Dani, el policía español infiltrado en los movimientos sociales de Sant Andreu y Barcelona y en el movimiento sindical entre mayo de 2020 y octubre de 2022 ya no está en Catalunya. El Ministerio de Interior así lo ha procurado después de las querellas por abusos sexuales de varias mujeres. Es más, según ha podido saber El Español, no solo se ha marchado de Catalunya. Fuentes judiciales y policiales aseguran que se ha enviado al agente a trabajar en una embajada. La idea, según estas fuentes, era apartarlo temporalmente para protegerlo de las críticas y reproches después de las graves acusaciones.
Cinco de las mujeres activistas afectadas por el caso de infiltración del policía español han interpuesto una querella por las conductas del agente, que habría mantenido relaciones sexuales y sentimentales con ellas y otras mujeres del movimiento para obtener información a cambio y escondiendo su identidad real. La querella es por los delitos de abusos sexuales continuados, contra la integridad moral o tortura, descubrimiento y revelación de secretos e impedimento del ejercicio de los derechos civiles. Otras afectadas podrían añadirse a la querella más adelante.
Un lugar de trabajo muy deseado
La imagen del policía se ha hecho pública, y el ministerio ha decidido apartarlo y premiarlo, a pesar de las denuncias. Los puestos de trabajo en las embajadas están de los más solicitados por los policías españoles y la Guardia Civil, porque tienen un buen sueldo que depende de la capital donde estén destinados. Según explica el digital mencionado, en la mayoría de destinos, el sueldo mínimo suele ser de unos 10.000 euros al mes, que pueden variar en función de la peligrosidad o distancia del país. En algunos casos podría superar los 20.000 euros.
El agente de policía se habría infiltrado en movimientos sociales de Barcelona para espiarlos desde dentro. Lo habría hecho, entre otros métodos, manteniendo relaciones sexuales y sentimentales con algunas jóvenes activistas, según publicó este lunes La Directa. Se trata de un mallorquín que se hacía llamar Daniel Hernàndez Pons, con los apellidos casi idénticos a los de otro policía infiltrado en movimientos independentistas catalanes y destapado el junio pasado por el mismo medio de comunicación. El hombre, de iniciales reales D.H.P., ingresó en la academia de policía de Ávila en septiembre del 2017 y se convirtió en funcionario policial en junio del 2019.
En mayo del 2020, justo acabado el confinamiento por el covid, se instaló en un piso cerca de la Meridiana, y en junio ya asistió por primera vez al gimnasio del centro social okupado La Cinètika, en el barrio de Sant Andreu. Desde entonces empezó una adaptación a la estética anarquista, con pendientes, tatuajes y peinado, además de camisetas antifascistas y contra la policía. Asistiendo y participando en conciertos, fiestas, asambleas y otras actividades de entidades sociales del barrio y de otras zonas de Barcelona, en diciembre había consolidado su infiltración e inició una primera relación de pareja con una activista. De hecho, habría llegado a intimar con ocho mujeres de este entorno, con dos de las cuales tuvo relación de pareja.