Durante tres siglos, al actual Ministerio de Defensa español se le conoció como el Ministerio de la Guerra. Lo mismo pasaba en otros países del entorno, como Francia, Portugal o Estonia. Y otros de más lejanos, como China o el Brasil. El convulso siglo XX hizo que la mayoría de Estados consensuaran un nuevo apellido, el de "Defensa". En España, curiosamente, fue Francisco Franco quien lo renombró como Ministerio de Defensa Nacional, un nombre que sin "nacional" ha llegado hasta nuestros días. Pero no deben ser pocos los que hoy, dentro del Gobierno, deben pensar que a Margarita Robles le pegaría más la cartera de "ministra de la Guerra".
Tan pronto como escaló la tensión en Ucrania, pero sin ningún movimiento de tropas, la ministra socialista no dudó en enviar la fragata militar Blas de Lezo –en homenaje a uno de los protagonistas del asedio de Barcelona de 1714– hacia el Mar Negro y ofreció sus aviones caza a Bulgaria para disuadir a los rusos. Una actitud reiterada que ha puesto los pelos de punta a más de uno y que ha destapado una nueva guerra con los socios de Unidas Podemos. La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, ha hablado de "aspavientos belicistas", mientras el portavoz parlamentario a Pablo Echenique la ha comparado con el Aznar de las islas Azores, después de que Robles argumentara que "todos estamos en el no a la guerra pero no podemos mirar a otro lado". Pablo Iglesias lo remachaba con una advertencia: "Si Vicente Vallés, el PP y El Mundo aplauden a Margarita Robles, en Ferraz debería sonar una alarma".
Si Vicente Vallés, el PP y El Mundo aplauden a Margarita Robles, en Ferraz debería sonar una alarma. Creo que en este casó sonó y por eso el Presidente tuvo que rectificarla quintando el foco de los cazas y la fragata y poniéndolo en la desescalada pic.twitter.com/ZNXdfTrTKf
— Pablo Iglesias ���� (@PabloIglesias) January 25, 2022
Nacida en León en 1956, y desplazada a Barcelona a los doce años, Margarita Robles se ha labrado una trayectoria saltando de la justicia a la política, y viceversa. Empezó en los tribunales a los 25 años, número uno de su promoción y cuarta jueza de la historia de España. Pasó por juzgados en Catalunya y el País Vasco y fue la primera mujer en presidir una sala contenciosa-administrativa y también la primera al presidir una audiencia provincial, la de Barcelona, con 34 años. Hasta que en 1993 dio el primer salto a la política, en el último gobierno de Felipe González, siempre de la mano de su protector Juan Alberto Belloch, primero como subsecretaria de Justicia y después como secretaria de Estado de Interior. Se le atribuye el desmantelamiento de los GAL que su mismo presidente, años atrás, había liderado.
Perdido el poder, Robles volvió al otro lado, a la carrera judicial. Vinculada a la progresista Jueces y Juezas para la Democracia, siguió el periplo como magistrada de la Audiencia Nacional, del Tribunal Supremo y vocal del Consejo General del Poder Judicial. En esta etapa participó activamente de la inhabilitación del juez Baltasar Garzón. Este siempre ha denunciado un odio personal de Robles hacia su persona. Primero coincidieron bajo las órdenes de Belloch en el Ministerio pero después Garzón persiguió el terrorismo de Estado del gobierno de Felipe González. El excomisario Villarejo también asegura que Robles le ordenó investigar al juez.
Y siguió con la toga hasta que Pedro Sánchez accedió a Ferraz y la repescó. En las elecciones del 2016, fue su número dos por la lista de Madrid. Y con la moción de censura contra Mariano Rajoy, se convirtió en ministra de Defensa. De aquel primer ejecutivo es una de las siete supervivientes, junto con María Jesús Montero, Fernando Grande-Marlaska, Reyes Maroto, Luis Planas, Teresa Ribera y Nadia Calviño. Ha sido una de las más fieles y leales escuderas de Sánchez, hecho que ha sido recompensado. De los veintidós ministros actuales, es la mejor valorada, según señala el CIS encuesta tras encuesta. Algunas voces ironizan que, junto con Calviño (la otra socialista que aprueba), son "la derecha del PSOE". Ninguna de las dos tiene el carné de militante, pero aquí hay buena parte de la explicación.
Según el barómetro del CIS de enero, conocido la semana pasada, es aprobada por los votantes de buena parte de los partidos, desde el PSOE (6,81), Podemos (5,7) o Más País (5,9) hasta Ciudadanos (5,23), el PNV (5,14) o Compromis (6,01). Incluso entre los votantes del PP se queda a las puertas del aprobado (4,85). Sólo le ponen una nota baja los votantes de Vox, con un 3,69. La misma encuesta muestra los resultados por autoubicación ideológica de los sondeados, en una escala que va del 0 (izquierda) al 10 (derecha). La aprueban los electores del 1 al 7. Y en el caso del 8 y el 9, se queda en las puertas, con una nota de entre 4,8 y 4,9 respectivamente.
Robles, como ministra, ha sido protagonista en varios momentos, como durante la pandemia, en la evacuación de Afganistán o ahora con el conflicto con Rusia. También atrajo la atención con el ruido de sables de militares retirados que hablaban de "fusilar a 26 millones de puta" (españoles de izquierdas, nacionalistas e independentistas). Pero lo circunscribió todo a soldados jubilados y no quiso entrar a liquidar elementos ultras en las actuales Fuerzas Armadas, a pesar de las pruebas que emergían.
Probablemente porque a pesar de definirse como progresista viene del aparato del Estado, Margarita Robles es conocida por sus ataques contra el socio pequeño, Unidas Podemos. Ha provocado momentos de tensión dentro de La Moncloa. No han sido pocos los choques primero con el entonces vicepresidente Pablo Iglesias y ahora con la ministra Ione Belarra. También ha sido la punta de lanza del ejecutivo central contra el independentismo, al que ha acusado de querer "excluir a la mitad de los catalanes", y en especial contra la figura del expresidente Carles Puigdemont, de quién ha dicho que es "una página negra" de la historia de Catalunya. Llegó a calificar la mesa de diálogo entre gobiernos de "juegos florales".
Con esta hoja de servicios como ministra de Defensa, pocos recuerdan que fue una de las díscolas de la primera ejecutiva del PSOE sanchista, una de las quince diputadas que resistió hasta el final y votó 'no es no' en la segunda votación de investidura de Mariano Rajoy una vez Pedro Sánchez fue defenestrado. Quien sabe si hace puntos para volver a la judicatura. Sea como sea, su nombre hace tiempo que figura en las quinielas de magistrada del Tribunal Constitucional. Antes de las vacaciones de verano volverá a abrirse una ventana de oportunidad con la renovación de otro tercio.