La noche del domingo 12 de mayo no fue buena para el conjunto del independentismo. Mientras la cara fue la subida de Junts+ Puigdemont per Catalunya —con tres escaños más, 104.000 votos más y 1,5 puntos porcentuales de crecimiento respecto al 2021—, la cruz fue el retroceso de Esquerra Republicana (se dejó 13 parlamentarios y 178.000 papeletas) y el de la CUP (cinco actas menos y 62.000 apoyos perdidos). A pesar de que otras fuerzas independentistas como Aliança Catalana, Alhora, el FNC y Convergents (CNV) sumaron unos 130.000 votos, el bloque de las formaciones partidarias de una Catalunya con estado propio sufrió una bajada de 96.389 sufragios, caída que se acentúa si se compara con las cifras del 2017: 716.876 votos menos. El descenso independentista ha tenido repercusiones, también, en la translación de estas papeletas a la representación parlamentaria: de la suma de 74 diputados del 2021 —superando por seis actas la mayoría absoluta— a un bloque de Junts, ERC, la CUP y AC que es ahora de 61 parlamentarios, a siete de la mayoría.

A su vez, el derrumbe del independentismo contrasta con el resurgimiento del bloque unionista que, después de varias décadas, suma más votos y escaños que los del 'sí' a la independencia. A la victoria holgada del PSC de Salvador Illa, con 42 diputados y casi un 28% de los votos (aglutinando 218.193 más que en el 2021), hay que sumar el crecimiento meteórico del Partido Popular —de 3 a 15 parlamentarios, ganando 233.131 apoyos— y el ascenso (más tímido) de Vox que, a pesar de mantener exactamente el volumen del grupo parlamentario conseguido en el 2021, consiguió sumar 30.433 papeletas más que hace tres años. El único contratiempo que ha sufrido este bloque ha sido con Ciutadans, que ha desaparecido del Parlament (tenía presencia desde el 2006) y perdió 136.125 sufragios. De esta manera, la suma de los votos de estas cuatro formaciones supera al independentismo: sus 1.486.578 frente a los 1.362.464 de Junts, Esquerra, la CUP, AC, Alhora, FNC y CNV. Además, solo el PSC, PP y Vox ya suman mayoría absoluta: 68.

¿Qué ha repercutido, pues, en el descalabro del independentismo? En las últimas convocatorias electorales en España y Catalunya, la abstención ha penalizado sustancialmente a los partidarios de un estado propio por la desmovilización de su electorado. El mismo president en el exilio, Carles Puigdemont, lo señalaba la noche del domingo y emplazaba al resto de actores del espacio soberanista a "una reflexión aplazada durante demasiado tiempo sobre los efectos de la desunión y de la falta de estrategia compartida". Paralelamente, aunque la participación con respecto al año 2021 creció en 6,65 puntos (57,94%), este incremento de la movilización es especialmente notorio y beneficioso para el PSC, que ha ganado por primera ocasión en votos y butacas parlamentarias. Fuentes del partido de Illa apuntan que, en los trackings internos que tenían, se notaba la activación de un grueso de su electorado que acostumbra a participar solo en los comicios estatales y se desentiende de los del Parlament, fenómeno especialmente claro durante la etapa de Felipe González en la Moncloa. ¿Y cuál fue el revulsivo? Los cinco días de reflexión de Pedro Sánchez, que españolizaron y eclipsaron por completo la primera semana de campaña. Además, también se detecta un cierto trasvase de voto de ERC a favor de los socialistas, aunque el impacto es menos evidente que los otros dos vectores. Analizamos, con datos, la dimensión y el alcance de la abstención y la movilización del electorado del PSC en el resultado final del independentismo el 12-M:

La orientación de la brújula de la abstención cambia

Históricamente, la participación en las elecciones españolas en Catalunya ha sido más alta que en los comicios al Parlament, dando pie a lo que se conocía como abstención diferencial y que cambió en la época de Pasqual Maragall. Ahora bien, cuando realmente esta tendencia se revirtió fue en los años álgidos del procés (2012-2017), hecho que fundamentalmente se explica por un efecto polarizador y plebiscitario que tenía bien musculados y activados electoralmente al bloque independentista y al unionista. A partir del 2019, la situación volvió a ser la de antes. La razón que explica este efecto es que hay un puñado del electorado que se siente españolista que no comulga ni sintoniza con las convocatorias electorales catalanas: no se sienten interpelados en estos comicios. En cambio, el elector que confiaba en el PSC o incluso en el PP en las generales, pero se decantaba por las opciones nacionalistas en el Parlament siempre se ha sentido partícipe de ambas contiendas, y es el que ha estado movilizado prácticamente en todas ellas.

