Negociar un gobierno en la sala de vis a vis de un centro penitenciario mientras las cámaras esperan a la puerta, como han hecho hoy ERC y Junts en Lledoners, no es un hecho habitual. Tampoco es normal que el líder del partido que aspira a la presidencia, el republicano Oriol Junqueras, y el principal negociador de Junts, Jordi Sànchez, formen parte de la población reclusa. Pero esta es la situación que se vive en Catalunya. Más allá de los resultados del encuentro, el episodio de hoy dentro de la larga negociación del nuevo ejecutivo de la Generalitat ha servido para visualizar una vez más la profundidad de la herida que la represión ha infligido en la política catalana.
Los negociadores han estado más de cuatro horas dentro del centro penitenciario, donde han entrado a las 5 de la tarde y han salido pasadas las 9 de la noche. Al acabar han hecho pública una nota en que se conjuran en trabajar por un govern que dé respuesta al 52% del voto independentista conseguido a las elecciones del 14-F. Poco más han avanzado dels resultado de la reunión.
Sin embargo, si el toma y daca sobre el papel del Consell per la República ya ha vuelto a poner en la primera línea el papel que tiene que asumir el exilio, y en particular, el presidente apartado por el 155, Carles Puigdemont, hoy la negociación entre las paredes de Lledoners ha servido para recordar el protagonismo que los presos políticos mantienen dentro de sus partidos, y para ilustrar hasta qué punto la prisión ha quedado extrañamente integrada en la dinámica de esta formaciones.
Reunión con Aragonès
El vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, con funciones de presidente desde que fue inhabilitado Quim Torra, ha sido el primero a llegar al centro penitenciario de Lledoners. La reunión se ha hecho a petición suya de manera presencial en el centro penitenciario. En la puerta lo ha recibido el secretario de Presons, Armand Calderó.
En realidad, Aragonès no ha sido el primer miembro del Govern que se ha presentado esta tarde en Lledoners. Minutos antes había llegado el conseller de Territorio y Sostenibilidad, Damià Calvet. Pero su visita a la prisión no era para participar en la reunión de los equipos negociadores sino para encontrarse con otro de los presos políticos, su predecesor al cargo, Josep Rull, al cual visita regularmente.
Detrás de ellos ha llegado el presidente del grupo parlamentario de ERC, Josep Maria Jové, también imputado por el 1-O y a la espera de juicio en el TSJC por malversación de fondos, revelación de secretos y desobediencia. Jové era el 2017 secretario general de vicepresidencia y Economía y fue uno de los detenidos el 20 de septiembre en la operación policial que provocó la concentración masiva ante la sede del departamento en la Rambla Catalunya.
Los últimos en llegar al centro penitenciario que ocupa los campos de Lledoners en el término municipal de Sant Joan de Vilatorrada han sido los miembros de la delegación de Junts que acudían a la cita, Elsa Artadi y Josep Rius. Han dejado su vehículo al pàrking y se han dirigido a la puerta de acceso de la prisión.
A las 17 horas ya estaban todos en la puerta de acceso. No estaban todos los negociadores habituales, pero el cómputo final ha sido de tres representantes de ERC y tres de Junts, en un encuentro equilibrado desde el punto de vista político pero nada paritario.
Antes de entrar, como todas las visitas, han tenido que pasar el control de temperatura y de limpieza de manos. Acto seguido, el recorrido por los pasillos del centro, de ambiente aséptico y barrotes horizontales, con pesadas puertas que se abren y cierran sucesivamente y de manera automática. Cruzar el patio y cambiar de edificio.
La reunión, que tenía que servir para que Esquerra facilitara a Junts su propuesta de estructura de Govern con el fin de abordar el reparto de conselleries entre las dos formaciones, se ha enmarcado a efectos del centro penitenciario entre los contactos que los presos mantienen con representantes institucionales.
Visita de autoridades
El encuentro se ha hecho, por tanto, en uno de los espacios que habitualmente se reservan para el vis a vis familiar, según fuentes del departamento de Justicia. Son unas salas grandes, com mesa y sillas, sin el habitual cristal que separa las visitas de los internos en los locutorios, pensadas para facilitar el rato con las familias que visitan a los presos incluso, con espacio para niños con material infantil y salida a un patio que garantiza la ventilación.
La reunión ha durado más de tres horas y los negociadores han abandonado el centro penitenciario pasadas las 9 de la noche. La visitas se han marchado con la misma rapidez con que han llegado mientras que los políticos encarcelados han tenido que reincorporarse a la disciplina del centro penitenciario después de dedicar la tarde a negociar el futuro del nuevo Govern. Esta es la imagen final de la paradoja en que se encuentra atrapada la política catalana.