"Nos ratificamos". Una obsesión es el apoderamiento del espíritu por una idea, una preocupación, persistente. Así mismo, cómo dice el diccionario del IEC, parece encontrarse ABC con la tesis doctoral de Pedro Sánchez. Hace tres días que viven empeñados en que el presidente español es un plagiario, aunque nada de lo que han publicado hasta ahora (y es mucho) lo demuestra.
Sorprende la falta de pruebas en un asunto de tanta consideración. Da pena ver el diario bracear intentando sacar la cosa adelante por repetición —reincidencia, quizá es más exacto—, como hace la propaganda. Incluso han escrito, en defensa propia, un editorial épico y solemne, que suena a Scarlett O'Hara cuando jura que nunca más pasará hambre en Lo que el viento se llevó.
La promesa que el jueves había hecho el tabloide monárquico es esta: "Tras un exhaustivo análisis del documento, en el que hemos utilizado herramientas informáticas de detección de plagios, este diario ha corroborado la existencia de decenas de corta-pegas que constituyen lo que se denomina «falta de integridad académica», según varios expertos universitarios consultados".
Humo y espejos
De todo eso, nada de nada. No dice cuáles son estas "herramientas informáticas", ni ofrece las cifras de los análisis, ni en ningún momento nombra a los "expertos" —ni explica por qué no lo hace, como es de ley. Tampoco se sabe qué es "exhaustivo", porque de estas "decenas" de plagios sólo se enseñan media docena.
Entre periodistas —no es ningún misterio—, este tipo de adjetivos sobre el propio trabajo hace feo y es sospechoso de tener cola de paja. Además, no hace falta que sea "exhaustiva": basta con que demuestre lo que afirma el titular. Si es o no "exhaustiva" ya se dará cuenta el lector solito. Si la información es buena se defenderá sola.
Un ejemplo de estos mismos días. El oncólogo Josep Baselga ha dimitido de la dirección médica del Sloan Kettering Hospital por haber escondido que cobraba como consejero y/o socio de varias farmacéuticas en artículos científicos sobre tratamientos producidos por aquellas mismas empresas. En el sector de la oncología, es un terremoto colosal. En la exclusiva de ProPublica y The New York Times que lo descubre no se lee ni un adjetivo así. ¿Para qué? Te das cuenta de que es "exhaustiva" a medida que la lees, porque detalla perfecta y completamente cuándo y cuánto cobró de quién, citan las fuentes de los datos, señalan las consecuencias y, encima, hablan con el mismo Baselga, que también dice la suya, pobre.
Escándalo impostado
ABC defiende su titular con adjetivos porque los datos son ful. Un ejemplo: calificar de plagio que Sánchez haya utilizado en su tesis un artículo suyo sobre el tema... de la tesis. A ver, de entrada, el autor (coautor, en este caso) de un artículo puede utilizarlo para lo que quiera, también para su tesis. Entre otros motivos porque el artículo era seguramente un trabajo pensado como parte de la tesis, como es costumbre en el mundo académico. No hay que escandalizarse tanto: “Ambos artículos fueron despiezados e insertados en la tesis de Sánchez, copiados y pegados, sin cita alguna […] Los artículos fueron insertados en la tesis hasta con sus gráficos”.
Otro. Llaman plagio a copiar tres líneas de una conferencia de un secretario de Estado con puros datos, que no pueden ser otros porque son oficiales. Se puede decir que el autor tuvo pereza, pero plagio... Plagio es otra cosa.
Uno más. Acusa a Sánchez de plagio porque recicló un artículo ya publicado en otra revista, en este caso de la Secretaría de Comercio, que no es una publicación científica. Eso está mal, pero uno no se plagia a sí mismo ¿no? Presentarlo como "original y copia" como hace el diario son ganas de enredar. En cualquier caso, ¿por qué no han pedido a los autores del artículo (son tres) que se expliquen? Quizás lo hicieron –nos podríamos jugar un guisante– porque los cogió el toro o cosa parecida. Tampoco sabemos si cobraron por el artículo, por ejemplo, cosa que lo empeoraría todo, aunque tampoco tiene que ver con el plagio.
Sería como acusar al periodista de ABC de plagio porque en cada una de las piezas que publica referencia otras suyas y casi con las mismas palabras. Se podría describir este hecho de manera que quedara como un plagiario, un caradura, un vago o todo al mismo tiempo, pero no sería verdad ni justo.
El tribunal extraño
Y un último ejemplo. En otra pieza se describen las calificaciones de los miembros del tribunal de la tesis. El presidente hacía dos meses que era doctor. Otro miembro era el coautor del dichoso artículo. Bien. En lugar de explicar los hechos, hace un juicio, y habla de tribunal de amiguetes. Añade: “Fuentes académicas consultadas por ABC sostienen que este tribunal tenía «claras lagunas, aunque cumplieran por los pelos ser doctores»”. Otra vez, no se es doctor "por los pelos": se lo es o no.
Sea como sea, todo eso ¿en qué prueba el presunto plagio, que era de lo que se trataba?
Y así todo. Obsesionados para reforzar su relato del plagiario Sánchez, lo hacen con piezas como esta: "Los tuiteros se lanzan a estudiar la tesis de Sánchez y encuentran nuevos plagios". Se trata de un solo tuitero y el "plagio" es del mismo estilo de los que ya se han explicado. Tirando a barra de bar, vaya.
La Moncloa ha hecho una nota de prensa este viernes por la mañana donde se carga todo el "exhaustivo análisis" en dos líneas: "Tras el análisis de la tesis [...], la evaluación de las herramientas Turnitin y PlagScan, determinan el contenido original de la tesis, superando sobradamente los estudios de coincidencias. En el caso del Turnitin ha obtenido un 13%. En PlagScan el 0,96%". La tesis de Pedro Sánchez quizás no es muy buena, el tribunal mediocre y la universidad de pacotilla. ABC, en este caso, no desentona.