Tiene gracia, si eres catalán, que El País hable de la aprobación de la llamada "Ley trans" diciendo que "España reconoce por ley la autodeterminación de género". Más de uno habrá pensado que quizás es un avance de cara a legalizar otras autodeterminaciones, como la de aquel dicho/chiste sobre Portugal y Catalunya. El título del diario de los progres boomers tiene un cling de entusiasmo y va un poco al por mayor: hace creer que se han aprobado más cosas de las que dice la ley. Lo explica mejor La Vanguardia, con aquella eficacia administrativa suya para cuadrar los hechos: "España legaliza el cambio de género a los 16 años". Sus subtítulos, sin embargo, suenan inquietos. Uno explica que así solo pasa en Noruega y Países Bajos, como queriendo decir que el gobierno español y sus aliados se están flipando un poco. El otro dice que la nueva ley española dispensa del permiso paterno y de los informes médicos previos si tienes más de 16 años. O sea, que puedes cambiar de género en el DNI porque te brota y sin tener que dar ninguna razón a nadie.
Suena fuerte —porque lo es. Ninguna portada pone las cosas negro sobre blanco en este punto. La Vanguardia es la que más se acerca. El Trío de la Bencina se queja que todo irá mal (La Razón), cuenta bolas (ABC) o se dedica a sus obsesiones (El Mundo con el Barça, como siempre). Entre los diarios de Barcelona, este viernes, solo El Punt Avui hace mención en un rincón. Ni El Periódico ni Ara dicen nada en portada. Es complicado captar en un título de portada todo el enredo|lío que ha supuesto esta ley —por ejemplo, la exvicepresidenta socialista Pilar Calvo ha votado en contra.
Para hacértela corta, las legislaciones trans son de dos tipos. Unas apuestan por que los menores con disforia de género pasen un periodo de espera y acompañamiento antes de iniciar cualquier tratamiento químico o quirúrgico de cambio. Consideran que la adolescencia es una edad confusa y voluble, fácilmente influenciable por modas, influencers, contagio social, etcétera, y que el 80% o más de las disforias remiten al fin de la pubertad. Además, entre los que las sufren, es alta la prevalencia de trastornos previos (autismo, depresión, anorexia...) o de casos graves de bullying, que no se resuelven con un cambio de sexo.
Otras legislaciones optan por no cuestionar a los menores disconformes para evitarles más sufrimiento —dicen. Favorecen el inicio rápido de tratamientos invasivos e irreversibles (bloqueantes hormonales, amputaciones...) y prohíben o dificultan la mediación de cualquier otra instancia —padres, médicos, psicólogos, etcétera. A este último enfoque corresponden la nueva ley española y la mayoría de las regulaciones sobre cambio de sexo —hormonas, cirugías, etcétera— que son competencia de los gobiernos autonómicos. La nueva ley incluye también una reforma del Código Civil para sustituir "madre", "padres", "mujer" u "hombre", por "personas", "progenitores", "progenitor gestante" o "progenitor no gestante".
La ley trans ha restado protagonismo en portada a la reforma de la ley del aborto, que lo facilita aun más. Casi ninguna primera página lo lleva aunque no son cambios menores. A partir de ahora, las menores de 16 y 17 años podrán abortar sin permiso de los padres. Las menores de 16 lo necesitan, pero si no se ponen de acuerdo con los padres, lo decidirá un juez. También se suprime el periodo de reflexión de tres días para que la mujer ratifique el deseo de abortar y tampoco recibirá información sobre alternativas a la eliminación del nonato, como ayudas a la maternidad, adopción u otros. Esta reforma afianza una especie de derecho a no saber de la embarazada que, por lo visto, también afecta a las portadas de este viernes.