De todo lo sucedido tras el 21-D un hecho me ha llamado poderosamente la atención: el nombramiento de Jorge Moragas, hasta ahora jefe de gabinete del presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, como representante permanente de España ante las Naciones Unidas. No puede decirse, ciertamente, que no se haya hablado del asunto en los medios, que se han desahogado hablando de la fantástica residencia donde vivirá Moragas con su familia en la Big Apple, el aumento de sueldo que le supondrá respecto del que cobraba en la Moncloa y la ilusión que le hace este nuevo cargo, que, según dicen, codiciaba desde hacía mucho tiempo. Todo, con la idea de dar a entender que este cambio ha sido una recompensa de Rajoy a Moragas por los servicios prestados, y no una represalia por el triste papel del PP en las elecciones catalanas, como algún espíritu malpensado había llegado a especular, teniendo en cuenta que el anuncio del cese/nombramiento tuvo lugar inmediatamente después de que se hicieran públicos los resultados de los comicios.
Este tipo de explicaciones esconden, a mi entender, las auténticas razones que llevan a Moragas a la sede de la ONU. La verdad es que en estos momentos, y a pesar de formar parte del Consejo de Derechos Humanos, la "Marca España" no cotiza mucho en las Naciones Unidas. Podemos recordar, por ejemplo, que desde 2009, la Comisión de Derechos Humanos y otros organismos vinculados a la ONU insisten en la necesidad de que España derogue la Ley de Amnistía de 1977 y puedan así depurarse las responsabilidades derivadas de los crímenes cometidos durante la Guerra Civil y el franquismo, así como reparar el daño causado a las víctimas y a sus familiares. En este sentido, han sido constantes las denuncias de los representantes de las Naciones Unidas por la insuficiencia de medios dedicados por las autoridades españolas a este objetivo. No es, sin embargo, este el único tema conflictivo con España: también las actuaciones con los inmigrantes subsaharianos en la frontera de Ceuta han levantado en más de una ocasión protestas de los organismos de Naciones Unidas encargados de velar por los derechos humanos.
Moragas no ha "dejado" la cuestión catalana. Todo lo contrario, continúa en un escenario internacional. Es la internacionalización del proceso desde la vertiente española
No hace falta decir que en este desacuerdo entre las Naciones Unidas y el gobierno español, Catalunya tiene reservado un papel estelar, cerca sobre todo del referéndum del 1 de octubre. Ya antes de aquella fecha, el relator especial de la ONU para la libertad de expresión había reclamado a las autoridades españolas que las medidas que adoptaran en relación al referéndum no interfirieran en los derechos fundamentales de reunión, expresión, asociación y de participación pública. Naturalmente, los hechos ocurridos, y de todos lo bastante conocidos, en aquella jornada no ha hecho más que aumentar la preocupación de las Naciones Unidas, hasta el punto que se ha nombrado una relatora especial, que tiene que informar sobre las posibles violaciones de derechos humanos cometidos en la fecha del referéndum, y que ya se ha entrevistado con las autoridades españolas. Otro relator de Naciones Unidas, Alfred de Zayas, que sigue el cumplimiento de las resoluciones de la asamblea general de la ONU para un orden internacional democrático y equitativo, ha defendido en numerosas ocasiones el derecho de autodeterminación de Catalunya y la obligación de las autoridades españolas de respetarlo.
Visto este panorama, parece claro cuál es el servicio en España que Rajoy quiere que Moragas le preste en Nueva York: dar a conocer y justificar el punto de vista del Gobierno español sobre el tema catalán y parar o suavizar las propuestas o iniciativas que perjudiquen sus intereses. Un poco lo que se ha hecho con la Unión Europea. Hay que tener en cuenta, además, que las Naciones Unidas, aparte del peso de la organización por sí misma, son también un inmenso escaparate delante de todo el mundo, desde donde se puede influir sobre gobiernos y líderes políticos. Lisa y llanamente: Moragas no ha "dejado" la cuestión catalana, todo lo contrario, continúa en una nueva etapa, esta vez en un escenario internacional. En cierta manera, sería la continuación de la internacionalización del procés, esta vez desde la vertiente española: si Puigdemont está en Bruselas, Moragas estará en Nueva York. Seguro que no tardaremos en comprobar los efectos.
Ferran Armengol es Profesor Asociado de Derecho Internacional Público en la Universidad de Barcelona.