El Trío de la Bencina está en una baja forma angustiosa. Por la lectura de sus portadas se conoce que la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) produce una impresión de disgusto insoportable a El Mundo, La Razón y ABC. No por el contenido de los PGE o las ideas que los inspiran. No. De eso es de lo que menos hablan, salvo para quejarse del que llaman "impuestazo", los nuevos gravámenes fiscales sobre los beneficios extraordinarios de las energéticas y la banca, además de las grandes fortunas, que tienen en esos tres diarios unos defensores encendidos, al precio de dejar a la intemperie a la gente que ha visto duplicada y triplicada la factura de la luz y del gas. Lo que realmente les produce malestar y depresión es ver cómo, un año tras el otro, el gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos pasa el principal hito político de cualquier Ejecutivo: aprobar las cuentas públicas. Primero lo tildaron de ilegítimo, después de Frankestein y desde hace meses de socialcomunista, aliado de los terroristas y separatistas. Este jueves, sin embargo, la gente de Pedro Sánchez pasó unos nuevos PGE con la mayoría que le permitió tumbar a Mariano Rajoy y le revalidó después: 187 votos. Son 120 del PSOE, 33 de Unidas Podemos, 13 de ERC, 6 del PNV, 5 de EH Bildu, 4 del PDeCAT, 2 de Coalición Canaria, 2 de Más País, uno de Compromís, uno del Partido Regionalista de Cantabria.

Pedro Sánchez será lo que sea —un trilero, un enredador, un caradura...— pero cada año hace el milagro. Si esto, que es un hecho como una catedral, no llega a titular un día como hoy... El Mundo sale con una rabieta adolescente y presenta al gobierno español como una conjura de todos los rasgos de la antiEspaña. La Razón intenta insidiosamente asimilar la aprobación de los presupuestos a una transacción mafiosa. ABC ya ha desistido de hablar de los presupuestos y sale con la rareza de los dieciséis tipos de familia del anteproyecto de ley de familia, en una insólita mezcla de peras y manzanas. Hay quien levanta discrepancias legítimas y razonables sobre leyes como esta y la ideología que las inspira, pero es difícil que se vea representado en estos diarios, que utilizan la polarización y la visceralidad como argumento. De alguna manera, esas portadas causan el mismo efecto que la diputada de Vox que insultó y menospreció a la ministra de Igualdad, Irene Montero: sacar el foco de la chapuza jurídica de la ley del "solo sí es sí" para ponerlo sobre una narrativa guerracivilista que no lleva a parte alguna ni promueve la discusión —tan chillona como se quiera— de las leyes que pasan por las Cortes. Es una lástima.

La Vanguardia y El Periódico destacan lo que es de sentido común subrayar hoy: la aprobación de los terceros presupuestos da a Sánchez espacio para acabar la legislatura en paz respecto a las cifras —cruciales para ir recibiendo los fondos europeos Next Generation, de los que cuelga el Estado español— y dedicarse a preparar las elecciones generales que vienen con toda la tranquilidad del mundo. Lo resume El País en la segunda noticia de portada: el Gobierno remacha la mayoría que lo parió y encara la aprobación de varias leyes de calibre grueso y medio, desde la reforma de la sedición y de la ley mordaza hasta la ley de la vivienda o la de familia. El Punt Avui pone el punto de vista nacional, retratando la actitud de ERC (y del PDeCAT) como un retorno a la vieja estrategia convergente —o pujolista— del peix al cove, del pájaro en mano.

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