La moción de censura de Vox ha empezado y ha acabado casi como se esperaba. Ha empezado con el dibujo de una España en blanco y negro hacia donde querría avanzar Santiago Abascal. Y ha acabado también como estaba previsto: con el naufragio de la iniciativa contra el Gobierno. En el medio ha habido algún golpe de efecto. El primero, de Pablo Casado. Después de muchas dudas, no la ha apoyado y ha roto con Abascal. De hecho, los dos líderes de la derecha han protagonizado un contundente choque de posiciones. El segundo ha ido a cargo de Pedro Sánchez, claramente reforzado de la iniciativa, que ha cerrado la jornada con un anuncio. Un anzuelo para Casado: la paralización de la reforma del CGPJ para intentar acercarse.
Ha sido la quinta moción de censura en los últimos 40 años, y ha sido la que menos votos ha recibido de todas. Sólo ha recibido 52 votos a favor, los de los diputados de Vox. Y el resto, que suman 298 diputados, han votado en contra. Ni siquiera la indisciplinada Cayetana Álvarez de Toledo ha roto la disciplina de voto y ha acatado las órdenes de Pablo Casado.
Este miércoles, Vox tuvo horas y horas de protagonismo mediático, que aprovecharon para desplegar toda su agenda política y su discurso ultra, en clave española y también internacional. Desde el "gobierno ilegítimo del Frente Popular" y los "diputados renegados" independentistas, que hay que ilegalizar, hasta el "peor gobierno en 80 años", incluyendo la dictadura franquista. Pero al estilo del neofascismo europeo, también habló de una Unión Europea "soviética", del "virus comunista chino" y tuvo tiempo para invocar al filántropo George Soros.
La posición del PP, principal blanco de la moción de censura, era complicadísima. Después de muchas dudas, Pablo Casado ha hecho un golpe encima de la mesa, con uno sonoro "hasta aquí hemos llegado". En su enésimo giro al centro, el jefe de la oposición se ha reivindicado como tal, y ha diferenciado su partido, "centrado", del "populismo antiliberal" de los de Abascal. "No somos como ustedes porque no queremos ser como ustedes", le ha lanzado Casado a Abascal, apartándose de la extrema derecha y cargando con todo. El líder de Vox ha lamentado la posición del PP y le ha recordado que gobierna en Andalucía, Murcia o la Comunidad de Madrid gracias con él. De momento, la ruptura ha sido simplemente retórica.
Mientras tanto, el Gobierno se lo ha mirado casi desde la barrera y en algunos momentos con palomitas. Pedro Sanchez aprovechó la primera jornada para retratar a Vox como un partido postfranquista y ridículo. La segunda jornada, este jueves, la ha dedicado a lanzar un salvavidas a Casado, viendo que trata de alejarse de los postulados ultras de sus compañeros de viaje. Le ha ofrecido la congelación de la reforma del CGPJ a cambio de volver a la moderación y renovar los órganos constitucionales con mandato caducado.
El vicepresidente Pablo Iglesias ha intervenido en respuesta a Pablo Casado, posiblemente comiéndose el discurso que tenía preparado. Si bien ha aplaudido la rectificación del PP, el líder de Podemos ha sentenciado el giro al centro de Casado y Arrimadas: "Ya es demasiado tarde". Todo ha servido para cohesionar la mayoría de la investidura ante la amenaza de la extrema derecha.
Los independentistas también miran hacia Sánchez
Los tres partidos independentistas catalanes siempre han tenido claro el sentido de su voto. No obstante, los tres han aprovechado el debate de la moción de censura para enviar advertencias al gobierno de Sánchez e Iglesias, que se encuentra muy cómodo en el cuerpo en cuerpo con la extrema derecha. El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, alertó al presidente español de que "de sus miedos y complejos vive la extrema derecha desde hace 40 años" y que el PSOE no podía quedarse en la inacción. Por parte de JxCat, Laura Borràs instó el ejecutivo de coalición a "dar menos lecciones y mirarse más en el espejo". El cupero Albert Botran envió un aviso a navegantes: Vox es "síntoma de la crisis del Estado y del capitalismo".
Las victorias parciales de Vox
Numéricamente no había manera que Vox ganara la moción. Pero los ultras buscaban varias victorias parciales con esta maniobra. En primer lugar, hacer daño a Pablo Casado materializando lo que ya era casi un hecho: que Santiago Abascal le ha arrancado las riendas de la oposición. En segundo lugar, que Vox volviera a situar en el escaparate público y mediático sus grandes temas y su agenda ultraconservadora. De paso, la formación de extrema derecha ha podido situar y promocionar a su candidato a las elecciones catalanas, Ignacio Garriga, que fue el encargado de defender la moción de censura ante el pleno este miércoles. Los argumentos son lo de menos; simple relleno.