Ni se sabía qué hacían delante del Parlament, ni quién los había convocado ni contra qué ni quién se manifestaban. A media tarde, cuando la manifestación de la ANC ya hacía exactamente dos horas que había acabado, y cuando la marcha de la izquierda alternativa bajaba por el paseo Lluís Companys, un grupo de encapuchados se ha concentrado ante el Parlament de Catalunya, en el parque de la Ciutadella.
Con el encendido de las primeras bengalas se han animado y han empezado los gritos típicos contra los Mossos, los lanzamientos de latas, piedras y botellas de cristal. Después han empezado a retirar las vallas. Mientras, los Mossos formados con los escudos blindaban la puerta y paraban los golpes.
Y con los primeros avisos de los Mossos alertando de una intervención inmediata, han empezado de nuevo los gritos y el avanze de los encapuchados desmontando las vallas. El parque se ha empezado a cerrar al público y, a pesar de los avisos, no sólo no se movía nadie, sino que ha habido un efecto llamamiento de mirones que no se querían perder lo que podía pasar. Y lo que estaba pasando era una provocación constante para incitar a una carga a porrazos que no se ha producido nunca.
Los encapuchados han intentado quemar una bandera española con todas las dificultades y se les ha acabado quemando una de sus pancartas.
Cuando los Mossos han tenido bastante, ha empezado un desalojo que parecía hecho con bisturí. Ya lo pudimos ver, en parte, el día que los manifestante llegaron hasta la misma puerta del Parlament y dos columnas de Mossos se cerraron herméticamente y los rodearon echándolos.
Hoy el círculo era mayor. La capacidad de movilidad de los Mossos también. Mientras todos miraban hacia delante cómo avanzaba la primera línea, por los costados y por detrás, justo en la zona ajardinada, entraban más antidisturbios agrupando a la gente y acompañándolos a marcharse.
El grupo más radical ha huido deprisa. El resto, entre ellos personas mayores, se han quedado atrapados dentro del cordón policial. Habido algunos gritos, insultos y muchos nervios de los que nunca han visto una carga real de los Mossos, pero poca cosa más. No ha habido ni un porrazo y ningún empujón, más allá de los golpes de mano para guiar la salida.
Pocas veces un desalojo de los Mossos d'Esquadra se hace tan limpio. Atrás quedan los tiempos de Felip Puig donde las porras y las pelotas de goma iban a diestro y siniestro. También es verdad que los manifestantes de hoy tampoco han plantado mucha cara, porque a la que han visto que los Mossos se movían, les ha faltado tiempo para salir corriendo.
La policía ha cerrado el parque de la Ciutadella, y antes no se han replegado, sí que les han tirado piedras muy grandes y han increpado a periodistas de televisiones estatales. Pero más allá de eso, la concentración improvisada ante el Parlament se ha quedado en nada, en una chispa que sólo podía servir para romper el discurso de las manifestaciones pacíficas y sin incidentes que se hacen en Catalunya.