La consellera Meritxell Borràs (Barcelona, 1964) confesa que no se habría pensado nunca que iría a la prisión, pero el 2 de noviembre del año pasado la jueza Carmen Lamela decretó su encarcelamiento junto con el resto de miembros del Govern que comparecieron en la Audiencia Nacional. El día antes estaba en Bruselas, junto con el president Carles Puigdemont y otros compañeros del ejecutivo, pero finalmente, y después de muchas dudas, como explica en el libro 34 días de otoño y 1 de primavera. Diario de prisión, decidió volver. "Entrar en la prisión no es una de aquellas cosa que pensaba que me pasaría en la vida y, en cambio, me ha acabado pasando", explica.

¿Viendo cómo iba avanzando la presión judicial, no habían valorado en ningún momento que los podían encarcelar?
Desde un punto de vista legal, es cierto que llevamos a cabo un referéndum, pero eso no está penalizado. Como mucho, hicimos una desobediencia. Pero cuando recibí la querella por el tema de las urnas, que no había malversación, porque no había gasto público, ni compromiso del presupuesto, y no sólo el fiscal me acusa sino que el juez acepta la causa, eso hizo saltar las alarmas.

¿Qué es lo primero que le pasó por la cabeza cuando le comunican que tiene que ir a la prisión?
¿Cómo será? ¿A quién encontraré en la prisión? Cómo lo vivirá mi familia...?

¿Tenía miedo?
Sí. La prisión da miedo, sólo de pensar en ella. Es una cosa desconocida en la cual no esperas encontrar grandes cosas positivas. Por lo tanto, hay un miedo de ir a la prisión. Y no sólo por cómo la vivirás tú, sino cómo la vivirán los tuyos... y miedo a un olvido: que el hecho de estar alejada de todo el mundo, lleve a un cierto olvido.

¿Cuándo entra, qué es lo que más le sorprende?
Hay varias cosas. El primer momento, cuando estábamos en la enfermería, que nos tuvieron que hacer una revisión médica supongo que reglamentaria, hubo como un desfile de presas que iban a solicitar cosas o porque se encontraban mal. Allí te das cuenta, por primera vez, de las personas que serán tus compañeras. Algunas estaban en un estado que piensas:... ostras, pues, todo eso formará parte de esta prisión.

En el libro explica que pasar hambre y frío...
Hambre paso. Sí. No porque se nos diera poca comida sino porque hay cosas que no las comías a gusto. Yo no me considero quisquillosa. Pero hay cosas que evitas comértelo. Además, me había autoimpuesto no comprar en la tienda de la prisión y me encuentro con que hay días que me levanto con mucha hambre y cierto desfallecimiento. Como me llevo fruta y yogures, y me ayuda. Sin embargo, sí tuve en algunos momentos esta sensación de hambre.

Y frío...
Frío hacía. Cuando llegamos no estaba la calefacción puesta. Al cabo de un par de días nos pusieron calefacción al mediodía y por la noche. Entrábamos en la celda después de comer y la calefacción estaba bien, correcta. Por la noche, también. Pero cuando te levantabas por la mañana hacía un frío que pelaba. Eso se solucionó -creo que gracias a la visita del doctor Jaume Pedrós-. Y las presas, y este sí era un tema sorprendente, nos daban las gracias, y bromeábamos incluso.

Ellas pensaban que ustedes eran presas diferentes?
Sí. Habíamos salido por la tele. Había mucho alboroto respecto de nuestro encarcelamiento. Para decirlo de alguna manera éramos unas presas mediáticas. No entrábamos desde el anonimato. Todo el mundo sabía que entrábamos allí y todas las presas estaban pendientes de nosotras. Nos decían que habían mejorado las condiciones, desde que nosotros estábamos. Yo no sé si es así o no, pero si es así sorprende y duele, quiere decir que quizás las condiciones no eran las más adecuadas.

Todo el mundo sabía que entrábamos allí y todas las presas estaban pendientes de nosotras

¿Entendían que estuvieran allí por defender unas propuestas políticas?
Mayoritariamente, no. Las extranjeras sobre todo no entendían nada. Nos decían: explicádnoslo. ¿Por qué? Las del Estado eran más prudentes, seguramente tenían su opinión, y pocas se manifestaban. Alguna quizás podía mostrar comprensión, otros un cierto distanciamiento. Y también había interés por parte de los trabajadores públicos en saber de entrada por qué os sentís sólo catalanas?. Había sorpresa por una parte y por otra, también, querer saber cómo habían ido las cosas. Algunos trabajadores públicos nos reprocharon que con nuestro caso se había tapado toda la corrupción del PP. Pero sí, había conversaciones interesantes.

