La cobertura mediática de la confabulación del ministro del Interior con el director de la Oficina Antifrau de Catalunya es como si la mujer que sorprende a su marido con otra en la cama aceptara el “cariño, no es lo que piensas” con que él se defiende.
Horas de grabaciones muestran y demuestran la conspiración del ministro del Interior español y el jefe de la Oficina Antifrau de Catalunya para encontrar material con el que criminalizar a los dos partidos independentistas catalanes y al Govern de la Generalitat.
Horas de grabaciones cuyo contenido es inequívoco, cuyos dos protagonistas las han confirmado y de cuya escucha no cabe duda de lo que ambos personajes se traen entre manos.
Horas de grabaciones al alcance de cualquiera gracias a Público, el digital que da la exclusiva.
Cualquiera pensaría que los medios españoles se están dando un festín. (¡Hay un Watergate en la esquina! ¡En plena campaña electoral! ¡A por ellos!)
Pues no. Han optado por el “cariño, no es lo que piensas” del ministro y su compinche, que les están poniendo los cuernos, o por cerrar los ojos, aparentar que el marido y su amante no están allí y salir del cuarto sin decir nada.
Cornudos y apaleados. Lo más sorprendente es que ha sido por decisión propia.
24 horas después de conocerse el caso, apenas algunos reaccionan. Lo hacen tratando de tapar de la mejor manera que se trata de una conspiración que pueden probar sencillamente, a través de unos auriculares malos de un solo uso, como esos que regala Renfe.
A las siete de la tarde del 22 de junio de 2016 el panorama de los medios españoles era este:
Quienes toman la decisión de ocultar, maquillar o disimular esa información ¿qué pretenden? Porque periodismo no debe ser. Quizá sea una de las bellas artes ignorada, por el arte con que la practican. Tal vez juzgan que el patriotismo como ellos lo entienden pasa por encima de la verdad, no tiene relación con ella o les autoriza a manipularla. Quizá es todo a la vez.
Por último, tal vez esos medios deben favores al gobierno español y por eso callan o tapan, para pagar su deuda.
Esta última hipótesis no es irrazonable. ¿Por qué publicarían “noticias” como estas que siguen (son apenas dos ejemplos) que se demostraron puras fabricaciones de la policía o del ministerio del Interior?
¿Por qué lo hacen reiteradamente? Un periodista normalito desconfía de quien le llevó al huerto una vez. ¿Por qué se arriesgaría a firmar una y otra vez material defectuoso sin comprobarlo con mayor minuciosidad?
Ese empecinamiento desafía a toda lógica profesional… salvo que haya un incentivo que motive a esos medios y a esos profesionales a atropellar el periodismo y la verdad publicando esas mistificaciones inventadas por la trama de Interior. ¿Cuál es ese incentivo, ya que ejercer el periodismo no basta? Puede ser dinero, puede ser miedo, puede ser hambre de fama. Puede ser.
Durante el día, algunos colegas lo han llevado mal y, por suerte para la profesión, han protestado. Así: