La canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron hacen cada año actos de homenaje a los que lucharon contra el régimen nazi, y que eran considerados terroristas por los alemanes. En los dos países el planteamiento es de ruptura con el fascismo, y el planteamiento es natural, lo que contrasta con lo que sucede en España, donde fracasó la ruptura con el franquismo y está mal visto en algunos sectores trazar esta línea divisoria que es habitual en Europa.
El planteamiento de la dirigente del PP Cayetana Álvarez de Toledo cuando acusa peyorativamente al vicepresidente español, Pablo Iglesias, de ser "hijo de un terrorista" porque militó en el FRAP en los años setenta choca con esta contradicción y queda en evidencia el marco mental desde el que analiza. La acusación sería considerada absurda en Alemania o en Francia, y se la vincularía con la extrema derecha.
Merkel homenajeó hace un año a los autores de un atentado fallido contra Adolf Hitler que fue cometido en julio de 1944 por el coronel Claus von Stauffenberg y un grupo de colaboradores. A raiz de la denominada Operación Valkiria, que consistió en la colocación de un maletín con explosivos en el cuartel general del dictador en Polonia, Hitler resultó con heridas leves. Los autores de la acción fueron fusilados, acusados de terrorismo y rebelión.
En el homenaje a los autores del atentado, Merkel pronunció sus palabras ante reclutas jóvenes del ejército alemán y alabó el "carácter ejemplar" de Stauffenberg y de sus colaboradores. "Hay momentos en que la desobediencia puede ser un deber", indicó aludiendo a la obligación de luchar contra una dictadura.
En Alemania incluso existe un Centro Memorial de la Resistencia Alemana, emplazado en Berlín, que recoge todos los casos de activismo contra el régimen nazi, y les hace un homenaje didáctico. La ubicación del centro habla por sí sola, y está en una antigua residencia de militares alemanes donde precisamente fueron fusilados los autores del complot de 1944.
La resistencia alemana contra el nazismo fue pequeña en términos absolutos, pero es la que reivindica el país con rotunda claridad.
En Francia sucede lo mismo y la resistencia francesa contra los nazis es motivo de constantes homenajes, desde los años cincuenta, que requieren toda la solemnidad. El presidente Emmanuel Macron ha seguido esta política de la República francesa, de forma inalterable.
Aquí Macron aparece condecorando a una miembro de la resistencia, Jacqueline Fleury-Marié, con la Legión de Honor, el pasado mes de diciembre.
Y hace un año el mandatario francés presidió en Caen, en la Normandía, un homenaje a activistas de la resistencia, que fueron fusilados ante la prisión de esta localidad francesa. El 6 de junio de 1944, pocas horas después del desembarque, los nazis que mantenían el control de la prisión decidieron ejecutar a los resistentes que tenían encarcelados para evitar que dieran información a los aliados.
Calles de muchas localidades francesas están dedicadas a activistas de la resistencia, y en París incluso existen placas indicando dónde cayeron abatidos. Igual que en Alemania, la división francesa es entre fascismo y democracia, el criterio sobre el que se construyó el eje franco-alemán que ha dirigido, con aciertos y errores, la UE hasta hoy.