Mientras los consellers esperaban para declarar en el interior de la Audiencia Nacional, la impotencia se apoderaba de los diputados y senadores de ERC y el PDeCAT a los que habían recibido entre aplausos exhibiendo una estelada a la entrada. "Sería un disparate..." dudaba la coordinadora de los demócratas Marta Pascal sobre si la renuncia de Carles Puigdemont podría llevar a la juez a decretar prisión como medida cautelar para el resto del Govern. Más escéptico se mostraba el exportavoz del partido, Francesc Homs, quien conoció la fuerza del Estado cuando hace meses decló a escasos cien metros ante el Tribunal Supremo, por la consulta del 9-N. "Espero que las cosas se puedan situar en el campo de la política..." esbozaba en su anhelo. Era entonces cuando el expresident Artur Mas salía del segundo plano para lanzar una advertencia a los ciudadanos: "El 21-D es la oportunidad para derrotar el autoritarismo del Estado".
"Rebelión y sedición no vienen al caso" añadía Mas, quien era continuamente increpado por una melé de periodistas sobre si él habría hecho como Puigdemont, ausentarse a declarar. "Mire, yo no soy especialista en estrategia jurídica y de defensa y si hubiera hecho algo diferente tampoco se lo" diría, cerraba. Pero los periodistas seguían con la pregunta, que repetían a Pascal. "¿Cree que eso perjudica la posición del resto de consellers"?, decía el profesional de un medio. "Sigue siendo mi presidente y forma parte de una estrategia judicial. Además, quiere declarar por videoconferencia...", le defendía ante los compañeros de partido Jordi Xuclà y Carles Campuzano, que habían presenciado la incómoda situación de la entrada solitaria de Santi Vila –no aplaudido por la mayoría, a diferencia del resto de consellers cesados.
Así, "ante la represión" del 155 y el desfile judicial, el portavoz de ERC Joan Tardà tomaba la palabra ante el Tribunal Supremo –donde estaba citada la Mesa del Parlament– para denunciar el cese de un Govern "legítimo" que había parado máquinas al suspender la declaración de independencia, en busca de diálogo con Mariano Rajoy. El optimismo del republicano pasaba ahora por considerar que finalmente el Estado se abriría a negociar, ya que la "seducción" sería la única vía de resolver el conflicto soberanista –algo que oteaba desde la lejanía Marta Rovira, quien este jueves no hacía de portavoz en el Parlament, sino de acompañante de Tardà y Gabriel Rufián. Un Rufián que aportaba la nota discordante, recordando que Puigdemont "se despidió de sus hijos, amenazado por un fiscal reprobado y una jueza condecorada por la Guardia Civil", José Manuel Maza y Carmen Lamela, respectivamente.
Cerraban el frente soberanista Podemos y En Comú Podem, como consecuencia de la citación de Joan Josep Nuet, miembro de la Mesa del Parlament. Habitual en la formación morada, Pablo Echenique no perdía oportunidad para atacar al Partido Popular en medio de los clamores por la "democracia y la injusticia" de los allí congregados. "Rodrigo Rato va con guardaespaldas protegido por todos los españoles, a la vez que Nuet, quien votó no a la independencia, está aquí imputado", denuciaba Echenique. Y cerraba el líder catalán, Xavier Domènech, avistando la última esperanza del independentismo de devolver a sus representantes a casa, sanos y salvos. "Los partidos democráticos tienen que llevar la amnistía en los programas electorales del 21-D", era su apunte electoral en oposición, como siempre, a Mas.