En el libro no habla de ningún problema especial con otras internas, como sí se ha hablado en Soto del Real...
No. Una vez una presa española hizo un comentario peyorativo con respecto a nosotros y otra presa española la cortó. Este es el único comentario en este sentido.

Una de las cuestiones que insiste repetidamente es a la complejidad para administrar las cinco llamadas semanales que tenían...
Sí porque son pocas, de poco tiempo y las tienes que utilizar adecuadamente. Tienes que dar mensajes concretos que necesitas. Una vez has resuelto todas las cosas prácticas, toca hablar: qué hacéis, como estáis, como estoy... Y en un momento, se te corta la conversación y se ha acabado.

¿Cinco minutos y se corta?
Da un silbido. Y se corta.

Tuve mucha suerte de poder compartir aquellos días con Dolors

Una cosa positiva que asegura que ha salido de esta situación tan complicada es la amistad con la consellera Dolors Bassa.
Tuve mucha suerte de poder compartir aquellos días con Dolors. Poder poder conocernos de verdad y poder mutuamente ayudarnos a pasarlo mejor de lo que hubiera sido si hubiéramos estado solas.

¿La ha ido a ver?
Sí dos veces en Madrid, en Alcalá Meco, y dos veces en Puig de les Basses.

Las visitas para los presos son una puerta, una apertura al exterior, como una conexión con el mundo real

Debe ser complicado, habiendo estado en la prisión...
Para todo el mundo ir a ver a un preso es difícil porque tú te vas y ella se queda. Y el tiempo es corto, el cristal es antipático... Pero claro, si has estado en la prisión, sabes perfectamente lo que aquello representa. Es una puerta, una apertura al exterior. Cada vez que te viene alguien a ver es como una conexión con el mundo real. Por lo tanto, más allá de las cartas que también son muy importantes, las visitas a la prisión yo, si puedo, las haré.

En el libro reprocha que tal como ha ido todo, a las presas no se les ha hecho el mismo caso que a los hombres...
Sí. Esta es una realidad. En los medios de comunicación había muchas veces que nuestro nombre no aparecía, no aparecía el nombre de nuestra prisión. Y no era que se nos quisiera marginar, sino que lo tenemos tan interiorizado que no se pensaba. Quedas un poco en el olvido.

Nuestro nombre no aparecía, no aparecía el nombre de nuestra prisión

¿También hubo en la prisión personas que las ayudaron?
Evidentemente. Encontramos personas que no han tenido oportunidades de avanzar su vida por un camino arreglado o correcto, y han acabado en la prisión. Personas de fuera del Estado español que han hecho de mula porque tienen una situación terrible en sus países. Encuentras personas muy humildes, con muy poca formación, pero muy sensibles y con muchas capacidades, que habría que ver cómo se pueden insertar a la sociedad para tener una vida mejor.

Por lo tanto también hay cosas positivas...
El recibir muchas cartas, saber que la gente te apoyaba, el no estáis sólas, que existia. Y las visitas de los que amas.

Uno de estos momentos es la propuesta de matrimonio de su compañero...
Yo lo sabía que me amaba, que nuestro proyecto era acabar casándonos. Sin embargo, en una circunstancia así, que fruto de lo que nos tocaba vivir dijera, casémonos, lo encontré muy generoso, por su parte. Me quería hacer oír más que nunca que me amaba y que estaba conmigo para lo que hiciera falta y en este sentido, fue un momento muy positivo.

Aquel cristal impone mucha distancia. El hecho de no poder abrazarte, dar un beso, pone mucha distancia

Él no podía entrar en la prisión, en el vis a vis, sin cristal.
No. Somos pareja, pero no había ningún papel que dijera que lo éramos y las prisiones en eso siguen funcionando muy a la antigua. Si no está el papel conforme está casado contigo o es tu pareja de hecho, es un amigo que te viene a ver y queda detrás de un cristal. Aquel cristal impone mucha distancia. El hecho de no poder abrazarte, dar un beso, pone mucha distancia. Recuerdo la primera visita el vis a vis que pude tener con mis hijos y mis hermanas. Con mi hijo pequeño seguramente hablamos muy poco, pero en cambio se me sentó al lado y lo tuve abrazado las dos horas que dura el vis a vis. Porque necesitaba el contacto conmigo y a mí me estuvo perfecto.

