En las trincheras más alejadas de la primera línea, donde los focos de las cámaras prestan menos atención y el barro puede llegar a las rodillas, las derechas españolistas disputan una batalla en que se juegan la supervivencia en Barcelona. Como si fuera una partida del videojuego Fortnite o una nueva edición de los Juegos del hambre, cuatro rivales luchan por un territorio estrecho -un 18% de los votos en la últimas elecciones- y donde solo uno de ellos, o como mucho, dos, podrán sobrevivir. El resto, según las encuestas, estarían condenados a quedar fuera del consistorio. De momento, el Partido Popular surge como claro ganador. Detrás, Vox sigue pugnando por un espacio, pero con perspectivas todavía muy inciertas.

¿Y cuáles son las fuerzas de los populares? El PP consiguió en el 2011, bajo el liderazgo de Alberto Fernández Díaz, su techo en Barcelona, con nueve concejales; y dos elecciones más tarde, en el 2019, se desplomó a su abismo más oscuro, cuando de la mano del histriónico Josep Bou se quedó con solo 2 escaños -y todavía estuvo de suerte, porque con el 5,0% de votos que recogió le fue de un puñado de papeletas no quedar borrado del consistorio-. Tampoco todo fue culpa del candidato. Si en el 2011 el pequeño de los Fernández Díaz se monto sobre la ola de un PP a las puertas de la mayoría absoluta de Mariano Rajoy; el 2019 Bou tuvo que luchar contra la resaca de la condena por el caso Gurtel, la moción de censura que desbancó a Rajoy y la guerra sucia contra el procés.

Nueva etapa en el PP

El PP, sin embargo, ha abierto nueva etapa en el Estado y también en Catalunya. Daniel Sirera (Badalona, 1967) es la persona que el líder del partido, Alberto Núñez Feijoo, ha situado al frente de la candidatura, después de que la eurodiputada Dolors Montserrat, declinó la propuesta. Sirera conoce bastante bien al PP catalán, con cuyas siglas ha sido diputado y presidente del grupo parlamentario en el Parlament de Catalunya. Incluso presidió el partido en el 2007, durante la transición -casi mutación- de Josep Piqué a Alícia Sánchez Camacho. Entre el 2012 y el 2022, ha sido representante del PP en el Consejo del Audiovisual de Catalunya (CAC), organismo habitualmente utilizado por algunas formaciones como cementerio de elefantes y por otras como laboratorio criogénico. Los últimos meses ha trabajado como jefe de gabinete del presidente del PP valenciano, Carlos Mazón.

El objetivo del PP ahora es recuperar el terreno que había conseguido consolidar en Barcelona, y que la crisis del partido junto con la irrupción de Manel Valls en la capital catalana, hizo saltar por los aires. El director de la campaña de los populares, Juan Millán, asegura que la candidatura de Sirera no solo disputa con las derechas constitucionalistas sino también con el PSC e incluso con Junts. Diagnostica que todas las fronteras están abiertas y que el objetivo de su candidato es esgrimir un discurso lo más amplio posible. Los argumentos son situarse como el voto útil en el espacio constitucionalista, la garantía de que sus concejales nunca apoyarán a Ada Colau y la voluntad de evitar un gobierno independentista en la ciudad. Los populares consideran que Cs y Valents están ya borrados de la pantalla, pero reconocen que Vox todavía pugna por hacerse un espacio.

Ciudadanos

Hace cuatro años, ante el hundimiento del PP en el Estado, la gran operación de las derechas españolistas en Barcelona fue fichar al exprimer ministro francés Manuel Valls, envuelto con la marca Barcelona pel Canvi y atado con el lacito naranja de Ciudadanos. La operación Valls, a pesar del apoyo que recibió del establishment económico con el objetivo de frenar al independentismo, solo consiguió añadir a un concejal a los 5 que ya tenía en el Ayuntamiento de Barcelona la formación que entonces todavía lideraba Albert Rivera. Eso sí, de la mano de Valls, Cs consiguió la victoria en el barrio de Sarrià-Sant Gervasi, donde acostumbraba a reinar CiU sin problema.

El experimento con Valls, sin embargo, como la gaseosa, se desbravó muy pronto. La candidatura se partió por la mitad después de que el exprimer ministro francés apoyó la investidura de Ada Colau para garantizar que el Ayuntamiento de Barcelona no quedaba en manos del independentismo. A un lado, quedaron Valls, Eva Parera y el exministro del PSOE y exalcalde de l'Hospitalet, Celestino Corbacho, y en la otra, los tres concejales de Cs. Como si se tratara de una obra de Agatha Christie, sin embargo, los personajes se fueron cayendo o mutando. Corbacho saltó en cuestión de horas de nuevo al grupo de Cs, hasta que en septiembre del 2022 abandonó el Ayuntamiento. Valls se marchó en agosto del 2021 del consistorio. De su incursión barcelonesa le ha quedado el matrimonio con la rica heredera de los laboratorios Almirante, el imperio del Àlmax, Susana Gallardo.

Esta vez, las elecciones pillan a Cs en plena crisis. Ni tan solo parece que les pueda salvar el hecho de haber fichado para encabezar la candidatura a una de las líderes ascendentes de la formación, la escritora y diputada Anna Grau (Girona, 1967). Ninguna de las encuestas que se han publicado prevé que la formación naranja se pueda mantener en el consistorio.

Valents y Vox

Tampoco Eva Parera (Barcelona, 1973) tiene posibilidades de conseguir representación en el Ayuntamiento, según los sondeos, donde de hecho ya casi ni aparece. El recorrido político de la líder de Valents ha resultado demasiado agitado incluso para una partida de Fortnite: dos veces senadora con CiU; pasó de Unió a militar en Units per Avançar -actualmente con el PSC-; diputada en el Parlament entre el 2021 y el 2022 como número 3 independiente dentro de las listas PP; mientras en el Ayuntamiento después de la ruptura con Ciutadans, convertía el grupo de Barcelona pel Canvi, en Valents.

Con respecto a Vox, lo que más ha destacado de su candidato, Gonzalo de Oro-Pulido (Madrid, 1970), en estos días de campaña es que, después de que su hijo fue identificado por la policía llevando una porra extensible en la protesta de Desokupa, lo justificó públicamente. "Por qué en Barcelona los chavales necesitan sentirse autodefendidos", se preguntó, además de argumentar que hay países donde este tipo de armas no son ilegales. No es casual este episodio si se tiene en cuenta que la polémica a raíz de las ocupaciones en la Bonanova se convirtió en el inicio de la campaña en uno de los argumentos de Vox para salir a la caza de votos por la parte alta de la ciudad. Y no solo Vox. También en aquel trinchera embarrada se encontraron con otras fuerzas españolistas.