"¡Mos morim!". Esta fue la contundente expresión que utilizó el miércoles en el Parlament la síndica de Aran, Maria Vergés Pérez (1978), en el marco de su intervención en el hemiciclo para abordar el estado del autogobierno del territorio aranés. Vergés encabeza el Conselh Generau d'Aran desde octubre de 2020, cuando sustituyó el histórico Francés Boya, que renunció porque fue nombrado secretario general para el Reto Demográfico del Gobierno. El 28 de mayo de 2023, su formación, Unitat d'Aran —de la cual es secretaria general y se presentan aliados con el PSC a los comicios—, revalidó la mayoría absoluta. Este resultado le permitió revalidar el cargo de síndica de Aran. De los tres años que suma al frente del gobierno aranés, Vergés destaca el hecho de haber podido desarrollar la atención domiciliaria y trabajar para que el hospital del territorio sea "transfronterizo".
La ingeniera técnica forestal de profesión se ha convertido esta semana en la primera síndica aranesa que ha intervenido desde el pleno del Parlament para radiografiar la situación de Aran. La ley concreta que la máxima autoridad del territorio tiene que comparecer anualmente en la cámara, pero las intervenciones y el debate con los grupos parlamentarios se habían hecho siempre —hasta el momento— en el marco de la Comissió d'Afers Institucionals. En el debate de este año, Maria Vergés expuso la necesidad de contar con un modelo de financiación singular que "evite depender de acuerdos puntuales", reclamó más protección para el aranés y planteó la elección directa de un diputado de Aran para el Parlament de Catalunya. ElNacional.cat conversa con la síndica, entrevista donde aborda los retos de los araneses, el modelo de desarrollo en pleno cambio climático o la relación entre Catalunya y el Estado. Vergés es clara con los deberes que pone a la Generalitat: "Cumplir los compromisos". También con el Estado: "Que reconozcan nuestra singularidad".
¿En qué punto se encuentra el autogobierno de Aran?
Estamos en un punto de inflexión. Queda mucho para hacer todavía. La ley de régimen especial de Aran se aprobó en 1990 y el año 2015 hubo una modificación. De lo que se ha desarrollado de la ley estamos entre el 30 y 40%, como mucho. Es cierto, también, que aquí el Aran quizás no ha tenido un papel suficientemente combativo. Hay que avanzar en este despliegue. Por eso, esta comparecencia en el Parlament y esta dinámica pedagógica de hacernos entender es importante.
¿Y las relaciones entre el Govern de la Generalitat y el Conselh Generau?
Estamos en un momento de corrección y de respeto institucional. Estamos contentos. Evidentemente, tenemos prisa, pero creo que se ha avanzado en este reconocimiento institucional. Se ha dado un primer paso: el hecho de que se haya activado la ponencia mixta de traspasos es bueno. El reto es, sobre todo, encontrar los mecanismos que garanticen el cumplimiento de los compromisos. Y eso es muy importante, porque sino entramos en una dinámica exasperante respecto al desarrollo de nuestro autogobierno. La nuestra es una administración tratada como local, aunque la ley nos reconoce una singularidad diferenciada. Este reconocimiento institucional en el ámbito de desarrollo administrativo y competencial no se ve plasmado.
Es la primera vez que el debate sobre el estado del autogobierno de Aran se produce en el marco del pleno del Parlament, y no en la Comissió d'Afers Institucionals. ¿Qué supone esto?
Supone empezar a consolidar este reconocimiento institucional. Lo he agradecido a la presidenta Anna Erra, a la Mesa y a los grupos que nos han ayudado a aprobar esta demanda. El objetivo final es que el pleno del Parlament, los diputados y diputadas, los grupos políticos, participen de este debate. Queremos que los grupos se impliquen, presenten propuestas de resolución e iniciativas que ayuden a una empatía bidireccional con cuestiones y hechos concretos que mejoren la vida de la gente de Aran.
Uno de los aspectos que trató durante su intervención es la petición para la elección directa de un diputado de Aran del Parlament. ¿Por qué motivo?
