Este domingo, por 29º año consecutivo, se ha celebrado el tradicional encuentro occitano-catalán en el Port de Salau, en el Pallars Sobirà. Un encuentro festivo y reivindicativo a más de 2.000 metros de altitud que este 2016 ha conmemorado los diez años de la oficialidad del occitano en Catalunya y en el que se ha reclamado más difusión y más facilidades para aprender esta lengua. Han participado unas 800 personas, según los organizadores, el Cercle d'Agermanament Occitano-català (CAOC), que ya piensan en hacer una celebración especial el año que viene coincidiendo con el 30º aniversario del acontecimiento.
La subida al Port de Salau la organiza desde hace 29 años el Cercle d'Agermanament Occitano-català (CAOC) y es un clásico del primer domingo de agosto que va ganando participantes. La falta de comunicaciones hace que sea obligado subir a pie a la cima del Port desde los dos lados. Desde la parte catalana el recorrido empieza en el refugio del Fornet, en Alòs d'Isil (Pallars Sobirà) y desde la vertiente de Ariège, pasando por el pueblo de Salau, suben los occitanos. Los catalanes pueden llegar por una pista forestal, apta para jeeps, hasta unos 45 minutos a pie antes del Port. Los occitanos, en cambio, tienen más de dos horas y media de camino por su lado, con un desnivel de más de mil metros. Una vez arriba diferentes autoridades de la zona hacen sus parlamentos, los participantes comparten queso occitano y vino catalán y la fiesta acaba con música y danzas tradicionales.
Lenguas hermanas
Los organizadores rememoran así las relaciones de amistad, culturales o comerciales que a lo largo de la historia había habido entre los valles pirenaicos catalanes y occitanos, y
que por cuestiones políticas quedaron truncadas. Recuerdan que el Port de Salau fue un lugar determinante en las comunicaciones entre las dos vertientes del Pirineo hasta bien entrado el siglo XX y que incluso había aduana en Alòs d'Isil. "Esta jornada simboliza todo lo que nos hermana a catalanes y occitanos, que es la historia, la cultura y unas lenguas hermanas; hay mucha fiesta pero también una demanda de dos naciones que tienen que luchar por hacerse ver, y la occitana aún más que nosotros", explica Núria Ontiveros, presidenta del Cercle de Germandat Occitano-catalana. Ontiveros se ha mostrado muy satisfecha de la participación de este año, que ha crecido respecto de las últimas ediciones, sobre todo de occitanos.
La reivindicación lingüística tiene un papel destacado y sobre todo se alerta de que la lengua occitana se encuentra en una situación todavía más delicada que el catalán. Precisamente este año se ha querido aprovechar el acontecimiento para hacer visible que ya hace una década que el occitano -aranés en el Aran- es oficial en todo Catalunya. "Hemos querido dar relevancia a esta conmemoración; la mayoría de catalanes piensa que sólo hay dos lenguas oficiales y en realidad son tres, eso es necesario que se sepa porque el occitano también es una lengua nuestra", afirma Ontiveros. Además, se reclama al Govern que ponga más herramientas para reforzar la presencia del occitano en Catalunya, que ahora mismo se consideran insuficientes. Para la presidenta del CAOC, "si se enseña el catalán y el castellano, también se tendría que enseñar el occitano" y lamenta que "actualmente si una persona quiere aprender occitano en la práctica lo tiene bastante difícil".
Como acto previo a la subida, este sábado por la tarde el Ecomuseu de Valls d'Àneu ya acogió el coloquio-debate 'Occitan en Catalonha, dètz ans d'oficialitat', a cargo de Mireia Boya, diputada aranesa de la CUP en el Parlament, y Marçal Girbau, del CAOC.
Recuperación del Camino de Sant Lliser
Además, un grupo de vecinos de Alòs d'Isil han explicado el proyecto para recuperar turísticamente el Camí de Sant Lliser que une diferentes pueblos del Pallars con otros situados en territorio francés pasando por el Port de Salau o el Port de Tavascan. Se trata de una travesía de 5 días y más de 200 kilómetros circulares que antiguamente ya hacían los habitantes de estas poblaciones del Pirineo. La tradición explica que en años de sequía iban a la catedral de Saint Lizier (Francia) a buscar agua y de vuelta al Pallars la tiraban en los campos rogando para que llegara la lluvia. La ruta también quiere servir para simbolizar la antigua unión entre la comarca del Pallars Sobirà y la comarca francesa de Couserans y rehacer el vínculo entre las dos vertientes.