Muy buena la fotografía de Angela Merkel que publica El Mundo. Mejor y más expresiva que la de La Vanguardia, que necesita la ayuda de un pie, de un texto, para hacer presente el peso del simbolismo que contiene. La soledad del mandatario es el silencio del móvil desde el momento que recibe la carta de despido, o la distancia entre la mesa donde se exhibe la carta y el sillón donde se sienta la canciller en funciones —será relevada cuando se constituya el nuevo gobierno, probablemente el mes que viene. Han sido 16 años de una política que ha dejado un legado reconocible y destacable, cuya inercia afectará a la vida de los alemanes y de los europeos todavía unos cuantos años más. Merkel no pone muy buena cara —quién la pondría?— pero la han tomado con su gesto típico, tan suyo que, en las penúltimas elecciones que ganó, los carteles electorales de la CDU-CSU no tenían su cara, sino un primer plano de ese ademán de las manos.

Por contraste, los diarios de Madrid, el Trío de la Bencina y El País, salen hoy a enmascarar de hollín la cara de la vicepresidenta y ministra de Trabajo española, Yolanda Díaz. Ella es la protagonista del pulso que la enfrenta a la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, para encabezar y dirigir las negociaciones que tienen que reformar o renovar la legislación laboral aprobada por el PP en 2012. Se trata de impedir que acabe como la Merkel, como explica La Razón: "No se quiere (se sobreentiende que no lo quiere la Moncloa) que la reforma laboral tenga nombre propio". La Reforma Díaz o la Reforma de Yolanda. Un detalle de como el relato de las portadas (del periodismo, vaya) puede fabricar realidad. Dice La Razón que los empresarios piden que "se contenga la 'ideología' si se quiere mantener el diálogo". ¿Ese subtítulo implica que "los empresarios" no tienen "ideología"? ¿O quizás quiere decir que sí la tienen pero como es de los "empresarios" sí es aceptable y no hay que "contenerla"? ¿Todos los "empresarios" piensan igual sobre la reforma de la reforma laboral? Tampoco se sabe muy bien quién hay exactamente detrás de este sujeto colectivo llamado "empresarios".

No falta en ese diario ni en sus compañeros de trinchera una alusión más o menos clara —casi diaria— al riesgo gravísimo que la UE suspenda, cancele o retire los fondos europeos pospandemia a causa de la tensión entre socios de gobierno. Cada día hay un drama de proporciones cósmicas a punto de hundir España en el peor de los abismos. España tiene que ser un país muy resistente, inquebrantable, coriáceo, para resistir viva tantas calamidades como caben en las portadas de esos diarios. Este martes, por ejemplo, El Mundo destaca la alerta "de los alcaldes" (¿cuáles deben ser?) de que la anulación de la tasa municipal de plusvalía sitúa a los ayuntamientos "al borde del colapso". La gente que lee este tipo de diarios, ¿cómo se atreve a salir de casa? ¿No están asustados? ¿No temen que les caiga el cielo encima? Si salen, quizás es que no creen estas enormidades, aunque —como se ha dicho aquí tantas veces— es mejor tener una prensa gritona, ruidosa y farandulera que mansa, acrítica y blanda. Cabe decir que quizás no hace falta que exageren tanto.

Dos últimas notas. Una. Dice El Periódico de España que el Tribunal Constitucional sentenció en 1992 que no se puede cancelar el acta de un diputado por un delito leve. Eso tendrá el recorrido jurídico que tenga, pero vale la pena remarcar que ese diario mantiene en primera página un asunto inquietante —la expulsión del diputado Alberto Rodríguez por una condena menor del Tribunal Supremo— mientras que los otros diarios ya lo han hecho desaparecer de las portadas. Dos. Hoy, martes, la ministra Teresa Ribera está en Argelia para asegurar el suministro de gas este invierno. Esperamos que la gestión no le salga como el nuevo recibo de la luz. Atento.

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