Bien, este planteamiento ya se puso encima de la mesa en el año 1980 por parte del Conselh Generau Provisional, para las primeras elecciones al Parlament. Creo que hay dos razones de peso: una es que tiene todo el sentido que un territorio singular de Catalunya con instituciones, cultura y lengua propias esté representado de manera directa en la cámara. La segunda, que es la garantía de que en el Parlament, la cámara de todos los araneses y aranesas, se hable aranés —que también es lengua oficial de Catalunya—. Sabemos, sin embargo, que tiene un largo recurrido porque implica que Catalunya impulse una ley electoral propia. Es la única comunidad autónoma que no la tiene. Quizás el Aran puede ser un revulsivo para que en Catalunya se plantee ya una cuestión que es de interés para todo el mundo.
Quizás el Aran, con la petición de elección directa de un diputado, puede ser un revulsivo para que Catalunya se plantee ya una ley electoral propia
¿Por qué el aranés se encuentra en riesgo de extinción? ¿Cómo se puede revertir?
La Unesco dice que una lengua está en riesgo de extinción cuando el uso social es inferior al 30%. Nosotros estamos en el 20%. Necesitamos los recursos para plantear iniciativas, proyectos, campañas, materiales audiovisuales, etcétera. Necesitamos, en definitiva, lo que tiene el catalán. También somos conscientes que hay una parte social de recuperar la conciencia sobre el valor de la lengua. Durante muchos años, hemos dado por hecho que todo estaba ganado, y no ha sido así. Los datos lo certifican, y con el catalán pasa exactamente lo mismo. Por lo tanto, sin los recursos y sin las complicidades, todo el resto es imposible que llegue.
¿Ha faltado empatía o más acción por parte del Govern respecto al aranés?
A lo largo de estos 30 años, sí; pero también del propio Conselh Generau d'Aran. Hay que creerse que la lengua es el 'pal de paller' de la institución y el autogobierno. Si alguna cosa legitima que haya autonomía, es que tenemos una singularidad diferenciada, que tiene una base muy importante en la lengua. Sin lengua y cultura, no hay gestión ni capacidad de decisión. Pienso que estamos enderezando la situación, pero el tiempo nos va a la contra. Por eso somos tan insistentes a la hora de reclamar los recursos y eso no es solo responsabilidad de este Govern, sino de los que lo han precedido. Después hay que encontrar entre todos las acciones que nos ayuden a salir del agujero. Si el aranés no sobrevive, el catalán será el siguiente. En esto tenemos que poder trabajar conjuntamente. Está muy bien que se estudie aranés en Madrid y que los diputados del Parlament lo hablen, pero si el aranés en el territorio de donde es propio no se habla, estamos muertos.
Uno de los diputados del PSC, Amador Marqués, reivindicó la posibilidad de hablar aranés en el Congreso ahora que ya se pueden utilizar las lenguas cooficiales. ¿Qué implica que el aranés se pueda hablar en la cámara baja española?
Yo misma le envié una carta a la presidenta del Congreso, Francina Armengol, en el momento en que se hizo público el acuerdo, dado que el aranés es lengua cooficial. En esta legislatura existe la coincidencia de que uno de los diputados es aranés y que en algún momento que pueda intervenir lo podrá utilizar. Es un primer paso en el reconocimiento por parte del Estado de nuestra singularidad. Necesitamos más complicidades de todas las administraciones.
Respecto a la financiación, el actual acuerdo con la Generalitat vence a finales de este año. ¿Cómo van las negociaciones y qué piden?
El Conselh Generau d'Aran, desde el 2000, se ha ido financiando a través de acuerdos de financiación con la Generalitat —normalmente, cada cuatro años—. Pero no es la mejor fórmula para dar una estabilidad a un gobierno. Lo que hemos acordado con la Generalitat es prorrogar el actual acuerdo un año más y, mientras tanto, estamos trabajando en un modelo de financiación de Aran que dé estabilidad y la capacidad no solo de gestionar las competencias y el día a día, sino de esta autonomía y las políticas propias para que el Aran pueda decidir dónde invertir los recursos en función de aquello que quiere para el territorio.