De hecho, en el caso de las estatales, solo ha bajado el 65% de la participación en tres de las 16 elecciones: fue en los años 2000, 2016 y 2023. Paradójicamente, con respecto a las del Parlament, tan solo se superó el 65% de movilización en tres de los 14 comicios hechos hasta ahora: esta circunstancia se dio en 2012, 2015 y 2017, años protagonizados por el procés. De hecho, raramente se consigue superar el 60%. No obstante, el fenómeno en la última convocatoria electoral española y la catalana se ha invertido: si el impacto de la abstención perjudicaba principalmente a las formaciones unionistas para tener votantes que no se sentían identificados con este llamamiento al voto en Catalunya, ahora el desencanto y la desmovilización repercute en el independentismo.

 

El ejemplo, en el caso de las españolas, se ve claramente: la de julio de 2023 fue la contienda con menos participación histórica en Catalunya (62,68%). El resultado fue que el independentismo cayó hasta los 14 diputados de los 48 que tienen los catalanes en el Congreso, una representación del bloque nacionalista que no era tan baja desde 1982. En cambio, a pesar de haber menos movilización, los grandes beneficiados fueron los protagonistas del actual Gobierno de coalición en la Moncloa, el PSC (más de 1,2 millones de votos) y Sumar (fue segundo con casi medio millón de papeletas). Mientras tanto, ERC, Junts y la CUP no llegaban al millón de sufragios. De esta manera, el electorado socialista y progresista no falló en las urnas estatales, mientras el independentista se quedó en casa.

Y la situación no cambió mucho el pasado domingo: la participación fue del 57,94% y, a pesar de aumentar más de 6,6 puntos con respecto al 2021, el independentismo retrocedió del 51,32% de los apoyos al 43,62%. En cambio, el bloque españolista se vio reforzado, pasando del 40,13 al 47,61% de los sufragios, por una movilización más amplia del PSC (+218.000) y recogida de algún voto soberanista y de los Comunes, además de los crecimientos del PP (+233.000) y Vox (+30.000). Con este resultado, los unionistas recibieron 345.632 votos más que el 2021. Por lo tanto, la españolización inicial de la campaña dio sus frutos, activando ciudadanos que no acostumbran a votar en las catalanas.

 

La abstención baja menos en los feudos independentistas y la participación se dispara en las comarcas con victoria del PSC

Una lectura a primera vista de los datos podría invitar a pensar que, en realidad, no es la abstención lo que castiga al independentismo si se hace la comparativa con los resultados del 2021. En aquellos comicios, con menos del 52% de la participación, el bloque de los favorables a un país propio rozó el 52% de los votos y se quedó con 74 diputados, lejos del 40% de los españolistas y sus 53 actos. No obstante, hace falta ir más allá, hacer un análisis esmerado de las singularidades del territorio y tener una cartografía más precisa de la incidencia de la abstención del electorado independentista tres años después. El 14 de febrero de 2021, de nuevo, se implicaron los más nacionalistas, con los menos españolistas cumpliendo la tradición de no participar en los comicios al Parlament.

¿Por qué ahora es diferente? De entrada, aunque Junts+ ganó en 726 municipios, el PSC lo hizo en 167, que representan más del 70% del censo total. Otro elemento a considerar es que la participación se disparó en las provincias de Barcelona (+7,10%) y Tarragona (+6,66%), siendo especialmente significativo el auge en las áreas metropolitanas de estas. En las dos demarcaciones se impuso el PSC con claridad. Todo lo contrario, la subida de la movilización en Girona (+4,49%) y Lleida (+4,48%) fue más discreta, siendo ambos los territorios donde ganó la candidatura de Carles Puigdemont. Entre las cuatro circunscripciones, la que menos abstención tuvo fue Barcelona (41,50%), que es la más poblada.

