho demagogia", era el dardo del presidente a un Rivera dipuesto a dar batalla por el votante nacionalista español.
Así las cosas, el PP también llevaba días reclamando nuevos perfiles, algo que el jefe de la formación popular solo garantizó para las autonómicas de 2019. "Reforzaremos nuestra oferta de candidatos dispuestos a trabajar sin descanso para dar respuesta a las nuevas exigencias de la sociedad española", indicó. El hecho es que algunas voces se habían posicionado internamente para que el presidente acercara al presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y el dirigente del PP vasco, Alfonso Alonso –antes ministro de Sanidad–, nuevamente a la política estatal, arrinconando al sector funcionarial del Gobierno.
Si bien, el cónclave del PP entre congresos no ofreció ninguna crítica al discurso de Rajoy. Según fuentes conocedoras de la reunión, solo intervino el coordinador general Fernando Martínez Maillo, ya que la secretaria general y ministra de Defensa, Dolores de Cospedal, se encontraba en Japón. También hubo bajas como la del dirigente del PPC, Xavier García Albiol, por motivos médicos; la de Feijóo; el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, o Alonso. Pero nadie capaz de contradecir al dirigente, quien parece haber atado la supervivencia del aparato a la de su figura.