Hay que trabajar en un modelo de financiación de Arán que dé estabilidad. Si solo recibimos financiación para desarrollar las competencias traspasadas, estamos haciendo de gestores de la Generalitat y no de gobierno
¿El Aran sufre una situación de infrafinanciación?
Sí, los datos lo dicen. El último estudio de la Cambra de Comerç de Lleida lo evidencia. Con respecto a inversiones, totalmente. Con respecto a la financiación, el año 2011 el Aran sufrió un recorte brutal del cual todavía no nos hemos acabado de recuperar en áreas como la salud. Que la salud es deficitaria para todo el mundo lo sabemos: lo tenemos reconocido por el mismo Departament de Salut (durante la época del conseller Argimon), que desde el 2011 arrastramos un déficit de un millón y medio euros por año. Por eso pensamos que es indispensable el modelo de financiación: regula cuál es la participación de la Generalitat en la inversión en Aran, más allá del hecho de que Aran tenga unas competencias financiadas. Si solo recibimos financiación para desarrollar las competencias traspasadas, lo que estamos haciendo es de gestores de la Generalitat y no de gobierno. Hay que tener las reglas del juego claras para todo el mundo.
Justo antes de su comparecencia en el Parlament hubo una interpelación sobre la grave situación de sequía que sufre Catalunya. Si bien la situación en el Aran no es comparable a la de los territorios que dependen de las cuencas internas, ¿cómo se preparan en este contexto?
En la Val d'Aran, en estos momentos, no hay síntomas de sequía. Es verdad que arrastramos dos veranos complicados, vividos con preocupación, sobre todo por los incendios de sexta generación. De aquí que estemos apostando por la gestión forestal. Aquí tiene que haber un debate que tiene que ver con el modelo de desarrollo territorial. El Aran, como el resto del Pirineo, aporta una serie de recursos al resto del territorio que después no revierten. Está toda la discusión sobre los pagos por servicio ambiental, y esto lo tenemos que hablar. El Pirineo aporta oxígeno, agua, luz, y eso de alguna manera tiene que poder revertir en el territorio. Después están las políticas territoriales y de desarrollo que se tienen que llevar a término: el Aran también tendrá que hacer trabajo en este sentido y los ayuntamientos también se tendrán que poner a ello. Ahora porque tenemos el problema evidente encima de la mesa, pero es un debate mucho más profundo. La nueva ley de montaña, por ejemplo, lo tendría que poder contemplar.
Hay quien cree que la imagen de fabricar nieve artificial en un momento de sequía no es buena, especialmente en los puntos afectados por las cuencas internas. Aunque no tenga que ver con el Aran, ¿usted entiende este debate?
Lo puedo entender, pero está basado en una visión urbanocéntrica. En nuestro territorio tenemos una estación que es privada —Baqueira Beret—, que tiene un impacto directo en la socioeconomía del país. Durante muchos años ha hecho una inversión muy potente en esta tecnología. Tienen dos balsas de agua, hacen la nieve artificial sin componentes químicos, y después vuelve a revertir en el ciclo del agua. Aquí hay un debate un poco envenenado. Son problemáticas que tienen su origen tiempo atrás y que no han querido abordar. Estamos ante un cambio de paradigma muy grande por el cual quizás todavía no estamos preparados, pero también hay una cierta tendencia a demonizar un modelo socioeconómico que, para los territorios que lo tenemos, han supuesto la diferencia entre morir de hambre o sobrevivir. Yo les pido que vayan a nuestros territorios y pregunten a la gente si quieren abandonar este modelo. Cabe decir que no es incompatible con encontrar las fórmulas para que este modelo sea sostenible. Tenemos que seguir apostando por la agroalimentación, por la ganadería, por la innovación; pero sin renegar de aquello que, hoy día, nos permite mantener una determinada calidad de vida en el territorio.
Hay una cierta tendencia a demonizar un modelo socioeconómico como el nuestro, que ha supuesto la diferencia entre morir de hambre o sobrevivir
En la línea de esta cuestión, es evidente que todo tiene que ver con el cambio climático. En verano hay más incendios. En invierno tenderemos a tener menos frío y precipitaciones. ¿Cómo se puede enfocar desde el Aran, puesto que el turismo de nieve es un grueso importante del PIB del territorio?