 

Así pues, se evidencia que el electorado se movilizó más donde los socialistas fueron primera fuerza, en tanto que la abstención se notó más en aquellos territorios donde el independentismo es fuerza tractora, por el simple hecho de que es donde el crecimiento de la movilización con respecto al 14-F fue menor. Esta evidencia todavía se manifiesta hilando fino, yendo a las comarcas: en las tres donde más aumentó la participación se impuso Illa, siendo los casos del Baix Camp (+6,34%), el Baix Penedès (+6,25%) y el Baix Llobregat (+5,90%). De hecho, en las otras 9 comarcas donde el PSC fue el vencedor, la participación creció más de un 4%, con las excepciones de la Val d'Aran (+0,74%) y Alta Ribagorça (-0,65%). No es la misma situación que en las 31 comarcas que situaron a Junts en primer lugar: en cuatro de ellas la movilización bajó —Pallars Sobirà (-3,23%), Priorat (-1,95%), Pallars Jussà (-0,64%) y Cerdanya (-0,44%)— y en otras 20 la participación subió por debajo del 4%.

De las 36 comarcas independentistas en el 2021 a las 32 actuales

A la abstención independentista se le suma el retroceso de varias formaciones: ERC (-178.446), CUP (-62.074), FNC (-4.739) o votos a formaciones independentistas que no han concurrido este año (-87.806). Esta tendencia es diferente en el caso de Junts (+104.357) y las papeletas a nuevos partidos, como Aliança Catalana (118.302), Alhora (13.759) o CNV (258). En resumidas cuentas, son casi 100.000 apoyos menos a pesar de subir la participación. Este 'castigo' se manifiesta en el porcentaje de voto soberanista en las comarcas: el año 2021, el bloque sumó más del 50% de los votos a 36 de las 43 que hay en Catalunya. El domingo, se superó en solo 32. Entre las 11 con menos de un 50% de apoyos a Junts, ERC o la CUP, hay las demarcaciones con más población: Barcelonès, Tarragonès, los dos Vallesos, el Baix Llobregat...

 

Para establecer una comparativa que plasma este descenso del independentismo, hay que señalar que el año 2021 había 6 comarcas donde el apoyo a este bloque oscilaba entre el 80 y 90% de los votos totales, en 12 de ellas estaba entre el 70 y 80% y en 18 de ellas se movía entre el 50 y 70%. Por otra parte, solo había dos comarcas donde el apoyo era inferior al 40%, siendo la Val d'Aran el lugar donde era más bajo el voto soberanista (32,27%). 39 meses después, solo el Lluçanès supera el 80%, 11 de ellas están entre el 70 y 80% y 20 de ellas, entre el 50 y 70%. Además, hay seis comarcas donde recogen un apoyo que va del 30 al 40%, y la Val d'Aran ha bajado del umbral del 30% (28,02%). Finalmente, el año 2017, en un contexto de hipermovilización, el independentismo pasaba del 50% en 33 comarcas (todavía no se había creado el Lluçanès).

 

Todo ha conllevado que, por primera vez desde 1980, el independentismo y nacionalismo catalán no tenga mayoría en el Parlament. Tampoco la tiene en votos. De hecho, es la representación en el Parlament más baja desde 1999 (68). ¿Cómo ha perdido el bloque independentista 13 actas con respecto al 2021? El principal agujero se concentra en la circunscripción de Barcelona, donde pasa de 40 a 33 diputados, y del 47,67% de los votos al 40,02%. También se nota en Tarragona, donde pasa de 10 a 8 escaños, y del 53,9 al 45,38%. Finalmente, en las dos demarcaciones donde el bloque acostumbra a ser más fuerte, Girona y Lleida, también hay pérdidas y fugas: en la primera, se pasa de 13 a 11 (y de un 67,57 a un 61,35%); en tanto que en la segunda bajan de 11 en 9 —del 67,21 al 59,28%—. De esta forma, antes del 10 de junio se constituirá la 15.ª legislatura en el Parlament, la segunda sin mayoría independentista o nacionalista desde la recuperación de la Generalitat.