¿Cómo lo han encajado sus dos hijos?
Se les ha puesto a prueba en una situación muy dura. De repente que te digan que tu madre está en la prisión, es muy fuerte. Venirme a visitar a la prisión, no saber cuánto de tiempo estaría, si será por unos días o por un tiempo largo... Por más que hubiéramos podido hablar, este es un tema muy duro. Pero me demostraron que eran más maduros de lo que quizás a veces las madres consideramos a los propios hijos y lo llevaron muy bien. Tuve la suerte, de que Dolors y yo éramos unas privilegiadas.

¿Sí?
No porque la prisión nos diera ningún privilegio, sino porque tenemos unas familias sólidas. Si mis hijos tenían un problema, mi madre o mi pareja o mis hermanas se ocupaban. Si había cualquier cosa, sabía que había quien hiciera frente. Yo me imagino, en una prisión sin una familia que te apoye, sin unos mínimos económicos para poder pagarte un abogado o sin poder comprar ni unas servilletas, porque la prisión no te suministra. Es mucho más duro encararte a eso.

¿A los presos de Lledoners y a la presidenta Carme Forcadell también les ha ido a ver?
A Carme Forcadell todavía no. Lo tengo pendiente. A Lledoners, sí.

¿Cómo los ve?
Los veo bien, pero, claro, la prisión es terrible. No ven a los hijos, están aislados como yo estaba, te crecen los problemas, porque no puedes resolver nada... Ahora, dicho esto, son gente sólida, que también con los apoyos familiares y personales. Pero llevan muchos meses en la prisión. No sabemos cuándo será el juicio, si tendrán que estar en la carcel hasta el juicio...

¿Con el president Puigdemont, habla?
No. No he hablado ahora. Hablé cuando salí de la prisión. Me llamó, cosa que le agradecí. Y ya está.

¿Cómo les ha afectado al hecho de que esté el president y miembros del Govern en el exilio?
Es difícil de decir de qué forma ha afectado. Lo que es evidente es que se ha pasado por la justicia alemana y la belga y han dejado una estela de qué trato han recibido. Eso, allí está...

¿Ha hecho visible una situación injusta?
Ha hecho que haya unos posicionamientos fuera del Estado español que te permite comprobar otras formas de ver las cosas y eso es interesante.

¿Confía tener un juicio justo?
Quiero creer que sí. Tenemos bastantes elementos para poder explicar que no hay nada que nos tenga que llevar a la prisión.

¿Cuando ve los mensajes de los chats de jueces que se han filtrado, le preocupa leer los prejuicios que demuestran y la crudeza con que los exponen?
Es fuerte leer estos mails. Es fuerte...

Que Torra no aceptará una condena es una traducción política y no hay que darle otras lecturas

Dice el president, Quim Torra, que no aceptará una condena de los presos...
Entiendo qué es lo que quiere decir, que no aceptará, que no verá con buenos ojos. Eso tiene una traducción política, otras lecturas creo que no se le tienen que dar.

Yo tenía una excedencia laboral de laboratorios Almirall pero para incorporarme habría sido necesaria voluntad por las dos partes

¿A qué se dedica ahora?
Yo tenía una excedencia laboral de laboratorios Almirall, finalmente llegamos a un acuerdo y no me acabé incorporando a la empresa. Como tenía la boda, decidí darme unas vacaciones. Y después me he puesto a buscar trabajo intensamente. Tengo un par o tres de opciones sólidas y ahora me tocará escoger.

¿No se quería reincorporar a Almirall? ¿Fue decisión suya?
A mí me hubiera podido interesar incorporarme, pero para eso hace falta que haya esta voluntad por las dos partes. Finalmente hubo acuerdo para que no se produjera la incorporación.

¿Su situación legal le está dificultando encontrar trabajo?
Es probable. Si, claro está.

¿Cuando va por la calle la gente la reconoce?
Sí, mucho.

¿Qué le dicen?
Muy mayoritariamente cosas agradables, gente que se emociona, te abraza, te dan las gracias, esta es la respuesta mayoritaria cuando la gente te reconoce. Hay como una estima, una necesidad de ayudar o hacerte oír que sufren contigo.

Una vez en un bus, un señor se puso a gritarme como un loco: ¡A la cárcel!

¿No todos han sido así?
Al principio de todo tuve dos comentarios desagradables. Una vez en un bus, al bajar, un señor se puso a gritar como un loco: ¡A la cárcel!. Y otra vez también recibí un comentario desagradable. Y ya está.

¿Tiene miedo de volver a la prisión?
Es una posibilidad. Claro está. Porque se me acusa de malversación y la malversación implica prisión. Yo creo que podremos demostrar claramente que no ha habido este malversación y por lo tanto no corresponde, pero serán los jueces que determinarán el que...