Un joven marroquí nada desde el otro lado de la valla de Ceuta, delante de la playa del Tarajal. Se ahoga, no puede seguir sin hundirse y la Cruz Roja le lanza un chaleco salvavidas. Con ella consigue llegar hasta la costa, a un espigón, donde lo recogen una pareja de guardias civiles. El chico saca un fardo, muy bien envuelto, que dice que es un móvil. Pero los agentes le preguntan si es hachís. Hasta que descubren que efectivamente es un teléfono. Él les suplica, en francés, que "solo quiere trabajar en España". No puede más con su vida y se estira en el suelo. Los policías insisten en su inglés más que precario que les acompañe. Se lo llevan hacia la frontera con Marruecos. Una devolución en caliente más, directo del agua a la frontera.

No han pasado ni diez minutos hasta que una lancha de la Cruz Roja acerca a la playa del Tarajal a otro chico. Lo recogen otros voluntarios de la asociación, que lo tienen que reanimar porque se ha ahogado. Finalmente expulsa agua por la boca y recobra la conciencia. Unos militares, que están plantados en la playa de Ceuta, se lo llevan hacia la frontera. Se le pierde el rastro y no se vuelve a saber nada más.

La Guardia Civil y miembros de Cruz Roja reaniman a una persona en la playa del Tarajal, en Ceuta. / Nicolás Tomás

Este miércoles, ha bajado considerablemente el ritmo de llegadas, después de que Marruecos haya decidido cerrar sus fronteras, las mismas compuertas que había abierto en una jugada diplomática. Pero hay quienes siguen arriesgando su vida para tener otra mejor. Y acaban siendo deportados de forma exprés. En el otro lado de la frontera, las masas han retrocedido ante los tiros disuasivos de la policía española. Por toda la ciudad autónoma deambulan muchos jóvenes migrantes, sin mucho que hacer más que pedir comida. Muchos de ellos directamente se han entregado voluntariamente para volver a Marruecos. Otros están en naves industriales en condiciones más que precarias. La presión ha bajado, pero el drama humanitario no ha desaparecido. Siempre ha existido.

Las organizaciones que trabajan sobre el terreno, como Cruz Roja, admiten que pocas veces se habían encontrado con una situación como esta. Familias enteras han llegado, en unas condiciones más que deplorables, por mar y por tierra. Y se está llevando a cabo una política de expulsiones masivas. Este miércoles al mediodía, el Ministerio del Interior ya ha informado de que han "retornado" hasta 5.600 personas, de las más de 8.000 que habrían entrado de forma irregular esta semana.

El mismo gobierno de Pedro Sánchez que cargaba contra las devoluciones en caliente el gobierno de Mariano Rajoy ahora está recurriendo a ellas de forma masiva. Esta práctica fue avalada el pasado otoño por el Tribunal Constitucional. También lo hizo el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Pero el Consejo de Europa, además de numerosas organizaciones de derechos humanos, sí que ha cuestionado recientemente las devoluciones en caliente practicadas. La Comisión de Venecia argumentó que los agentes del CNP y la Guardia Civil "no tendrían que proceder con el rechazo a la frontera si ven que la persona tiene razones convincentes para no recurrir a los procedimientos ordinarios para pedir asilo".

La masacre del Tarajal, en el recuerdo

La playa del Tarajal ya ha vivido en el pasado escenas muy trágicas. Como la masacre del 2014. Quince inmigrantes murieron ahogados intentando llegar nadando en esta playa de Ceuta. En vez de socorrerlos, los agentes de la Guardia Civil respondieron disparando balas de goma y botes de humo de ocultación. El caso llegó a los tribunales, pero fue archivado poco tiempo más tarde. El Tarajal es el símbolo de una realidad diaria en este punto del Mediterráneo. En el 2016, Amnistía Internacional publicó el informe Ceuta y Melilla: un territorio sin derechos para personas migrantes y refugiadas.

 

Imagen principal: Un joven marroquí llega a la playa del Tarajal, en Ceuta. / N.T.