La Plaça Sant Jaume de Barcelona, con el Palau de la Generalitat en el lado montaña y el Ayuntamiento en el lado mar, condensaron durante el último cuarto del siglo pasado la quintaesencia de la tensión política en Catalunya. La cohabitación de Jordi Pujol y Pasqual Maragall, se convirtió en el máximo exponente del pulso entre las dos principales fuerzas políticas del momento, CiU y PSC. En diciembre del 2003, Pasqual Maragall rompió aquel equilibrio, expulsando a CiU y sustituyendo a Pujol al frente del Govern de la Generalitat con el primer tripartito. No obstante, el Ayuntamiento siguió manteniéndose, inexpugnable, en manos del PSC hasta el 2011. Aquel año Xavier Trias consiguió desbancar a los socialistas después de 32 años de gobierno del PSC. Los 14 concejales que sumó no eran en absoluto el mejor resultado de CiU en la capital catalana, pero se enmarcaban en un contexto general de retroceso socialista en Catalunya y en España, y su victoria se convirtió en el impacto más emblemático de aquellos comicios.
Doce años más tarde, Junts ha vuelto a recurrir a Trias para buscar un nuevo giro al frente de la ciudad y intentar romper una vez más la maldición que arrastra este espacio político en una ciudad que se le ha resistido de manera contumaz. El lema de la campaña, Trias per Barcelona, deja clara la apuesta en la capital catalana, basada en el perfil del candidato más que en la formación. El exalcalde, que los últimos años ha mantenido una distancia escéptica con los posicionamientos más radicales de su partido y ha reivindicado tanto la figura de Jordi Pujol como el legado de Convergència, no está dispuesto a que las siglas puedan suponer un freno para los votantes más moderados y no se cansa de explicar que su lista da también cobijo a candidatos de Demòcrates, PDeCAT y MES.
Tocar fondo
A favor de este candidato juega el impacto que consiguió con la entrada en la carrera electoral; el giro que dio a las encuestas, remontando las expectativas de Junts hasta aquel momento hundidas en los sondeos; y la valoración que conserva de su etapa como alcalde en un momento en que dos de cada tres barceloneses apuestan por el relevo de la alcaldesa.
Pero la posición de partida no es sencilla. Si bien en el 2011, con Trias, CiU se situó como la fuerza con más concejales en Barcelona (14 escaños frente a los 11 del socialista Jordi Hereu) y consiguió la victoria en cinco distritos -Eixample, Sants-Montjuïc, Les Corts, Sarrià-Sant Gervasi y Gràcia-, cuatro años más tarde, en el 2015, el alcalde no resistió la posición ante el empuje de Ada Colau, y se quedó con diez concejales y 4 distritos, perdiendo Sants-Montjuïc.
Después de la marcha de Trias, el espacio que representa Junts tocó fondo. En el 2019 perdió la mitad de concejales y se quedó con 5 escaños al obtener el peor resultado de este espacio en 40 años de ayuntamientos democráticos. En aquellos comicios todavía no hacía dos años del referéndum del 1-O y figuraba como cabeza de lista de Junts Quim Forn, que tuvo que salir de la prisión para tomar posesión de su escaño. No obstante, en la práctica era Elsa Artadi quien lideraba la lista. Junts no consiguió la victoria en ninguno de los diez distritos de la ciudad, ni en ninguno de los 73 barrios; cayó a la quinta posición -solo el PP del histriónico Josep Bou quedó por detrás- y con poca cosa a decir en un consistorio muy atomizado dónde el acuerdo entre Colau, el PSC y los Ciudadanos de Manel Valls dejaron a los independentistas en la oposición a pesar de la victoria de ERC.
Travesía por el desierto
Junts ha vivido estos cuatro años en una travesía por el desierto en que el objetivo principal era intentar consolidar a Elsa Artadi como candidata a la alcaldía. La sorpresa surgió para esta formación cuando Artadi anunció un año antes de las elecciones, de manera inesperada, que renunciaba a ser su candidata y se retiraba de la política. De repente, Junts se encontró sin cabeza de lista y tuvo que recurrir al fondo de armario donde tropezó con Xavier Trias, el único candidato que había conseguido romper la maldición de Barcelona. Trias no se hizo rogar demasiado para aceptar liderar la lista, pero impuso como condición tener manos libres.
Y el partido le dejó manos libres. La única protesta que se ha escuchado en el proceso interno de ratificación de la candidatura -donde de los quince primeros nombres, 13 son militantes de la formación- fue el voto de protesta del sector más próximo a Laura Borràs, que se considera infrarrepresentat a la candidatura. Hasta aquí el ruido interno. Ni discurso, ni campaña, ni patinazos. Ni cuándo Trias ha salido a corregir al secretario de organización y candidato en Badalona, David Torrents. El partido se ha mantenido disciplinado tras el veterano candidato. El objetivo es que la campaña funcione y que arrastre la marca en el territorio. Junts sabe que con la campaña de Trias se juega mucho más que un buen resultado en Barcelona.