"No es nuestro presupuesto, pero es un buen presupuesto". Son las palabras de Ernest Maragall a la salida de su reunión con Ada Colau, durante la cual ambas han acabado de pactar la alianza entre Esquerra Republicana y Barcelona en Comú para los presupuestos de la ciudad. La votación definitiva será dentro de dos viernes, el 31 de enero. Si bien aseguran que todavía quedan flequillos por perfilar, los republicanos reconocen que está prácticamente hecho.
Hace meses que ERC se ha adentrado en una negociación a fondo con el gobierno municipal de comuns y PSC. Y ha conseguido arrastrar al equipo de gobierno hacia su principal demanda, que es añadir a la propuesta inicial 100 millones más, que se destinarán a vivienda social y a combatir la emergencia climática. Eso significa que el presupuesto final de Barcelona llegará a los 3.000 millones de euros.
Como en su primer mandato, la alcaldesa gobierna en minoría y por lo tanto necesita alianzas para gobernar. Durante los últimos cuatro años no había sido capaz de convencer a la oposición para aprobar presupuestos, y los ha tenido que ir sacando adelante a base de fórmulas extraordinarias. Concretamente a través del mecanismo municipal previsto en este caso, que es una cuestión de confianza.
De este modo, Colau se deshace del estigma de la investidura, cuando consiguió hacerse con la alcaldía —aunque fue ERC quien ganó las elecciones— gracias al voto favorable de Manuel Valls.
Tanto Maragall como Colau han expresado su voluntad de que haya más grupos municipales, especialmente Junts per Catalunya, que se sumen a su pacto. El acuerdo se ha negociado en paralelo a los presupuestos de la Generalitat, que —salvo contratiempos— el Govern podrá aprobar gracias al apoyo de los comuns de Colau.