Tricia Marwick (Cowdenbeath, Escocia, 1953) es la Carme Forcadell escocesa. Era la presidenta del Parlamento de Escocia cuando el 18 de septiembre de 2014 el país celebró el referéndum de independencia. Pero el año pasado vivió otro referéndum de autodeterminación, el de Catalunya. Fue una del centenar de observadores del 1-O invitados por la International Commission of European Citizens (ICEC). Un año después vuelve a Barcelona, esta vez con presos y exiliados políticos. Como europeista cree que las instituciones comunitarias deberían mediar en el conflicto.
¿Qué recuerda de aquel día?
Yo era una de las visitantes internacionales, junto con mi amiga Sandra White, diputada en el Parlamento escocés. Estuvimos en colegios de Barcelona todo el día. Recuerdo el caos a nuestro alrededor. Vimos a la gente dentro, pero también fuera de los colegios. Estábamos preocupados por si nos atacarían...
¿Ha visto alguna vez una votación en estas condiciones?
Nunca he sido testigo de nada como eso en más de 50 años que estoy en política. Nunca he visto a personas tan aterrorizadas, pero tan determinadas, como aquel día.
¿Qué pensó al final de la jornada?
Yo era la presidenta del Parlamento escocés durante el referéndum de independencia de Escocia del 2014. Esa es la vía democrática. Pero eso no era lo que el Gobierno español permitió...
¿Se imagina esas escenas en Escocia?
No puedo. Es algo que una persona como yo, que ha participado en campañas electorales democráticas durante más de treinta años, no puede esperar. Estaba realmente chocada. Y también me sorprendió la determinación del pueblo catalán para votar.
Después del referéndum, usted habló del "fantasma de Franco".
Hay algunos elementos que recuerdan al franquismo. Me parece que algunos de los excesos del franquismo todavía están presentes hoy.
¿Como ve la situación un año después?
La situación más impactante es la de las personas que están en la cárcel desde hace casi un año sin juicio, y sin ninguna prueba de que hayan cometido actos violentos. Y también los exiliados. En Escocia tenemos a Clara Ponsatí. ¡No pueden volver a casa! Como expresidenta del Parlamento escocés, lo que me interpela más es el encarcelamiento de Carme Forcadell.
Carme Forcadell está en la cárcel por hacer lo que haría cualquier presidente de parlamento
Está encarcelada por hacer lo mismo que hizo usted...
Está encarcelada por hacer lo que cualquier presidente de parlamento haría. Es un deber de los presidentes permitir los debates en sus parlamentos. Eso es lo que hizo Carme Forcadell. Y por eso ha sido encarcelada. Como demócrata, me indigna que se encarcele a alguien por permitir la expresión democrática de un parlamento.
¿Para usted, son presos políticos?
Son presos políticos y exiliados políticos. Sí lo son.
¿Es posible tener presos y exiliados políticos en la Europa moderna?
Tiene que ver con la falta de preocupación de las instituciones europeas. Como europea, creo que las instituciones europeas tendrían que decir que lo que ocurre es inaceptable. La sensación es de que no hay separación de poderes entre la judicatura y el Gobierno español. No he visto ningún indicio de que la judicatura española actúe de manera diferente al Gobierno español.
Entonces, ¿cree que no tendrán un juicio justo?
Si miras el proceso, el mero hecho de que hayan sido encarcelados por supuestos incidentes que todas las pruebas muestran que no cometieron... Es difícil ver que el proceso judicial lleve a algo que no sea un juicio que parece diseñado para condenarlos. Nada me hace pensar que tendrán un juicio justo. También se ha visto cuando Puigdemont y los consellers han buscado justicia fuera de España.
Usted hizo campaña contra el Brexit. ¿Ha cambiado hoy su visión de la Unión Europea?
Todavía creo en la Unión Europea. Todavía creo que es la mejor herramienta para trabajar juntos y asegurar a los ciudadanos...
Es difícil ver que el proceso judicial lleve a algo que no sea un juicio que parece diseñado para condenarlos
¿Por qué este silencio de la Unión Europea?
La Unión Europea está formada por los estados miembros, y son los estados miembros los que determinan cuál será la respuesta. Y estos estados han decidido que la situación en Catalunya es un asunto interno de España, y no se involucrarán. Pero se equivocan, porque cada persona que vive en Catalunya es también un ciudadano de la Unión Europea. Y la Unión Europea debe defender los derechos de todos los ciudadanos, independientemente de lo que quieran los estados miembros.
¿Está en juego el futuro de la Unión?
La Unión Europea está sometida a muchas presiones ahora mismo. Está la presión del Reino Unido que votó para irse, pero también la situación de Hungría interpela a las instituciones comunitarias. La Unión Europea debe reconocer las presiones que vienen en diferentes direcciones. Está en juego su futuro.
¿Por dónde pasa la solución ahora?
La misma que la del principio: los gobiernos catalán y español necesitan hablar. Requiere compromiso de las dos partes, pero hay que salir del callejón sin salida. Los catalanes tienen que poder expresarse en un referéndum legal, que sea reconocido por ambas partes. Quizás no es suficiente con un diálogo bilateral...
¿Es necesaria una mediación internacional?
La Unión Europea tiene un rol y tiene que encontrar una manera de mediar. La Unión Europea tiene que estar involucrada en la solución. Si no es la Unión Europea, alguna otra institución. Lo más importante aquí es que el pueblo de Catalunya tenga el derecho a decidir su futuro, sea cual sea.
¿Cree que el nuevo Gobierno español puede ayudar a solucionar el problema?
Ahora mismo las posiciones están tan polarizadas que es difícil que encuentren un modo de resolver el conflicto. Por esta razón digo que la Unión Europea venga y medie. Ya tuvo un papel importante en Irlanda del Norte.
¿Alguna lección desde Escocia?
El Gobierno español tendría que saber que la negación de la expresión democrática no es saludable. Podría tomar el ejemplo de David Cameron, que cuando era primer ministro llegó a un acuerdo con el Gobierno escocés para celebrar un referéndum acordado por las dos partes. Esa es la lección. No puedes decir constantemente 'no' al pueblo que quiere hacer oír su voz.