Ya es 29 de abril, día de San Pedro Mártir, y este lunes Pedro Sánchez tiene que comunicar a la ciudadanía qué ha decidido hacer con su futuro. Ha tenido tiempo para pensar y repensarlo bien. Cinco días. 120 horas que ha pasado recluido en el Palacio de la Moncloa, rodeado de su familia, y prácticamente incomunicado con su núcleo duro de ministros y miembros del PSOE. El nivel de incertidumbre es máximo, porque en las previsiones de los miembros del Consejo de Ministros que envía cada noche el Gobierno, aún aparece vacía la agenda de Sánchez. El día ha empezado sin saberse a qué hora comparecería para comunicar su decisión; más tarde la Moncloa ha anunciado que saldrá a las 12 del mediodía. El pesimismo sobre su continuidad al frente del ejecutivo empieza a calar entre los miembros de su entorno. Las movilizaciones de este fin de semana en Madrid para animarlo a continuar podrían no haber conseguido su objetivo. El presidente del Gobierno ha tenido tiempos de colocar encima de su mesa varios motivos por los que es una buena decisión renunciar a su cargo, y razones por las que dimitir sería un error y tendría que continuar al frente del ejecutivo y de su partido.

Si lo que dice es cierto, el motivo de más peso para dejar el cargo es el acoso mediático por parte de la derecha y la extrema derecha contra su familia que denuncia el presidente del Gobierno. Es el motivo más subjetivo de todos. Si realmente es una razón de suficiente peso para él para abandonar el cargo, significará que Begoña Gómez es el talón de Aquiles de Pedro Sánchez. Porque un político conocido por tener un don especial por la supervivencia —el autor del manual de resistencia— acabaría dimitiendo por amor. También hay la teoría de que el acoso hacia Begoña Gómez no es lo suficientemente grande, y que resulta poco creíble que tanto ella como su marido se hayan podido hundir psicológicamente por la apertura de diligencias a partir de informaciones de poca solidez, o por ataques mediáticos que pasan, por ejemplo, por insinuar que Gómez es una mujer trans.

Begoña Gómez, Pegasus y Palestina

Así, hay que recordar que el martes pasado, un día antes de que el líder socialista anunciara que entraba en un periodo de reflexión, la Audiencia Nacional decidió reabrir el caso sobre el espionaje a través de Pegasus a su teléfono móvil y a tres ministros suyos más entre junio y julio del 2021: Margarita Robles, Fernando Grande-Marlaska y Luis Planas. No es ninguna tontería que se haya podido extraer información sensible del móvil del presidente del Gobierno.

Además, la empresa creadora de este software espía, NSO, es de Israel, un estado con el que España no tiene buena relación desde que Pedro Sánchez se ha decidido a reconocer el estado palestino. El pasado mes de julio, cuando Hamás ni siquiera había atacado al país de Benjamin Netanyahu, en aquella ya histórica ofensiva del 7 de octubre, el juez del caso Pegasus decidió archivar la causa por la "absoluta falta de cooperación jurídica por parte del gobierno de Israel".

Seguro que por la cabeza del presidente del Gobierno también pasa la imagen de un Pedro Sánchez que amenaza de dimitir, deja la política española en el limbo y en la absoluta incertidumbre durante cinco días, y después dice que sigue queriendo liderar España. Puede quedar mal, al menos si no viste su decisión de una épica o de un argumentario que no lo haga parecer un bravucón. Ahora bien, también se puede pensar que quien decide dimitir lo tiene que anunciar y basta; no renunciar al cargo en dos tiempos.

 

Elecciones generales, el independentismo y Sumar

Por otra parte, Sánchez puede confiar en que su periodo de reflexión ha conseguido que buena parte de la población se haya situado a su lado y que haya visto en él la figura de un hombre poderoso que al mismo tiempo se muestra sensible, y utilizar eso en su virtud en unas nuevas elecciones generales (que no podría convocar hasta el 30 de mayo). ¿Qué le podría permitir eso? Uno de sus grandes quebraderos de cabeza es la complicadísima aritmética parlamentaria del Congreso de los Diputados, que lo hace ser absolutamente dependiente de Esquerra Republicana y Junts per Catalunya.

Si Sánchez volviera a echar los dados en unas nuevas elecciones, podría probar suerte de salir reforzado y poder depender menos (o nada) del independentismo. También podría esperar fortalecer así al PSOE. No solo arañando al PP votantes que hayan simpatizado con él, sino también de Sumar, que ha ido debilitándose poco a poco, ante un liderazgo de Yolanda Díaz fracturado ante su incapacidad de no resolver su conflicto con Podemos.

Pedro Sánchez también habrá pensado durante estos días que retirarse con el argumento que no puede soportar el acoso de sus adversarios políticos puede traducirse en una derrota moral de la izquierda. Sería una forma de legitimar la guerra sucia; o el trumpismo. Implicaría enviar un mensaje a la derecha y la extrema derecha de que cada vez que hay un presidente socialista en la Moncloa, pueden utilizar la "máquina del barro" —tal como dice Sánchez— para deshacerse de él.