Ciudadanos nació para "regenerar la vida pública". Voluntad de echar a Rajoy. Situar al frente de las instituciones talento procedente del sector privado, al considerar que la política no era un oficio donde anquilosarse. Y a la postre, recuperar un nuevo "patriotismo español", con la llama del independentismo aún viva. El mensaje era claro: marcar una diferencia con el "bipartidismo" y los "nacionalismos". Las encuestas, le daban la bienvenida. Pero en menos de una semana, Pedro Sánchez resurgió nuevamente de las cenizas e hizo suyo el imaginario de la formación naranja, dejando KO el programa de Albert Rivera.
"La política no es más que una parte de la vida profesional" decía Sánchez el jueves, tras enumerar una lista de profesionales de larga trayectoria, en los respectivos campos. Caras mediáticas, como el titular de Cultura y Deportes, Maxim Huerta; el astronauta Pedro Duque, en Ciencia, Universidades e Innovación; magistrados de la Audiencia Nacional, como Fernando Grande-Marlaska en Interior, la economista de perfil liberal, Nadia Calviño, hasta ahora directora de presupuesto en la Unión Europea; o Josep Borrell, expresidente del Parlamento Europeo y ariete del proceso independentista.
Todos ellos conforman un elenco de referentes de la sociedad civil, que ya supone un misil en la línea de flotación de Rivera, quien nació propugnando la idea de desplazar la lógica de los partidos de la vida pública, superando así al gobierno de tecnócratas del Partido Popular. En segundo lugar, el líder socialista se aparta de Podemos y de la desconfianza de los mercados con el talante social-liberal de Calviño –ideología cercana a Cs–, y haciendo un guiño al electorado conservador mediante el juez Marlaska. E incluso, envía un mensaje sobre su firmeza cuanto a la unidad de España, al tratar de contrarrestar la presencia de Carles Puigdemont en el extranjero, a través de la figura de Borrell, que la propia Inés Arrimadas avaló al conocer su nombramiento.
La cuestión es que Sánchez se ha permitido un ejecutivo escogido al milímetro –que se adueña del discurso que favoreció la pujanza de la formación naranja– gracias al poder que se aseguró hace meses en el PSOE con la reforma del reglamento interno. Este laminaba el poder territorial, como forma de impedir que los barones críticos volvieran a sublevarse, como sí hicieron en el comité federal de octubre de 2016. De hecho, la moción de censura por la trama Gürtel –donde Cs votó en contra– también fue impulsada sin el peso de esta mochila, aunque algunos dirigentes territoriales veían con recelo que los independentistas cedieran su voto.
Y por ese motivo, algunas carteras también se explican con la lógica de la batalla interna. Los fieles con peso en sus respectivas disciplinas están presentes, como son Margarita Robles (Defensa), José Luis Ábalos (Fomento), o Meritxell Batet (Administraciones Públicas y Política Territorial); también, se hacen equilibrios para impedir la queja de los barones críticos. Es el caso de los fichajes en Hacienda y Sanidad, María Jesús Montero y Carmen Montón, que respectivamente eran consejeras de Susana Díaz y Ximo Puig.
El mensaje territorial, con visos centralistas, también está presente para arrinconar la efervescencia de Ciudadanos. Batet y Borrell liderarán el tándem de la zanahoria y el palo con la Generalitat: la primera, ofreciendo diálogo en el interior, el segundo, plantando batalla en el exterior. En segundo lugar, Montero será encargada de liderar la nueva financiación autonómica, y ya se ha manifestado contraria a la "opacidad" de la cuota vasca, lo que indica que no hará discriminaciones con Catalunya. Eso supone un nuevo golpe a Cs, crítico con las diferencias territoriales.
Noqueado, el partido naranja busca su sitio y ya ha contraatacado pidiendo que Sánchez comparezca en el Congreso para explicar las "concesiones" a ERC y PDeCAT.
Y es que en esencia, el gobierno del secretario general del PSOE se ha erigido como una potente estrategia de marqueting, por la forma cómo recoge temas que preocupan a la sociedad española, entre ellos, el del feminismo. Aquí tendrá peso la vicepresidenta, ministra de Presidencia y de Igualdad, Carmen Calvo, y la potente imagen de un ejecutivo más que paritario, donde las mujeres liderarán una mayoría de carteras de envergadura por primera vez en la historia de España. Del "talante" de Zapatero, al "talento" de Sánchez.