Nosotros hemos empezado a trabajar con diferentes acuerdos con el Gobierno para el impulso de la innovación territorial, todo lo que tiene que ver con la transición energética y la gestión de los bosques. Al final, se trata de recuperar aquello que ya hacían nuestros abuelos con los instrumentos del siglo XXI: recuperar la gestión forestal, porque después sirve para transitar hacia energías más limpias. La innovación tiene un potencial muy importante porque también es una herramienta para retener el talento joven. El hecho que cada vez haya más posibilidades de teletrabajar, de emprender en ámbitos económicos que antes eran impensables, es también uno de los retos que hemos querido asumir porque sabemos que nuestro modelo socioeconómico actual tiene unos riesgos. Pero los tendremos que abordar entre todos porque tendrá daños colaterales. No sabemos todas las consecuencias que acabará teniendo el cambio climático, pero nos tenemos que preparar y ser cada vez más resilientes.
En términos de reto demográfico, en Catalunya un 20% de los municipios está en riesgo de despoblamiento. En el caso del Aran, ¿qué se está haciendo?
No pasa tanto en los pueblos del fondo de la Val, pero después hay otros que sí que están en crisis de despoblamiento. Las recetas son que la gente pueda tener un modelo y un proyecto de vida en el territorio. Recetas mágicas no hay ninguna, pero una de ellas es posiblemente recuperar un diálogo entre las zonas urbanas y rurales. Sobre todo para evitar cosas como las que hemos escuchado en el Parlament, que es la imagen de un territorio muy bonito donde pasan los fines de semana, pero donde hay que recordar que también se tiene que vivir. Tenemos que poder desarrollar nuestra vida con unos servicios básicos cerca y con las comunicaciones terrestres y digitales que pueda tener Barcelona.
En una comparecencia reciente en el Parlament, la consellera de la Presidència, Laura Vilagrà, cerraba la puerta definitivamente al proyecto de los Juegos Olímpicos de invierno. La candidatura de 2030 ya cayó, pero no se había descartado del todo la posibilidad de intentarlo para el 2034 —hasta ahora—. ¿Qué lectura hace?
No es una lectura buena. Es la pérdida de una buena oportunidad. Ahora ya es una pantalla pasada, pero aquel debate nos tenía que permitir hablar sobre el modelo de territorio que queremos y tenía que servir para acelerar inversiones en este sentido. También demostró que hay una visión muy paternalista del Pirineo. A veces se nos trata como criaturas pequeñas que no tenemos capacidad para pensar ni decidir.
La renuncia al proyecto de los Juegos Olímpicos de invierno es la pérdida de una buena oportunidad. También ha demostrado que hay una visión muy paternalista del Pirineo
En el Aran, el porcentaje de voto independentista es de los más bajos de toda Catalunya. Desde su perspectiva, ¿cuál tendría que ser la solución al conflicto político entre Catalunya y el Estado?
Política. Creo que en los últimos tiempos se ha conseguido reubicar el debate. Se ha demostrado que los extremos no funcionan ni sirven. Se han cometido errores a todas bandas, y en estos momentos considero que la puerta es la del diálogo y la del hecho de que todo el mundo haga concesiones. Seguramente lo que nos ha conducido hasta aquí han sido posicionamientos muy extremos. Los resultados de Aran demuestran una cosa que no es la que se interpreta normalmente, que es que en nuestro territorio todo el mundo es de derechas. Eso tiene que ver con esta falta de sensibilidad percibida en el Aran durante muchos años respecto a Catalunya. El Aran siempre ha sido un territorio de pacto muy preciado por los franceses, aragoneses y catalanes. Hemos tenido esta posición que nos permite relacionarnos y trabajar con todo el mundo desde la defensa de nuestra identidad y autogobierno.
¿Cree que la amnistía es una buena salida?
No lo sé. Es una propuesta y, al final, lo que necesitamos es mucha serenidad para afrontar los debates y dejar de lado el hecho de hacerlos desde el hígado. Conviene hacerlos desde la responsabilidad.