En toda travesía pretenda llegar a buen puerto es imprescindible detenerse para recuperar fuerzas y seguir avanzando sin desfallecer. Para combatir la fatiga derivada del pulso negociador para formar gobierno, Esquerra Republicana y Junts per Catalunya han aprovechado este viernes de Sant Jordi para hacer parada en el que se ha convertido hace tiempo en oasis del independentismo, Òmnium Cultural. El acto organizado en motivo de la Diada por la entidad que Jordi Cuixart preside desde la prisión ha servido de punto de avituallamiento para aparcar diferencias y darse un golpecito en la espalda.
El largo abrazo en que se han fundido Laura Borràs -de Junts- y Josep Maria Jové -negociador de ERC- ha sido la viva imagen de este paréntesis. La plana mayor del independentismo ha respondido a la convocatoria de Òmnium, encabezada por Cuixart, que hoy se ha pedido uno de los treinta permisos de los que puede disponer al año para pasar el día fuera de la prisión. Durante casi dos horas, la inmensa mayoría de representantes del gobierno en funciones, así como los principales dirigentes de ERC, Junts, la CUP y los comunes, se han paseado por el photocall que la entidad ha colocado en medio de la calle Diputación, justo delante de su sede.
Espejismo o tregua
Sólo las mascarillas y el gel hidroalcohólico que había en la entrada de la calle recordaban que la pandemia sigue viva. Por el resto, la euforia de Sant Jordi ha desatado la contención y ha recortado -por unos instantes- las distancias. La de seguridad, y la que separa todavía a los dos grandes partidos independentistas. En el centro las miradas, Borràs, Dalmases, Vilalta y Jové se han dejado fotografiar en una animada conversación. Tampoco se ha perdido la cita el futuro president, Pere Aragonès, cada vez más impaciente por materializar la investidura y hacer bueno el refrán de que a la tercera será la vencida.
Ha sido más un espejismo que una tregua. Antes y después, han seguido volando los reproches públicos. La más madrugadora, la presidenta del Parlament, que ha recetado paciencia a los republicanos, porque las prisas pueden debilitar la alianza y desembocar en un gobierno que no sea lo bastante fuerte. Aragonès no ha tardado nada en replicarle que espera el acuerdo para la semana que viene. Puigdemont también ha dicho la suya, poniendo en entredicho -durante la presentación de su libro en conexión desde Waterloo- la vía del diálogo con el Estado, la que defiende ERC y que la CUP se ha avenido a respetar como mínimo durante los próximos dos años.
Los comunes, desde la barrera
Los comunes, mientras tanto, se lo miran desde la barrera. Desencantados por la perseverancia de ERC por mantener viva la llama con Junts, esperan su momento, convencidos de que más pronto que tarde, la relación acabará en divorcio. Por si acaso, ellos se van dejando ver. No quieren la independencia, pero comparten algunas luchas. Sobre todo, la amnistía, que es lo que hoy los ha llevado a asistir al acto de Òmnium. Estaban todos, Colau, Albiach, Asens, Pisarello. En las conversaciones informales comuneras, una constatación, que la política madrileña se esta processitzant y una esperanza, que pasadas las elecciones de la capital de España, el PSOE desencalle los indultos a los presos.
Sólo Cuixart ha tomado la palabra. Desde el escenario ha puesto las pilas a las fuerzas soberanistas, pidiéndoles altura de miras. Él ha sido el último en marcharse. Cuando ya sólo quedaban cuatro gatos se ha acercado a la prensa. El indulto, no lo espera, porque no soluciona el conflicto de fondo. Él lo tiene muy claro.
En la imagen principal, conversa distendida de los principales dirigentes de ERC y Junts. / S. Alcàzar